Las Sociales

IN MEMORIAM

Doña Asela abrió las puertas a crónica rosa

SANTO DOMINGO.- Corría la década de los ochenta cuando emergió como primera dama Asela Mera de Jorge; desde su posición abrió las puertas del Palacio Nacional a la crónica social, dejándonos entrar a su hogar y a su corazón. De finos modales, hablar pausado, discreta y amorosa, Asela se convirtió en la mejor colaboradora de las cronistas de la época, quienes encontraron en ella, no sólo a la esposa del presidente Salvador Jorge Blanco, sino también a una amiga. Hoy que ha partido a los brazos del Señor, brotan a borbotones los recuerdos de una época donde se inició una nueva forma de hacer crónica social, esta vez sin antifaz, al lado del poder político. Ella fue la artífice para que su esposo, Salvador Jorge Blanco, presidente de la República, le diera la importancia y el valor profesional a la crónica social, ya que muchos entendían que era una especie de “Cenicienta del periodismo”. La llamada crónica rosa tuvo acceso a todos sus eventos, incluyendo los de carácter político. Cabe recordar la sorpresa que causó en las redacciones de los distintos medios de comunicación cuando llegaba una invitación, por primera vez las cronistas sociales eran invitadas con las mismas prerrogativas que los periodistas que cubrían la fuente palaciega a un viaje a Puerto Rico, este viaje fue el inicio de otros tantos con la pareja presidencial. Asela Mera de Jorge, con su testimonio de vida, fue enseñando el valor de la familia, de ahí que nadie se sorprendiera que fuera la inseparable colaboradora del Presidente de la República, por demás su esposo. Desde su función como secretaria particular de Jorge Blanco y madre de unos adolescentes. Orlandito y Dilia Leticia, llevaron la alegría a esas frías paredes del augusto Palacio Nacional. Era la primera vez en que nosotras veíamos lo que representaba una familia desde el poder con humildad, amor y valores. Muchas veces bromeamos con ella cuando le decía: “Doña Asela, usted es batuta y constitución en su casa, tal parece que Don Salvador no puede estar lejos de usted”, ella se limitaba a reír con cierta tímidez, pero sus ojos delataban el inmenso amor que se profesaban. El 28 de diciembre se convirtió para nosotras en una fecha muy especial, por primera vez nos dejaron traspasar su intimidad, entramos a su acogedor hogar para celebrar el cumpleaños de la Primera Dama. Así que sin planificarlo, cada 28 de diciembre y todos los Viernes Santo, donde degustábamos las tradicionales habichuelas con dulce, se convirtieron en dos fechas fijas en nuestros calendarios. AnécdotasUn buen día nos convocó a su casa donde pasamos a uno de sus refugios predilectos, su linda terraza, ahí nos dio la noticia de que la pequeña Dilia Leticia cumpliría sus quince abriles, lo que contagió también al bambú, el árbol que arropa toda la terraza, que con su melodioso sonido nos anunciaba que la lluvia se invitó. Reímos a carcajadas y algunas fuimos bañadas por tan inesperada visitante. La fiesta de la quinceañera se convirtió en el evento social más sonado y con razón, el mismo fue celebrado en el Palacio Nacional. Salvador y Asela, como típicos padres dominicanos, le hicieron inmensamente feliz, los chillidos de los adolescentes por primera vez se oyen, incluyendo la festejada, cuando entra a escena su ídolo, el famoso cantante mexicano Enmanuel. Doña Asela tenía estoicidad en todo lo que era su vida, nada presumida, su vestimenta clásica, atenta a todo; a veces una no sabía como podía cumplir tan cabalmente sus roles con tanta responsabilidad y pasión. Ella se interesaba más por la esencia de las personas y a pesar de tener el poder político y económico, nunca dio muestra de apego material. Era una mujer que podía sorprender desde una madura reflexión, un detalle por el nacimiento de nuestros hijos, hasta por una llamada inesperada. Aquella mañana cuando recibimos una invitación, en la cual la Primera Dama daría una noticia trascendental, de inmediato los teléfonos no dejaron de sonar, la curiosidad nos mataba hasta que llegamos a la oficina política de la pareja, y se reveló el misterio. Por primera vez una Primera Dama aspiraba a la senaduría del Distrito, el sorpresivo anuncio nos deja atónitas pero cuando comenzó su explicación fue que entendimos el compromiso que quería asumir por la mujer dominicana. La vida de Asela nunca fue rosa, solamente ella tuvo que cargar su propia cruz y lo hizo con valentía y dignidad. “Todavía recordamos cuando la familia Jorge Mera, junto a sus dos hijos, marcharon hacia Atlanta, ella en ese momento tomó el timón de su familia y lo hizo con fortaleza. Al cabo de algunos meses, estando el mismo grupo de periodistas invitadas por el Departamento de Estado, a través de USIS, hoy Centro Franklin, en Washington nos encontramos con Orlando Jorge Mera, quien estaba estudiando en esa ciudad. El encuentro saca a flote todo el cariño y respeto, el deseo de volver a ver a Salvador y Asela gana espacio entre nosotras. Al terminar el curso, tomanos un avión rumbo a Atlanta convirtiéndonos en el grupo de reducidas personas que tuvieron acceso a ellos. Hoy que despedimos a esta mujer excepcional, sólo nos toca decirle, gracias por habernos tomado de las manos a Zoila Puello, Cándida Ortega Aurora Rodríguez, Ninoska Manzueta, quien ya no está entre nosotros y quien escribe, por darnos su corazón, por dejarnos entrar por la puerta grande comenzando nuestras carreras, por su ejemplo, gracias por dejarnos una amistad tan hermosa con sus amados hijos, gracias por hacerle ver a su esposo Salvador Jorge Blanco, durante su mandato, el sello de dignidad, trascendencia y valor de la crónica social.

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