Las Sociales

DE CERCA

Sin tiempo para despedirse

Dejó la puerta entreabierta, porque estaba seguro de que volvería. Dejó sobre su escritorio los pendientes más urgentes para darle seguimiento a su regreso. No habló de instrucciones permanentes, no era necesario, a su regreso resolvería todo lo inconclusoÖ y se fue. Salió con ganas de presentarse un lunes cualquiera y reintegrase a la jornada laboral. Dar el todo por el todo en busca de la excelencia de las operaciones, y dejar hasta la última gota de sus fuerzas en el sillón para continuar al día siguiente. Pero no fue así, nos quedamos a la espera de su regreso. No tuvo tiempo de despedirse de aquellos que por casi 20 años estuvieron a su lado, de aquellos que día a día se hacían cómplices de su éxito, ni de aquellos a quien tanto les enseñó. No tuvo tiempo de recorrer sonriente los pasillos para decir adiós.

Cuando de dolorosas realidades se trata de lo que más seguros estamos es que algún día y en alguna circunstancia no esperada ni determinada, tendremos que afrontar la muerte como un hecho ineludible, sea porque tengamos que padecerla, o porque nos sea ‘robado’ alguien por quien sentimos aprecio. La fragilidad de la vida pone al descubierto nuestras debilidades como seres humanos. La muerte nos hace reflexionar sobre muchas cosas, pensar si estamos yendo por la vida como una máquina en automático, o estamos disfrutando el momento. Será que vivimos tan concentrados en nuestra propia vida que no tomamos en cuenta a quienes nos rodean. Hemos sido capaces de contribuir para cambiar la vida de alguien, o solo hemos aprendido a perder el tiempo.

En las empresas las pérdidas permanentes no tienen espacio. Es difícil en este contexto asumir la realidad de la muerte como parte de la esencia de la humanidad. ¡No te lo imaginas! Y es que con los años y la cotidianidad de las labores nuestros compañeros de trabajo se van convirtiendo en miembros de nuestro clan familiar. Pasamos la mayor parte del tiempo que estamos despiertos junto a ellos, forjando lazos especiales de confianza y amistad que son distintos de todas nuestras demás relaciones.

Por eso estamos tan afligidos. La noticia nos dejó pasmados. Un gran compañero se ha ido, y debemos darle permiso a la tristeza para que entre en su departamento, anuencia a las lágrimas para que expresen la pena, permiso al corazón para que lata fuerte. El duelo es un proceso lento y doloroso, pero sanador. La pérdida de alguien a quien apreciamos es uno de los mayores retos que podemos enfrentar como seres humanos, y cada quien lo asimila de una manera distinta. El ingeniero Gálvez no está, pero nos dejó su esencia. Enganchado en el portatraje dejó su ímpetu, su energía y sus ganas de hacer que las cosas salieran siempre bien. Entre nosotros está su legado de compromiso y la responsabilidad y sabiduría que lo caracterizó como líder. ¡Claro que lo vamos a extrañar!, pero estamos seguros de que su presencia siempre estará aquí, en cada edición exitosa del LISTÍN DIARIO, y celebrará con nosotros cada primero de agosto, y se sentirá orgulloso por cada meta alcanzada.

¡Hasta el lunes!

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