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Los estudiantes universitarios necesitados de EEUU podrían perder vales de asistencia alimentaria

Durante la pandemia, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos relajó los requisitos de elegibilidad del SNAP para los estudiantes universitarios, con lo que permitió el ingreso de aquellos que reciben ayuda financiera sin el apoyo familiar esperado.

Una persona abre la puerta de una nevera en la que hay varios alimentos para estudiantes necesitados.

Una persona abre la puerta de una nevera en la que hay varios alimentos para estudiantes necesitados.AP

Criado por su abuela, el estudiante universitario Joseph Sais dependía tanto de los cupones de alimentos que pensó en dejar la escuela cuando se revocó su elegibilidad como beneficiario del programa de asistencia social.

Sais explica que, en medio de la pandemia de COVID-19, se le pasó una “carta importante” y perdió temporalmente su derecho al SNAP, un programa de combate a la pobreza mejor conocido como cupones de alimentos. “Hubo momentos en los que tenía que hacer un examen y, en lugar de centrarme en la prueba, pensaba en qué iba a poder comer esa noche”, declara Sais, que se graduó en Ciencias Políticas y Periodismo por la Universidad Estatal de Sacramento y ahora cursa el primer año de posgrado en la misma institución.

A Sais se le restableció la elegibilidad a principios de este año. Él es parte de un grupo en gran parte oculto y que los investigadores y los formuladores de políticas todavía están tratando de ayudar: estudiantes universitarios de tiempo completo que luchan contra una grave inseguridad alimentaria. Radha Muthiah, presidenta del Banco de Alimentos Capital Area, califica el asunto de una crisis oculta, “uno de esos problemas que surgieron de las sombras durante la pandemia”. Ella calcula que al menos el 30% de los estudiantes universitarios sufren de inseguridad alimentaria.

Durante la pandemia, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos relajó los requisitos de elegibilidad del SNAP para los estudiantes universitarios, con lo que permitió el ingreso de aquellos que reciben ayuda financiera sin el apoyo familiar esperado y cualquier persona que califique para programas de trabajo y estudio simultáneos, independientemente de las horas laboradas. Los investigadores estiman que, como resultado, se agregaron al programa hasta 3 millones de estudiantes universitarios.

Sin embargo, con el fin de la emergencia de salud pública, los estudiantes que ya recibían los beneficios del SNAP tenían hasta el 30 de junio para volver a certificarse y permanecer en el programa, según las reglas de la era de la pandemia. La elegibilidad ampliada de SNAP solo durará un año más, y todo el programa volverá a las reglas previas a la pandemia en diferentes momentos durante el año próximo, según los cronogramas estatales individuales.

“Potencialmente, miles de estudiantes universitarios podrían perder el acceso a este programa en los próximos dos meses”, alerta MacGregor Obergfell, subdirector de Asuntos Gubernamentales de la Association of Public and Land-grant Universities (Asociación de Universidades Públicas y Subvencionadas). “Va a venir en oleadas”, agrega.

Por lo pronto, las reglas ampliadas ya no se aplicarán a los estudiantes de primer año de universidad este año.

“De alguna manera comienza este desastre lento, en el que estamos volviendo a las antiguas reglas del SNAP, justo en momentos en los que obviamente está aumentando la necesidad de seguridad alimentaria”, alerta Bryce McKibben, director sénior de Políticas y Defensa del Centro Hope de la Universidad de Temple.

Hay evidencia anecdótica que indica que el hambre entre los estudiantes universitarios está aumentando debido a la inflación, señala Robb Friedlander, director de Defensa de la organización Swipe Out Hunger, que se enfoca en la inseguridad alimentaria universitaria. “Definitivamente, hemos visto un aumento masivo en el nivel de necesidad en los campus, desde los estados republicanos hasta los estados demócratas”, añade Friedlander.

La creciente conciencia del alcance del problema ha llevado a la creación de despensas de alimentos en los campus de cientos de universidades estadounidenses durante la última década, pero muchas de estas despensas, incluso en las principales universidades, se financian en su totalidad con donaciones, lo que limita su tamaño y escala.

Dado el horario irregular que a menudo define la vida de los estudiantes universitarios, algunas despensas en el campus han desarrollado modelos de servicio las 24 horas que no requieren la presencia constante de personal.

Cuando Sais no puede llegar durante horario normal, la despensa del estado de Sacramento le permite pedir comestibles en línea y recogerlos en un casillero. En la Universidad de Georgetown, la despensa financiada por donantes es una habitación cerrada con estantes de alimentos y artículos de tocador y un refrigerador para productos perecederos. Cualquier estudiante que solicite ayuda recibe un código para abrir la puerta y esencialmente puede entrar y salir cuando lo necesite.

Ahora estas despensas se están preparando para una nueva ola de necesidades, a medida que los estudiantes son eliminados gradualmente de las listas del SNAP. En abril, Swipe Out Hunger publicó un artículo en el que alertó a las universidades de todo el país que se prepararan para un pico de estudiantes necesitados.

“Ya está aumentando el movimiento en los bancos de alimentos y las despensas, a medida que los estados han estado cancelando antes de tiempo sus prestaciones de emergencia del SNAP”, advirtió el grupo. “Cuando estos beneficios de emergencia finalicen a nivel federal, prepárese para ver un aumento similar en la necesidad de los estudiantes en las despensas de los campus y otros programas de solución del hambre en los campus”.

Incluso con la relajación de las directrices de acceso al SNAP, muchos estudiantes denunciaron obstáculos burocráticos y frustración general al navegar por el sistema. Cuando Jessalyn Morales, estudiante de tercer año en Lehman College en el Bronx, se enfrentó a una repentina crisis financiera, le tomó meses y cinco solicitudes rechazadas para calificar para el SNAP. 

En un caso, cuenta, su solicitud fue rechazada porque no trabajaba suficientes horas, algo que debería haber sido imposible según las normas de la pandemia.

Cuando su dormitorio en Lehman College cerró el otoño pasado, los costos de vivienda de Morales prácticamente se duplicaron. Sobrevivió durante meses gracias a la despensa de alimentos del campus y los restos de comida de sus compañeros de cuarto.

“Tuve que elegir entre pagar el alquiler y poder comprar comida para la semana”, recuerda Morales, de 21 años. “Muchos de mis amigos no conocían mis problemas. Es un poco difícil para ellos entenderlo, la verdad”.

Morales comenzó a recibir los beneficios del SNAP en mayo. Ahora dice que puede extender su pago mensual de 260 dólares a dos meses de comida, si es necesario, “porque me he vuelto muy buena comprando y presupuestando”.

En entrevistas separadas, tanto Sais como Morales usaron el término “modo de supervivencia” para describir sus realidades diarias. Obergfell, de la asociación de universidades públicas, advierte que un estrés de este tipo tiene un efecto secundario indeseado: genera desesperanza entre el subconjunto específico de estudiantes que buscan títulos de estudios superiores para romper el ciclo de pobreza generacional.

“Necesitamos ayudar a estos estudiantes a permanecer y tener éxito en la universidad”, señala. “Los estudiantes necesitan que se atiendan sus necesidades básicas antes de que puedan estar completamente presentes y activos en el salón de clases”.

Como recuerda Sais, la mera supervivencia no debería ser el objetivo.

“A veces me gustaría prosperar en lugar de simplemente sobrevivir”, afirma. “Pelear toda tu vida es simplemente agotador”.

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