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ARTES

Un recorrido por el mundo de Celeste Woss y Gil

Mucho se ha escri­to sobre la artis­ta Celeste Woss y Gil, nuestra primera figu­ra femenina dedicada de manera profesional a las artes visuales. Ar­tículos, documentales, libros y ex­posiciones recogen la majestuosi­dad de su obra. Ella, junto a otras mujeres, fue fundadora del movi­miento Acción Feminista Domini­cana, desde donde se impulsó el voto femenino.

Detrás de esa valiente, inno­vadora y talentosa mujer, tam­bién había un ser humano ex­traordinario. Francis Woss y Gil Ortiz, sobrino nieto de la artis­ta, rememora que Celeste era disciplinada, culta, familiar, tranquila y apreciaba las bon­dades de la naturaleza. “Su fru­ta preferida era el níspero, tanto así que en la casa donde vivía­mos se sembró un árbol para te­ner la fruta a su alcance”.

En ese entonces residía en la calle César Nicolás Penson es­quina Federico Henríquez y Carvajal. “La casa contaba con un área separada, tipo estudio, donde realizaba sus obras; este espacio era completamente pri­vado y exclusivo para su proce­so creativo. Tía Celeste pintaba ‘por amor al arte’, nunca ven­dió sus lienzos, aunque sí do­nó algunos a entidades especí­ficas. Sus temas preferidos eran los retratos y desnudos; sin em­bargo, pintaba también bodego­nes, frutales, florales, paisajes y mercados. En sus últimos años mi padre, Jorge Augusto Woss y Gil, le leía el periódico porque le gustaba estar actualizada. Para mí, igual que para mis hermanos y padres, es un orgullo ser fami­lia de esta gran artista de apor­tes extraordinarios al arte domi­nicano”, narra Francis.

Celeste Woss y Gil fue también una gran maestra, primero en su propia academia y, luego, en la Es­cuela Nacional de Bellas Artes. Para evocar esa dedicación al magiste­rio, Marianne de Tolentino, direc­tora de la Galería Nacional de Be­llas, cita las palabras expresadas poco tiempo antes de su partida, por el pintor Fernando Peña Defi­lló, alumno aprovechado y agrade­cido: “Celeste ha sido y sigue sien­do la gran pintora dominicana de todos los tiempos, técnica perfecta dentro del estilo de su época. Osa­da, pintaba temas de desnudos fe­meninos de mulatas en una época tan difícil como en la que le tocó desarrollar su arte. Era de una pres­tancia física imponente. No era muy dada a propinar elogios que no sintiera sinceramente. Austera, pero de agradable trato. Era muy apreciada por sus alumnos y espe­cialmente por mí. Como ya he con­tado numerosas veces, cuando su­po que me marchaba para Madrid, recuerdo siempre como ella, para mi gran sorpresa, reconoció mi ta­lento y me reprochó que me fuera a España y me volviera un pintor es­pañol, y yo le dije que no, que vol­vería sin fijar límite de tiempo, pe­ro que yo sería definitivamente un pintor dominicano”.

Tolentino sostiene que algo similar habría sucedido con Celeste Woss y Gil. Su carrera pudo ascender exi­tosamente en el exterior, adoptan­do hasta una expresión pictórica contemporánea. Pero ella decidió definirse como pintora nacional, contribuir al arte de su país en ofi­cio y enseñanza, y mantener valo­res perennes de ética y estética.

Su obra favorita Francis Woss y Gil Ortiz conserva 40 de las obras inéditas de la artista. Lo que define como un privilegio. “Par­ticularmente mi favorita es un se­midesnudo, por la precisión del tra­zo, juego de sombras, manejo de la expresión y novedad de poner a po­sar un hombre en vivo para hacer es­te cuadro, algo osado para la época. Para ella - agrega - cada obra era es­pecial y obedecía a un contexto y mo­mento particular, realmente no re­cuerdo que en alguna tuviera una preferencia. Sin embargo, sé que le fascinaban los desnudos y los rostros de personas mulatas”.

Su sobrino nieto valora la elegancia y solidez en los trazos, su gusto re­finado y la expresión de sus figuras que fluyen en giros de movimientos enérgicos. “Pintó siempre con emo­ción porque amaba el arte como a su propia vida”.

La voz experta Para Marianne de Tolentino, di­rectora de la Galería Nacional de Bellas Artes y miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, Celeste Woss y Gil es no solamente una figu­ra magistral, sino, además, in­comparable en la historia del ar­te dominicano. Demostró una entrega continua. Se expresó en la vida, en la enseñanza, en las ideas. Podemos agre­gar otra causa: la lucha mili­tante por los Derechos de la Mujer-. Sin subversión esté­tica, el proceso creador avan­zó y continuó al compás de los años, mientras la belleza jamás se apartó ni se desvaneció….

Maestra insuperable en la ana­tomía, sea del rostro o el cuer­po, Celeste Woss y Gil dibujaba con una precisión increíble, con energía y fervor. Cuando pinta­ba, acentuaba la fuerza de su di­bujo por el lenguaje del color, la sustancia del óleo, el virtuosis­mo de una pincelada controlada y flexible. El acabado y la limpi­dez son impresionantes. La luz transparente alcanza zonas de sombra y resurge luego más bri­llante en el claroscuro. ¡Nuestra mirada se prolonga, atraída na­turalmente!

De los protagonistas de su mundo emerge la vitalidad. De los retra­tos, simbiosis entre parecido físico y sicología de la persona, a las es­cenas cotidianas y los magníficos desnudos, desplegados o acucli­llados. En distintas actitudes en­contramos el mismo rigor, la mis­ma singularidad. Ella fue pionera en el dominio del cuerpo humano femenino, el desnudo del natural, en incluir negras y mulatas entre sus modelos.

PERFIL Nació en Santo Domingo el 5 de mayo de 1891. Hi­ja del presidente Alejan­dro Woss y Gil y de Maria Ricart Pérez. Cursó sus pri­meros estudios de arte con Abelardo Rodríguez Ur­daneta y luego en la Aca­demia de Bellas Artes de Santiago de Cuba.

Después de viajar por Eu­ropa, donde tuvo la opor­tunidad de ponerse en contacto con la actua­lidad pictórica del mo­mento y escoger del im­presionismo francés sus mejores recursos de ilu­minación, utilizando to­nos neutros, terminó sus estudios de arte en ‘The Arts Students League’, de Nueva York, con notas sobresalientes.

Expuso en Santiago de Cu­ba en 1911 y 1912; y en los Estados Unidos en 1923 y 1939. Su primera exposición individual en Santo Domin­go fue en 1924. Ganó un im­portante premió en la Bienal Nacional de 1942. Falleció en Santo Domingo en 1985.

FRANCIS WOSS Y GIL De Cerca Recuerdos Mi tía Celeste tenía más de cinco años sin salir de la casa, no se animaba por­que ya tenía problemas en la vista, y recuerdo que, junto a mi padre, después de varios días tratando de convencerla, logramos darle un paseo por la ciudad. Cuando sa­lió, quedo asombrada de lo mucho que todo había cambiado.

Hay una anécdota que aunque per­sonalmente no la viví, siempre escuché a mi madre contarla. Tía Celeste era tan peculiar que organizó una celebración de divorcio más grande que el mismo matri­monio e invitó a su ex esposo.

Falleció a los 94 años, en paz y de vejez, en compañía de todos los que la amába­mos. Años antes de su muerte, al pregun­tarle por qué ya no pintaba, me respondió que su pulso y su vista la traicionaban. Es­taba ciega, y eso fue algo que me impactó mucho porque disfrutaba tanto el arte y la naturaleza, es penoso que en sus últimos años no pudo contemplarlo.

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