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A falta de agua en la Franja de Gaza, "o te duchas o te la bebes"

Muchos palestinos llevan días sin ducharse luego de que Israel cortó el agua, la electricidad y los alimentos tras el mortífero ataque de Hamás contra el territorio israelí el 7 de octubre

Un palestino lleva un bote de agua junto a los edificios destruidos en un ataque aéreo israelí en el campamento de Nuseirat en el centro de la Franja de Gaza, el lunes 16 de octubre de 2023Hatem Moussa

En el sur de la Franja de Gaza, donde decenas de miles de palestinos se encuentran refugiados, Assem se enfrenta a un dilema diario: bañarse o guardar el agua para beber.

Decenas de palestinos hacen fila frente a los baños. Muchos de ellos llevan días sin ducharse luego de que Israel cortó el agua, la electricidad y los alimentos tras el mortífero ataque de Hamás contra el territorio israelí el 7 de octubre.

"El agua es un problema", dice Assem, quien recibió en su casa de Jan Yunes a "invitados" de los barrios de Rimal y Tal al Hawa que huyeron de los bombardeos israelíes en el norte de la Franja de Gaza.

"Todos los días pensamos en cómo ahorrar agua. Si uno se ducha, no bebe agua", lamenta este habitante, que no reveló su apellido.

Ahmed Hamid se refugió días atrás en Rafah tras huir de su pueblo en Gaza.

"No nos hemos duchado desde hace días, e incluso para ir al baño tenemos que hacer fila", cuenta este padre de familia de 43 años.

Ante la perspectiva de una ofensiva terrestre contra el territorio palestino, el ejército israelí llamó el sábado a los civiles del norte de Gaza, 1,1 millones de los 2,4 millones de habitantes del enclave, a refugiarse en el sur.

"Humillados" 

Niños palestinos sentados sobre los escombros de un edificio destruido en un ataque aéreo israelí en el campamento de Nuseirat en el centro de la Franja de Gaza el lunes 16 de octubre de 2023Hatem Moussa

"No hay comida" y los precios de los pocos bienes disponibles se dispararon, reclama Hamid. "Lo único que encontramos son conservas, atún y queso".

"Siento que soy una pesada carga y no puedo hacer nada".

Periodistas de AFP vieron a miles de personas en las carreteras, así como en Rafah y Jan Yunes, durmiendo en los jardines de hospitales, en escuelas administradas por la agencia de la ONU para refugiados palestinos, Unrwa, o alojados con familiares, hacinados en pequeños apartamentos.

Desde el ataque sin precedentes de Hamás el 7 de octubre que dejó más de 1.400 muertos según las autoridades, Israel estrechó el cerco de la Franja de Gaza, donde los bombardeos israelíes han dejado 2.750 muertos, de acuerdo con las autoridades locales.

Israel indicó el domingo que restablecería el suministro de agua en el sur de la Franja de Gaza. El municipio de Bani Suheila lo confirmó pero se desconoce si se dio en todas las localidades del sur.

Mona Abdel Hamid, de 55 años, se refugió con familiares en Rafah, pero luego se encontró como "invitada" en casa de gente que no conoce.

"Me siento humillada y avergonzada. No tenemos mucha ropa, la mayoría está sucia y no hay agua para lavarla. No hay electricidad ni agua ni internet. Siento que estoy perdiendo mi humanidad", expresó.

"Dónde está la humanidad"

Sabah Mousbeh, de 50 años, encontró refugio en casa de amigos en Rafah junto a una veintena de familiares, incluidos su esposo e hija.

"Lo peor y más peligroso es que no tenemos agua. Ninguno de nosotros se ha bañado porque el agua es escasa", explicó.

Aunque decenas de miles de personas huyeron al sur del territorio, la fuerza aérea israelí no dejó de atacar ciertas regiones en el sur.

El domingo fueron bombardeados Rafah y Jan Yunes.

"Mira la destrucción masiva. Ellos dicen que aquí hay terrorismo", grita Alaa al-Hams mostrando los escombros de un barrio atacado en Rafah.

"¿Dónde está la humanidad de la que hablan? ¿Dónde están los derechos humanos? Aquí todos son civiles, no están vinculados a ningún grupo, pero han muerto (en los ataques). Están todos muertos", expresó.

En medio de las ruinas de su casa en Rafah, Samira Hassab declara: "¿A dónde vamos? ¿Dónde están los países árabes? Nos hemos pasado la vida en la diáspora. Nuestra casa, donde vivían todos mis hijos, fue bombardeada".

"Dormimos en la calle y no tenemos más nada", deplora. "Mi hija tiene cáncer, no la puedo llevar al hospital y yo misma sufro de hipertensión y diabetes".

Aún así, se repone y hace el signo de la victoria al lado de sus nietos. "No me iré, pase lo que pase, aunque me muera. Pediremos pan a los vecinos pero no renunciaremos ni a un grano de nuestra tierra".

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