Angelina Hernández: Una madre fortalecida por el dolor
Hasta ese momento todo va bien, el drama comenzó cuando me dicen que la niña se queda ingresada por siete días. Salí con el alma rota. No quiero ni recordar cómo me sentí. Los ojos nublados por la tristeza, dan múltiples respuestas.
Si las lágrimas que corrieron por mis mejillas hubiesen logrado borrar todo el dolor, tristeza y angustia que experimenté al parir en esta cuarentena, todavía estuviera llorando y sería un milagro, pero no fue así, dice Angelina Hernández, al narrar su viacrucis.
La historia de ella, me llega por boca de un familiar que vive en el sector de los Guaricamos, quien al igual que sus vecinos lamentan la experiencia que les voy a contar.
Cuando llegué al sector de Ponce, en donde reside Angelina, no me fue difícil encontrar la casa, pues las personas pululan por las calles como si lo de Covid-19 fuera una trama inventada por la ficción de un demente. Al llegar a su vivienda en un segundo la encontré sola, sola, con su hija en brazos, mirándola como si aun fuera una desconocida. Ensimismada de amor, por su Alanna Yarisa.
Angelina narra que esperaba su segunda hija, con toda la ilusión y cuidados médicos, propios de su condición de salud. Es diabética. La ingresaron el 31 de marzo, según estaba marcado en el calendario de sus record. Cuenta que la doctora que la atendía decidió hacerle un parto normal. Al no lograrlo desde las 6:00 de la mañana hasta las 9:20 de la noche, decidió hacer una cesárea y a las 9:33 se escuchó el grito de la niña. "Fue un día terrible, pues al ser diabética no podía durar tanto tiempo sin comer y ya estaba muy débil. La niña se me estaba yendo. Ya en la sala de recuperación comienzo a pensar de cómo sería estar allí esos días, con tanto casos de coronavirus y que pudieran contagiarse".
Hasta ese momento todo va bien, el drama comenzó cuando me dicen que la niña se queda ingresada por siete días. Salí con el alma rota. No quiero ni recordar cómo me sentí. Los ojos nublados por la tristeza, dan múltiples respuestas.
"Llegar a mi casa sin mi hija fue muy duro. Mirar todas las cositas que le había comprado y las interrogantes de su hija mayor preguntando por su hermana, me daban mucha nostalgia, unido a las malas noticias que se escuchaban día a día sobre la evolución del Covid-19, era más traumático".
A los 15 días comienza a sentir un dolor en el abdomen y drenando fluido por la herida. "Me ingresaron otra vez y me abrieron la herida con una tijera a sangre fría. Duré 11 días con la herida abierta y ahí hospitalizada. Yo pensé que me iba a morir. Con esta diabetes y mi hija en la casa. Pensé que no lo iba a superar, me dio una depresión por la situación que estaban viviendo, siendo lo más penoso el dejar mi hija al cuidado de su esposo, y una hermana".
Para su esposo, Ricardo Valdez, quien llegó en el momento de la conversación con un folder en las manos. "Esto ha sido terrible para mí. Los problemas de salud de mi esposa, más el hecho de no tener trabajo, ni recibir ninguna ayuda de las establecidas por el gobierno en esta pandemia, me han provocado mucha incertidumbre, aunque no pierdo la esperanza de retomar todos los planes que teníamos".
Al igual que Angelina, mientras daba de comer a la niña, mientras la mamá estaba ingresada, solo pensaba en qué pasaría de enfermarse o morir y dejar su niña tan pequeña
"Mi mayor temor era ser contagiado del virus, pues al hospital llegaban muchas mujeres que, incluso daban a luz en emergencia y en la ambulancia, sin hacerles la prueba, por la naturaleza de la situación", cuenta.
Ambos tienen hijas mayores, pero cada nacimiento marca de forma especial a los padres. "A todo esto, el sufrimiento no me ha quitado la felicidad de ser madre, la esperanza de verla crecer sana y la ilusión de que todo va a cambiar y tendremos un mejor mañana", sostiene la pareja