Algo qué contar
Samir Barbour diseña sonrisas con el alma
Sonreír es lo más común que hacen las personas, sin importar que tipo de risa sea, ni qué la motiva, lo cierto es que arrastra una emoción y para que genere la empatía que queremos debe estar adornada por una buena dentadura.
Cuando los músculos cigomáticos mayores de nuestras mejillas se contraen, levantan las comisuras de la boca. Pero una sonrisa es mucho más que eso, está unido a un cuerpo, dice, Paula Niedenthal, psicóloga investigadora en esta área de la universidad de Wisconsin.
Para mi protagonista, cuando una persona le dice que quiere sonreír para ser feliz se le arregla el día, no por el efecto dinero, sino porque se le presenta la oportunidad de realizar su pasión, que según él, comenzó a desarrollar, de forma espontánea, en busca de armonía en implantes.
Con una personalidad muy atada a su profesión Samir cuenta que es un hombre muy original. “Soy el mismo “samirito como me decían en el colegio, con la diferencia que ahora soy un padre, un profesional que siempre se está reinventando y un hombre de bien para la sociedad, en todo en sentir de la palabra.
Es difícil hablar con él sin que no interfiera su vida laboral. Está muy arraigada. Y me dice, los dientes se manchan por diferentes razones, pero en cualquiera de ellas para blanquearlos se debe tener en cuentas muchos detalles, como por ejemplo, equilibrar con el tono de piel, la personalidad y la edad. El truco está en la anatomía del diente, para que no se vea grande ni cuadrado. Es un tratamiento de un día, pero cada seis meses cita y pulido.
“El diseño de sonrisa es un procedimiento muy caro. Y su demanda es más usada entre jóvenes. Tengo mi trayectoria muy marcada en el mundo artístico, pero mi cartera de clientes está en todas partes”, me cuenta.
Un paso adelante inconsciente
“Mi primer consultorio lo instalé en la sabana larga, y me ubiqué cerca de una clínica, porque siempre tuve un pensamiento: Ser independiente. Recuerdo que puse un letrero grandísimo que decía cosmetología y estética dental. Los colegas me relajaban y yo le decía, así es como vendo”, cuenta.
Samir hacía mucho trabajo con resina y cerámica. “Hacía una corona, y para que el paciente se viera bonito buscaba colores y tonalidades con materiales que ni siquiera existían en el país. “Contraté un colega en Colombia agarré las redes. Fue un boom”.
Vida familiar
Samir Barbour tiene dos hijas, pero ahora está mimando a la más pequeña, Saghie, concebida en segundo matrimonio con Awilda Carolina. A esta dama le agradece mucho, porque ha sido su motor inspirador. Es quien está constantemente apoyándole.
Hace unos días publicó en sus redes. “Encontrar a una mujer hermosa, inteligente y que sea tu complemento, no todo el mundo logra, pues no solo encontré en ella a una esposa, también una socia perfecta y una compañera para los retos que se me presenten en la vida. Su hija mayor, Samira estudia odontología.
Siempre ha hecho labor social desde su consultorio, como dice el refrán “Lo que hace tu mano derecha, no lo sepa la izquierda. Se define muy sincero y no hace las cosas por hacerla, sino de corazón.
Barbour tiene una mezcla de raza que le proporcionó encanto e inteligencia. Tiene la estirpe de abuelos libaneses, franceses y dominicanos. Quizá de ahí lo innovador, cualidad que lo ha posicionado como pionero en procedimientos estéticos bucal y del rostro.
Él es de bajo perfil y odia las personas vuelteras y mentirosas.
Los fines de semana son para él y se dedica a disfrutar con su familia, siempre buscando lugares nuevos en territorio dominicano, que comulguen con su vida sencilla y humilde, según él.