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Meghan y Enrique, los duques de Sussex, ejercen de turistas en la Alcazaba de Rabat en Marruecos

El príncipe Enrique (i) de Inglaterra y su esposa, Meghan, duquesa de Sussex, visitan, este lunes, los jardines andalusíes de Rabat (Marruecos). EFE/ Facundo Arrizabalaga.

Fatima Zohra Bouaziz(EFE) Rabat

Los duques de Sussex, Enrique y Meghan, descubrieron en su último día de visita a Marruecos, la famosa Alcazaba de los Udayas, uno de los lugares emblemáticos de la capital marroquí, donde recorrieron su jardín andalusí y descubrieron como turistas la artesanía del país.

A su llegada a esta fortaleza fundada en el siglo XII por los moriscos expulsados de España y considerado uno de los monumentos más antiguos de Rabat, la pareja británica fue recibida a ritmo de música "gnawa", de indudable sabor africano.

Dentro del jardín se había organizado una pequeña demostración de las diferentes disciplinas de la artesanía marroquí, distribuidas en puestos a imitación de los barrios que los distintos oficios ocupan todavía en las medinas y los zocos de Rabat, Marrakech y Fez.

Meghan y Enrique paseaban de un puesto a otro mientras escuchaban las explicaciones de los artesanos sobre su trabajo de tradición centenaria y que los singulariza dentro del mundo árabe.

Los artesanos celebraron la visita de los duques de Sussex con gestos de hospitalidad y les regalaron artículos que se llevarán como souvenirs de su estancia magrebí: un "puff" de cuero cosido a mano, una bandeja de bronce, y unos cuadros con los nombres de la pareja escritos en caligrafía árabe.

En cada ocasión, Enrique saludaba "a la marroquí", llevándose la mano al corazón tras estrechar la de su interlocutor e inclinando levemente la cabeza, un detalle que no pasó inadvertido.

El príncipe ha mostrado durante su viaje un gran interés por las tradiciones marroquíes -como las que rodearon la ceremonia de la "henna" de Meghan-, y no ha dejado de comer los dátiles que en cada momento le presentaban, mientras que Meghan, con su embarazo de siete meses, declinaba cortésmente cada ofrecimiento.

Los marroquíes no olvidarán estos gestos, pues en su cultura es muy apreciado el huésped que toma lo que se le ofrece, mientras que el que rehúsa, por muy educado que sea, suele ser tachado de distante.

El último día de la estancia de la pareja británica en Marruecos, había empezado con una visita a la Federación Real Ecuestre donde el matrimonio pasó revista a los pura sangre árabes, antes de escuchar una disertación sobre la equinoterapia, un método usado para promover la rehabilitación física y mental de los niños discapacitados.

Harry y Meghan -que hoy llevaba un cómodo atuendo compuesto por una chaqueta militar, una camiseta de rayas y pantalón negro, que cambió por otra ropa algo más elegante en la alcazaba- descubrieron las instalaciones de la federación y los caballos del lugar, unos animales por los que británicos y árabes comparten pasión.

La pareja también tuvo su "momento gastronómico", ya que habían preparado para ellos una demostración culinaria con los principales platos y dulces del país magrebí, orquestada por el Chef Moha, uno de los más reputados a nivel internacional.