Palacio Nacional
Recepciones: Cada Presidente marca su estilo
Contrario a la tradición impuesta a través de la historia de las ceremonias palaciegas, este 2020 no se inscribirá en las reseñas sociales de las grandes recepciones que suelen darse en la mansión presidencial, ya que los clásicos y espectaculares salones estarán reservados para una celebración discreta y sobria.
Se busca, con ello, imprimirle una nueva esencia más humana y solidaria, dada la crisis sanitaria que vive el país.
Esas estancias han sido testigos silentes de grandes historias tejidas a lo largo del tiempo por reconocidas figuras nacionales e internacionales que han desnudado su alma y sentimientos, dejándose atrapar por la imponencia y majestuosidad de estos espacios.
El salón de Embajadores, con sus puertas que acceden a balcones con una hermosa vista a la ciudad, y donde el cúmulo de gente se concentra para refrescarse del calor, y el salón de Las Cariátides, impregnado de un matiz coqueto a través de sus impresionantes columnas en forma de figuras femeninas. Todos expresan individualmente su propio estilo vinculado a las épocas de las bellas artes, entre los cuales sobresalen el victoriano, el neoclasicismo y renacimiento italiano, así como el barroco grecorromano y el francés Luis XVI, erigiéndose en verdaderas obra de arte que supo interpretar fielmente el arquitecto dominicano, con sangre italiana, Guido D'Alessandro Lombardi.
Recuerdo de las grandes fiestas
Cada presidente le ha impreso a esas recepciones un sello particular de acuerdo a su personalidad y estilo de vida. El presidente que abrió las puertas del Palacio Nacional a la crónica social fue Salvador Jorge Blanco, a raíz de ofrecer, junto a su esposa Asela Mera, una singular y nada pretenciosa recepción, mostrándose a la sociedad dominicana como una pareja muy unida, de espíritu humilde y mucha calma. Fue sinónimo de simplicidad sin dejar de tener su belleza.
Leonel Fernández Reyna descolló con su particular estilo, siendo un Presidente que durante sus tres mandatos nunca tuvo contacto directo con la crónica rosa. Cada 16 de agosto ofrecía una recepción, como establece el protocolo, para agasajar las distintas delegaciones; y siempre fueron cubiertas por los periodistas asignados a la fuente.
Por su forma llana y directa el presidente Hipólito Mejía logró impactar con una de las recepciones más cálidas y glamorosas. Todos los salones fueron abiertos e interconectados, entrelazando una historia que hablaba de la personalidad del nuevo inquilino.
Fue una decoración con mucho carácter, y contrario a otros presidentes que segmentaban a sus invitados según los rangos de importancia asignados, el presidente Mejía junto a la primera dama Rosa Gómez de Mejía, fue más flexible recorriendo las distintas estancias para saludar de forma personal a cada uno de sus invitados.
Danilo Medina fue un presidente que sorprendió en las dos recepciones que ofreciera luego de su juramentación. Cuidaron todos los detalles de etiqueta y protocolo, especialmente en la primera de éstas. Cumplió con la línea de recibo en el ala que para saludar a las personalidades a su llegada. Un salón estaba dispuesto para la familia presidencial y sus invitados especiales; en los demás se reunían “los mansos y cimarrones”.
Literalmente se trataba de dos tipos de invitaciones, una premier y otra VIP. En un momento de la celebración, el presidente Medina recorría los salones junto a su esposa Cándida Montilla de Medina para saludar a sus invitados. Siempre terminaba en un forcejeo, todo el mundo quería una foto o un saludo.
Agua de coco en el Palacio
Evocando recuerdos de estas recepciones, las que ya forman parte de la historia, cabe destacar la originalidad del presidente Juan Bosch al ofrecer como bebida principal agua de coco a sus invitados. Bebida que disfrutó grandemente Lyndon B. Johnson, quien encabezó la delegación norteamericana, y el vicepresidente John Fitzgerald Kennedy, quien luego sería el presidente número 36 de los Estados Unidos.
Joaquín Balaguer ha sido el primer presidente que en su primer mandato no tomó juramento el 16 de agosto, sino el 1 de Julio del 1966, en razón de que las elecciones no se celebraron en mayo sino en junio, debido a que la República Dominicana salía de una guerra civil. Dada a la situación especial del país, no se recoge que hubiera entonces una recepción.
El palacio presidencial, emblemático símbolo de poder, no solo ha sido escenario para toma de grandes decisiones políticas, sino también ha acogido deslumbrantes recepciones, conciertos y cumpleaños. Sus puertas han sido abiertas a papas, dignatarios, artistas y reconocidas figuras del ámbito social, intelectual y político.
Ahora que afloran cambios en la vida democrática de República Dominicana a partir del 16 de agosto, cuando se estrena un nuevo gobierno encabezado por el licenciado Luis Rodolfo Abinader Corona, el segundo mandatario más joven en llegar a dirigir los destinos de la nación, la incógnita es ¿pasada la pandemia, habrá fiesta en el Palacio Nacional?