Algo que contar
Mary Pérez de Marranzini: Más íntima
“Para tener una entrega como la mía, debe haber vivido mi experiencia”.
Con el tiempo nos damos cuenta, que pese a que vivimos en un mundo en el que predominan las palabras de desánimo, violaciones a la moral, desastres naturales y falta de amor hacia el prójimo, debemos sentirnos bendecidos de tener entre nosotros un ser extraordinario como Mary Pérez de Marranzini, quien con sus acciones ha transformado la vida de miles de personas.
La enfermedad de un hijo fue la génesis de una lucha por buscar el bienestar de quienes padecían lo mismo. Ella es la risiliencia hecha persona.
De su obra se ha dicho todo… Pero de lo que ella siente como madre, mujer y ser humano, se habla muy poco. No por falta de interlocutor, sino porque desvió este trayecto hacia un propósito concebido con perseverancia y rectitud.
A menudo, a Mary Pérez de Marranzini se le olvida contar sus vivencias personales, es más proclive a conversar sobre la Asociación Dominicana de Rehabilitación, entidad, que aunque no lleva su nombre, solo una foto colgada en la pared, cada rincón tiene atrapado sus sueños e ideales más recónditos hechos realidad.
Nos recibió en su apartamento y con un cordial saludo nos hizo pasar. Inmediatamente afiancé mi admiración hacia esta mujer, que encierra una longevidad con sapiencia. Ataviada con un traje azul, su color favorito y a paso lento, sin despojarse del entusiasmo del momento, posó para la cámara de Las Sociales en su balcón, que está frente a un parque que le regala una vista espectácular y sus frondosos árboles le recuerdan sus momentos de plenitud vividos en Constanza y Jarabacoa, pueblos predilectos para estar en familia.
Me contó que está felíz, porque cuando apagó la velita de su cumpleaños 91, le pidió a Dios que los días que le faltan por vivir le permita ser una persona útil para seguir haciendo lo que le gusta: Servir a los demás.
Cuando me dijo esto, la miré fijamente buscando más emociones en su rostro. Solo encontré una tenue sonrisa y una mirada profunda con un discreto destello de brillo en sus ojos, tan pausado y natural, como su esencia misma.
Pese a tener un norte definido en ADR, su familia es su motor y fuente de inspiración. Sus hijos Constantino, Alfredo, Andrés y Celso Marranzini Pérez, este último el instrumento que Dios usó para que ella encontrara sus propósitos de vida.
Cuando tenía 4 años le dio Polio y tuvo que viajar a Estados Unidos para recibir terapias, porque para la época el país no tenía donde dar esta atención. Así nació esta obra, emulada en la visión de Franklin Delano Roosevelt, único presidente que tuvo Estados Unidos en ganar cuatro elecciones en una silla de rueda y afectado por Poliomilitis, una enfermedad viral que ataca los nervios y puede llevar a una parálisis total o parcial.
Esposa de Constantino Marranzini, quien murió en el 1993. Nos dice: “Sigo amando sus recuerdos de buen bailador, hombre dinámico y gran colaborador en esta causa, que también hizo suya”.
Con palabras bien pensadas sostiene que si volviera a nacer, volvería a recorrer los mismos caminos y en la misma dirección. “No cambiaría nada. Mi obra valió la pena. Son 54 años brindando servicios en la capital y 32 centros distribuidos en todo el país”. Cuando recorro los pasillos y veo los rostros de padres acompañando a sus hijos con la esperanza de un cambio, de una mejora en su estado de salud, es la recompensa de mi sacrificio a la renuncia de otros sueños personales.
Sus días de diversión están sujetos a la agenda familiar que se circunscribe a los viajes con Celso y a sus pasadías familiares en Jarabacoa, Constanza y Juan Dolio. Le pregunto que si le gusta bailar, ríe a carcajadas y dice... “un poquito”.
Un Consejo
A los padres que atiendan a sus hijos y puedan darles las oportunidades para que se realicen en todos los aspectos de sus vidas, que la discapacidad física no tiene que estar atada a la emocional.
“Si un día me toca la hora de partir de este mundo terrenal me voy tranquila, porque dejo la entidad en manos de médicos, profesionales, y de mi familia, en quienes deposito el legado de haber iniciado en Republica Dominicana un servicio integral para las personas con discapacidad física”, dijo mirando hacia una mesa colocada en el centro de la sala, donde fotografías de sus 21 biznietos, 14 nietos y sus cuatros hijos con sus respectivas esposas.
Todos los días visita rehabilitación. Mientras la mente está clara, no hay problemas, en la tarde visita una plaza comercial a comerse un helado, -le encanta el de chocolate- y a veces, se va a visitar algunos de los nietos.
Los domingos son los días de familia, para almorzar, compartir y hacer cuentos, lo que la llena de mucha satisfacción, dice que van todos; y que nunca ha tenido problemas con ninguna de las nueras.
Insististe en brindarnos algo, a lo que accedimos por la forma tan gentil de hacerlo. Ya casi llegado el mediodía nos despedimos con la promesa de volver…