Algo qué contar

Mi carta a los Reyes Magos

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ivelisse Villegassanto domingo

Las hojas de los árboles en el suelo, las grietas de mis labios por el frío, el tono gris de la tarde al morir, y las peleas con las sábanas por no querer levantarme presagiaban que se avecinaba la tormenta emocional más significativa de mi vida: La Navidad.

Año tras año la espero con ansia. En mi infancia porque era la única época en la que estrenaba ropa sin compromisos, comía manzana y me daban el permiso de visitar a los vecinos sin remordimientos para desearle un feliz Año Nuevo, abrazarlos, y por supuesto, recibir mi ‘setren’, costumbre pueblerina en la que los padrinos les hacían un regalo a sus ahijados.

Terminados estos días de gozo y, siendo honesta, llegaba mi ilusión perenne. La de todo niño: la posibilidad de que los Reyes Magos visitaran mi hogar, hecho que nunca sucedió. Eran días de magia, creía en la historia, y lo esperaba, pese a la desilusión del año anterior. Religiosamente ponía debajo de la cama, el día anterior, un vaso con agua y ramitas, acompañado de una cartita en la que pedía una muñeca. ¡Siempre era una muñeca! Pasaron los años y con ellos murió la ilusión de ver al despertar el juguete que tanto anhelaba.

Así llegaba otro año y seguía acariciando la muñeca de trapo que nos hacía mi querida tía materna, Genara, y los que me regalaban mis tíos y abuelos, entre ellos yas, pimpón, juego de cocina y más tarde se sustituyó por un calderito y un anafito pequeño.

Hoy vuelvo a acariciar los cabellos de hilo entre mis manos. No por intención de la tía, sino por una institución que me la regaló. Cuando la recibí me quedé atónita y llegaron a mi mente los recuerdos que hoy les cuento. Es una lección de vida al descubrir el valor sentimental de un regalo que en un momento no valoré, y ahora añoro con todo mi corazón por esos momentos vividos, por lo feliz que era… al disfrutar toda clase de juegos como ‘trúcamelo’, la cinta de colores, el topa’o, las escondidas, una, dos, tres pisacolá, entre otros, y mis hermanos felices con su trompo, carritos de semillas de javilla, gomita, losa, en fin, cuánta nostalgia.

La visita de los Reyes Magos me traerá siempre gratos recuerdos, pues despierta en las personas lo importante de agradar a los niños con juguetes de su predilección, para que así puedan disfrutarlos y, de adulto tener recuerdos y anécdotas para contar...