DE CERCA

Estado actual: ¡Me duele el alma!

Cuando me enteré de la muerte de Andreea Celea, la joven de 21 años de origen rumano que al parecer fue asesinada por su pareja, con quien había vivido una complicada y tempestuosa relación sentimental, me cuestioné como mujer, como madre y como ente social.

Andreea bien podría haber sido mi hija, mi hermana, o mi sobrina. Escuché a su madre desgarrada por el dolor clamando justicia y se me hizo un nudo en la garganta. Ella explicó que la familia no estaba de acuerdo con la relación porque desde sus inicios primaron los actos de violencia y los abusos verbales que incluso, habían dado lugar a solicitudes de alejamiento y de protección que finalmente resultaron infructuosas.

Andreea es una de miles de mujeres que a diario son víctimas de un sistema en el que impera el irrespeto a la vida y que apoya un sinnúmero de acciones que se hacen ‘en nombre del amor’. ¡Caramba, Andreea!, el amor no duele, no daña, no entorpece tu crecimiento, no te restringe, ni troncha tu vida, cuánto lamento que no te dieras cuenta a tiempo.

Con la etiqueta #JusticiaporAndreea, cientos de personas se han unido al movimiento que pide justicia a través de las redes sociales de Instagram, Facebook y Twitter, para que este caso no sea uno más de las estadísticas nacionales.

Lo preocupante del asunto, es que ella contaba, a través de mensajes de voz, cómo era maltratada continuamente, y lo hacía de una forma tan natural que aterraba escucharla, como si entendiera que era merecedora de lo que estaba pasando. Pese a que cada vez son más las mujeres maltratadas que se atreven a alzar su voz, todos sabemos que muchas otras siguen calladas e inmersas en un círculo agobiante del que les es difícil salir por diversas razones, y las cuales no tengo ningún derecho de juzgar. Pareciera fácil saltar de la situación, pero no es tan simple. Solemos pensar a la ligera que las mujeres maltratadas solucionarían su situación si denuncian, que no hay razones para el aguante, que deben pensar en ellas y en sus hijosÖ y otros mensajes que, pese a las buenas intenciones, olvidan que la sociedad dominicana está plagada de viejos prejuicios y valores que chocan entre sí con la falta de orientación sobre el tema.

Yo también me he enamorado y sé que la mujer no inicia un vínculo con quien cree que se convertirá en su agresor; la violencia progresa silente conforme la relación se va haciendo más compleja. La violencia es incompatible con la idea de un proyecto conjunto de confianza y futuro.

No pretendo explicar cuáles son las causas que provocan que las mujeres maltratadas permanezcan privadas de su derecho a vivir una vida libre de violencia. Pero sin duda el silencio es siempre cómplice del maltrato.

Una amiga psicóloga comentaba que los modelos teóricos que pretenden explicar la permanencia de la mujer en la violencia de género, parten de que la situación de es desventajosa para quien la sufre. A medida que el contexto se prolonga, la expectativa sobre un cambio favorable disminuye y aumenta el riesgo de que la situación continúe. La acción más congruente sería abandonar, sin embargo, la mujer prosigue en esta relación violenta. Esto es lo más perturbador para quienes vemos desde afuera. ¿Por qué la mujer rompe con esta lógica? ¿Por qué no abandona en un primer momento la relación?

¿Qué es lo que pasa por la cabeza del hombre que has elegido como compañero de viaje para que llegue a menoscabar por completo tu autoestima, te hiera física y psicológicamente, e incluso dañe directa o indirectamente a los niños que ambos, por lo general, decidieron traer al mundo? Por desgracia las respuestas no las tengo. Como madre de varones cada día les repito el significado verdadero de amar y todo lo que este sentimiento implica. Deberíamos hacer un esfuerzo, y con la misma constancia que enseñamos a los niños y niñas a cepillarse los dientes, educarlos sobre la importancia de aprender a amarse a sí mismos, de poner límites sanos y de respetar el valor de la vida. Así, estaremos contribuyendo para no tener que llorar a ninguna otra Andreea.

¡Hasta el lunes!

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