Biden y Trump: la diferencia entre dos señores muy mayores
Vaya por delante que me inclino a que se establezca una edad límite para presentarse a unas elecciones presidenciales. Al igual que en la mayoría de los trabajos está previsto que la vida laboral concluya alrededor de los setenta años —en muchas ocasiones las empresas ofrecen paquetes de prejubilación incluso antes— tendría sentido que un septuagenario ya no lleve las riendas de un país. Sin embargo, abundan los ejemplos de estadistas (excluyo a los dictadores) que han estado en el poder a edades avanzadas.
Estados Unidos vuelve a la misma encrucijada de hace casi cuatro años, cuando Joe Biden venció en las urnas a Donald Trump. Hasta ahora todo indica que Trump volverá a ser el nominado republicano y el actual presidente no ha dado señales de que no aspirará a la reelección en 2024. En estos momentos Biden tiene ochenta años y su principal rival republicano le pisa los talones con 77 años. Es decir, son dos personas de la tercera edad que acabarían un segundo término siendo consumados octogenarios.
En gran medida la percepción juega un papel importante en la política. Y actualmente la percepción de muchos votantes es que la mayor desventaja de Biden de cara a la reelección es su edad. Sin duda, se puede afirmar que su edad es provecta. Trump tampoco se escapa a esa demográfica, pero ha conseguido camuflar su incuestionable vejez. Por lo pronto, se tiñe el pelo de rubio y su tez tiene el color anaranjado que producen los bronceados en espray. Digamos que su look produce el efecto óptico de una falsa lozanía. Si se presentara con las canas que oculta y la piel blanquecina, veríamos a un sujeto de aspecto tan decano como el de su oponente demócrata.
También está la manera en que cada uno se maneja corporal y verbalmente. Biden, más enjuto y fibroso, se ajusta a la imagen de un anciano ágil por el ejercicio que hace. En cuanto a su manera de expresarse, su voz ha perdido fuerza, algo que suele suceder con el paso de los años, y no es proclive a grandes histrionismos en sus discursos o comparecencias. En cuanto a Trump, sus kilos de más le dan un aspecto más rozagante y en público cultiva una agresiva verborrea que puede confundirse con dinamismo. Grosso modo, así se presentan a los ojos de los electores estos dos hombres longevos que, si no hay imprevistos, seguramente acabarán viéndose cara a cara en la recta final de la campaña presidencial. Cabe esperar que el expresidente republicano no perderá ocasión de tachar a su oponente de “senil” y “vejestorio”. Fue una de sus tácticas contra Hillary Clinton —con el inri añadido de que era una mujer sin los “atributos” que subyugan al magnate neoyorkino— en la infausta campaña presidencial de 2016.
Aunque queda un año para las elecciones y en estos meses los reveses judiciales que enfrenta Trump pueden dar sorpresas, por lo pronto las encuestas indican que Biden está en apuros. Según una encuesta del New York Times-Siena College, en cinco de seis estados bisagra (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada y Pensilvania), el republicano aventaja al demócrata. Lo más preocupante es que entre los más jóvenes y entre minorías como los negros e hispanos —segmentos que en 2020 apostaron por Biden para evitar otros cuatro años de trumpismo— ahora no parecen tan proclives a darle nuevamente un voto de confianza. A pesar de que los números son indicativos de que la economía goza de buena salud, los votantes tienden a creer que el país no va por buen camino. Volvemos al aspecto de la percepción por encima de la situación real. Por supuesto, está el factor inevitable del desgaste y, en lo concerniente a los jóvenes progresistas que en su día votaron por Biden antes de permitir otro periodo de populismo derechista bajo Trump, el apoyo incondicional de esta administración a Israel en el conflicto palestino-israelí polariza al ala más a la izquierda en las filas demócratas. Puede que no voten por Trump, pero es posible que tampoco lo hagan por un candidato que para ellos representa más de lo mismo en su partido.
A fin de cuentas, buena parte de los estadounidenses considera que la edad avanzada de Biden juega en su contra. Lo cierto es que, con una diferencia de tres años, Trump anda en el mismo vecindario. Si los dos partidos no tienen otras alternativas en 2024, el actual presidente volverá a medirse con un exmandatario que, además de tener un complicado panorama judicial, es un instigador de golpes de estado, que desprecia los fundamentos más elementales del estado de derecho. En eso radica la diferencia más notable entre estos dos señores muy mayores.