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Elba Viñas Gil

Una madre dominicana que no olvida sus raíces

A 3,641 kilómetros de distancia de la República Dominicana vive desde hace 14 años Elba Viñas Gil, en la ciudad de Bloomington, Minnesota, Estados Unidos, junto a su hijo Eduardo. La palabra miedo simplemente no existe en su vocabulario. Es una mujer con toma de decisión, trabajadora incansable que ha superado todos los obstáculos que la vida le ha presentado.

Explica que después de haberse graduado de la universidad, al no conseguir un buen empleo en el país decide marcharse hacia los Estados Unidos donde conoció el padre de su hijo y confiesa que al principio se sentía sola y aislada.

“Cuando llegas a un país como inmigrante, lo más difícil es acostumbrarse a una nueva cultura, gente, idioma, clima, a su maneras de pensar. Es dejar atrás todo lo conoces para aventurarte a lo desconocido. Este es un estado hermoso, pero a la vez muy frio. Al principio me sentí sola, aislada, distante de todo lo que era mi mundo. Pero ahora ya me acostumbré, hay paz, aire fresco y mucha naturaleza” dice Vinas Gil, quien en la actualidad trabaja como asistente de maestro en una escuela de la ciudad.

Elba describe la maternidad como un privilegio y una bendición especial. “Ser madre es un privilegio que nos regala Dios, que para algunas es posible y para otras no. Es ver que puedes dar vida a otro ser humano. Que una vida depende de ti. No estar sola nunca más en éste espacio. Es ver sueños y metas realizadas. Ganas de luchar y seguir adelante un cuando todo está en contra” añadió Viñas Gil

Dice que lo que más extraña de sus país es el clima. “Allá puedes salir a cualquier temporada del año sin temor a congelarte, a diferencia de Minnesota.

Apunta que al inicio del confinamiento se sintió depresiva y desesperanzada. “Me deprimí, pero después entendí que todos necesitamos estar a solas con nosotros mismos y el planeta también necesitaba un respiro, un descanso de los humanos. La humanidad ha superado muchas plagas en el pasado y ha seguido adelante y se reinventado. Esto no va a durar para siempre. Es algo pasajero. Vamos a levantarnos de nuevo y recomenzar”.

Finaliza diciendo que esta pandemia ha venido a recordar la fragilidad de las personas. “Nos creemos los dueños del mundo, cuando tenemos algo de dinero o poder, pisoteamos, humillamos a los demás sin mirar atrás. Nos creemos poderosos y algo tan diminuto e invisible nos puede atacar y destruir muy rápido. Todo ese poder y dinero no nos sirve de nada”.

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