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Madre, abuela y bisabuela: Tres generaciones que estrenan su rol en cuarentena

Mientras la alegría aprende a convivir con la sorpresa, la noticia de que pronto será madre, es para cualquier mujer el primer paso a una experiencia maravillosa que tiene el poder de cambiar su vida. Para una abuela, el anuncio del primer embarazo de una hija o el estreno como padre de un hijo, le concede un nuevo título y genera un enjambre de emociones difícil de explicar. Y es que, ahora podrá disfrutar de la ternura de un bebé desde otra perspectiva.

La bisabuela disfruta el privilegio de revivir la ilusión de la maternidad en un contexto que implícitamente vaticina una serie de momentos felices y una gran oportunidad para fortalecer la relación familiar, siempre desde el amor.

La llegada de Ivana Marie a la familia Álvarez es el testimonio de esta bendición que modificó la dinámica estructurada, desafiando el malestar del confinamiento por la pandemia del coronavirus. Aquí la historia:

Una experiencia diferente a lo que había imaginado

Sin flores, ni globos. Sin visitas ni regalos, así llegó Ivana Marie a revolucionar la vida de sus padres, Laura María y César Iván. En plena pandemia por el coronavirus Laura María estrenó su rol en un momento histórico para el mundo, pero a diferencia de muchos, ella tenía en su regazo una personita de seis libras que llenó de esperanza su corazón y le inyectó fuerzas a su vida.

“Estando en las últimas semanas de mi embarazo se declaró estado de emergencia. Fueron días cargados de incertidumbre, ansiedad, desvelos... pasé varias noches sin conciliar el sueño, muchas dudas rondaban mi cabeza. Lloré más de una vez porque sentía que no estaba todo listo para la llegada de mi bebé, no como yo lo había imaginado. Tampoco pude tener los chequeos regulares que amerita esta última etapa, lo que aumentaba mi angustia”, relata la joven madre, quien también es doctora en Medicina y Nutrióloga.

Para Laura María, ser madre primeriza en cuarentena fue un desafío. La invadió el temor mientras era guiada a la sala de parto con una mascarilla y aferrada a su fe en Dios. “Oré mucho, clamé por salud para mi hija y tranquilidad para poder colaborar con el proceso. Como otras primerizas había soñado muchas veces con el día del parto rodeada de mis seres queridos, y de repente estaba frente a una realidad distinta. Afuera solo nos esperaba su papá. Aun así, y gracias a Dios, todo fue perfecto”.

La madre cita que lo más difícil en esta etapa fue que los abuelos y tíos no pudieron estar junto a la bebé los primeros días. “Pero de este tiempo escojo quedarme con lo bueno, con todo lo que aprendí. Mi mayor lección es que debemos dejar que las cosas fluyan, no es necesario tanto control, porque al final el tiempo es de Dios”.

Revivir la ilusión de la maternidad

A Laura Cuevas de Álvarez la cuarentena le regaló una segunda oportunidad para disfrutar con mayor intensidad de la experiencia de la maternidad. Su hija mayor, Laura María, la hizo abuela. “Con ansias esperábamos la llegada de Ivana Marie. Con muchos planes de fotos en la sala de parto, flores, globos… Hasta que nos enteramos de la propagación de la pandemia del Covi-19, y con las medidas que se hacían pertinentes tomar para evitar el contagio, todo cambió”.

Es así como la futura abuela ve truncado el encuentro con su primera nieta y su entusiasmo se salpica por una pincelada de preocupación. “A pocos días del parto, la situación generó un dilema. Mi hija en cuarentena en Moca y mi esposo José Álvarez y yo en Valverde Mao con estrictas medidas de confinamiento y con la esperanza de poder acompañar a Laura María en ese momento importante”, narra.

Cuevas es Bioanalista en la Universidad autónoma de Santo Domingo (UASD) - Recinto Santiago y labora en el centro de Mao como docente y encargada de Investigación, así que tenía conocimiento del peligro al que la sociedad se estaba enfrentando, pero jamás imaginó la magnitud de los daños. “Gracias a la tecnología acortamos la distancia. Video llamadas y conferencias familiares hicieron más liviano el momento”, rememora quien también es madre de Ernesto José y Laura Massiel.

“Nos sujetamos a la oración desde que inició el proceso de parto, guiados por mi madre Olga, de 86 años, quien pedía a Dios que le permitiera conocer a su primera bisnieta. La familia completa se concentró en ese momento presente, todo lo demás quedó en segundo plano. César Iván nos mantenía informados y cuando escribió por el grupo que ya había nacido la niña y que todo estaba bien, no tengo palabras para describir la mezcla de sentimientos que se aglomeraron en mí. Emoción, alegría, nostalgia, gratitud... Cuando vi su foto el corazón quería salir de mi pecho”.

El periodo de emergencia y la pausa en las actividades comerciales, han permitido que Laura Cuevas disponga de más tiempo para disfrutar de su primera nieta. “Paradójicamente los hijos convierten a las madres en las personas más fuertes del mundo, pero ellos son nuestro punto débil”, concluye la feliz abuela.

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