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El asesinato de Villavicencio no aplaca a un Ecuador que continúa en aparente normalidad

Martha Pazmiño ha acudido como cada fin de semana a su puesto de artesanías en el centro de la capital; "el que no vende, no tiene", justifica.

Tras el asesinato de Villavicencio, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, decretó el estado de excepción, pero lo modificó el jueves permitiendo las reuniones.

Tras el asesinato de Villavicencio, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, decretó el estado de excepción, pero lo modificó el jueves permitiendo las reuniones.AFP

"A dólar, a dólar", se escucha en el centro de Quito, donde la vida sigue con normalidad, a pesar del asesinato de uno de los candidatos a la Presidencia de Ecuador, Fernando Villavicencio, y donde los temores por el empeoramiento de la situación de seguridad en el país subyacen pero no aplacan.

Sólo una bandera a media asta en el Ministerio de Gobernación, en la céntrica plaza de la Independencia, indica sutilmente que la campaña presidencial dio un vuelco el pasado miércoles, cuando presuntos sicarios colombianos asesinaron a la salida de un mitin a Villavicencio, un periodista y férreo opositor del expresidente Rafael Correa (2007-2017).

Martha Pazmiño ha acudido como cada fin de semana a su puesto de artesanías en el centro de la capital; "el que no vende, no tiene", justifica.

"Estamos todo el país consternado. Nunca en el país se esperó vivir esa situación tan grave, tan espantosa, pero aquí la gente está en las actividades normales, siempre con precauciones", dice a EFE esta comerciante que vende tapetes de ganchillo y muñecas para vestir botellas que teje su madre.

LA SOMBRA DE LA INSEGURIDAD

Tras el asesinato de Villavicencio, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, decretó el estado de excepción, pero lo modificó el jueves permitiendo las reuniones. En medio de ello, Martha, como otros ecuatorianos, quiere seguir ganándose la vida.

Además, hay quien ha aprovechado el puente -el viernes fue feriado por el Primer Grito de Independencia- para salir a hacer las compras para el inicio del curso, como Alexis Carrillo, que junto a su mujer y su hija pequeña han llegado de Cayambe, una población a 70 kilómetros de la capital, para comprar útiles escolares.

"Es una situación muy difícil, nos pone a pensar sobre la seguridad y el estado social del país; todo está muy mal", dice a EFE este padre, quien sin embargo intenta no pensar en eso y "tratar de seguir".

Mientras los tres se comen este sábado un helado sentados en la plaza, César Bustamante pasa vendiendo jugos y agua. Este colombiano asegura que sí hay un temor de la gente a salir a la calle. Lleva 10 años en Ecuador y alega que cuando llegó "era un país muy tranquilo, sino que el país se ha vuelto en los últimos dos años violento".

La tasa de homicidios pasó de 6,4 por cada 100.000 habitantes en 2016, a 25,32 en 2022 y este año hay especialistas que apuntan a que podría llegar a 40 asesinatos por cada 100.000 personas, todo provocado por la consolidación de grupos criminales, que desde las cárceles y algunas zonas del país se dedican principalmente a la extorsión y el narcotráfico, con vínculos con bandas mexicanas.

UN ASESINATO AJENO

Es alguna de estas bandas a quien en principio se cree que podría atribuirse el asesinato de Villavicencio, que días anteriores a su muerte había denunciado amenazas de muerte de "Los Choneros", uno de los principales y el más antiguo grupo criminal, con nexos, según las autoridades, con el Cartel de Sinaloa.

Su asesinato ha sido comparado en los últimos días con el de Luis Carlos Galán en Colombia, el fundador del Nuevo Liberalismo y candidato para la Presidencia en 1989, que fue tiroteado en medio de un mitin en Soacha, la vecina población de Bogotá.

Entonces, miles de personas se echaron a la calle pidiendo justicia y denunciando un crimen en un año donde también asesinaron a otros dos candidatos presidenciales de izquierda: Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo Ossa.

Sin embargo, en Ecuador nadie se ha echado a las calles para protestar. La tranquilidad campa en Quito y apenas un centenar de personas se acercó el viernes al homenaje público a Villavicencio, donde dieron el último adiós al ataúd del periodista y exasambleísta.

Ecuador no es la Colombia de 1989 ni tampoco la de Pablo Escobar (a principios de los 90 la tasa de homicidios en el país vecino era más del doble que la actual de Ecuador), y la reacción hacia el asesinato -a pesar del miedo y pesar por la situación de seguridad- es diciente del desencanto de los ecuatorianos frente a los líderes políticos.

Villavicencio no estaba arriba de las encuestas, que lidera la candidata del correísmo, Luisa González (Revolución Ciudadana) de un total de ocho contendientes.

No hay carteles electorales en el centro de Quito, tampoco pasan autos haciendo proselitismo ni nadie reparte panfletos. Los candidatos han suspendido por el momento sus campañas, mientras la vida sigue en un Ecuador que el próximo domingo elegirá a su nuevo presidente o presidenta a pesar de lo acontecido. 

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