EXPERIENCIA
Abuelos: besos, abrazos y acurruques sin importar la distancia
Gonzalo tiene tres años y Amaia uno. Cada mañana, a través de videollamada, sus abuelos Soraya y José Mármol les cantan canciones infantiles; les muestran algunos de los juguetes que guardan en la casa; les enseñan los colores de las frutas, de las flores y plantas que tienen en el apartamento.
La familia está cumpliendo con las recomendaciones de cuidado emitidas ante la pandemia de coronavirus, y se han quedado confinados en casa. Pero el distanciamiento físico no implica distanciamiento social, y a través de aplicaciones como Skype, FaceTime, o Zoom, muchos abuelos logran mantener el vínculo con sus nietos.
“Ser abuelos en tiempos de la Covid-19 ha sido un desafío emocionalmente oneroso para nosotros. Nos hacen falta nuestros nietos, visitarlos, recibirlos en casa, dedicarles tiempo, que se queden a dormir y cuidarlos, abrazarlos, mimarlos”, comparte José Mármol.
A los Mármol, como a miles de familias en el mundo, la pandemia los ha forzado a un cambio severo en su estilo de vida. “Hemos debido incorporar el teletrabajo y asumimos con responsabilidad individual la necesidad de quedarnos en casa y practicar los protocolos de higiene y prevención. Dentro de las obligaciones diarias están las conversaciones con nuestros hijos y nietos, por la mañana y al finalizar la tarde, antes de que los niños se vayan a la cama”.
La psicóloga especialista en primera infancia, María Paula Gerardi explica que en este proceso de confinamiento es necesario aclarar a los niños que no son responsables del distanciamiento. “Es importante que los niños entiendan que no poder ver a sus abuelos en forma presencial no tiene nada que ver con algo que ellos hayan hecho. Podemos decirles que los abuelos, al ser más viejitos, tienen más posibilidad de enfermarse. Por eso, como queremos cuidarlos, por un tiempo vamos a verlos de una manera diferente”.
Una nueva sensación “A los niños les encanta que le pongamos en pantalla la carita de Lola, nuestra perrita pequinesa, y mi pelota de hacer ejercicios de espaldas, a la que llaman ‘caca’. Soraya le pone música y bailan. Con Gonzalo, que es muy parlanchín, por la mañana le preguntamos qué ha desayunado, qué va a hacer de actividades del colegio; también jugamos con él, porque es creativo, y nos pone a dar vueltas en la casa o él corre en la suya y lo seguimos en pantalla; nos hace que lo veamos jugar con sus pistas de carritos o su balón de fútbol y su portería. Hace un par de días nos pidió que cantáramos canciones de Navidad y organizó un cumpleaños, con dulces y todo, en su apartamento, del cual participamos. Al caer la tarde, les hablamos de nuevo y desde sus camitas leemos cuentos con sus padres y con ellos. Ambos adoran El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, al que Amaia llama “Pito”, y a Gonzalo también le gustan “Tumtum”, el elefante y “Timoteo”, el cerdito”, relata José Mármol, quien ha tenido que combinar su vida de abuelo con su rol de ejecutivo en una entidad bancaria.
“Los niños necesitan lo visual, agrega la psicóloga Gerardi, es recomendable cantarles canciones tradicionales, o algo tonto. La risa es una buena terapia”.
Otra sugerencia de la experta, es compartir a la hora de los alimentos. “Programe su videollamada durante una comida. La conversación es más natural cuando los niños se sienten cómodos”.
HISTORIA Otro testimonio En el hogar de Lourdes Estrella la historia es similar. Ella recién se estrena de abuela. Santiago Andrés tiene apenas tres meses. “Dentro de toda la emoción de tener en mis brazos el anhelado primer nieto, y después de dos meses viéndolo a diario, de repente tuve que alejarme por la cuarentena. Estaba muy triste. Luego, enfermé con neumonía, lo que acrecentó la pena de ni imaginar poder abrazarlo. No pude estar presente para celebrar su tercer mes, pero agradecida de Dios de que todos estamos bien. A diario lo veo por videollamada, y le canto ‘Linda Manita’, como siempre lo hacía. Cuando él sonríe estoy feliz, lo siento cerca gracias a la tecnología”, relata Estrella.
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