Ong de DDHH critica la “brutalidad sin precedentes” de Perú
Una importante organización peruana defensora de los derechos humanos dijo el jueves en un informe que la respuesta del gobierno de la presidenta Dina Boluarte a las protestas que piden su renuncia y la de los miembros del Parlamento “ha sido de una brutalidad sin precedentes en la historia de la democracia en el país, en el presente siglo”.
En una conferencia de prensa, Mar Pérez, la investigadora de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos indicó por la mañana que en “la historia de la democracia en el Perú no hemos vivido niveles de represión como los que estamos viviendo en estos momentos”. Perú retornó a la democracia en el año 2000 al finalizar el gobierno de mano dura de Alberto Fujimori (1990-2000).
A la denuncia de la ong de la mañana le sobrevino una nueva jornada de confrontación entre manifestantes y fuerzas del orden en Lima.
La policía lidiaba por la tarde con al menos tres grupos conformados por cientos de manifestantes con intenciones de acercarse al Parlamento desde diferentes partes del centro histórico. El grupo más lejano estaba a casi 20 cuadras del Congreso y el más cercano a 12, pero fueron repelidos con decenas de bombas lacrimógenas, atestiguaron periodistas de The Associated Press.
Las protestas que empezaron el 7 de diciembre —tras la juramentación de Boluarte, quien asumió la presidencia luego que el Parlamento destituyera al entonces mandatario Pedro Castillo— han dejado 56 muertos.
De ellos, 46 son civiles muertos como resultado “del uso de la fuerza” empleado por policías y militares. Otros 10 civiles perecieron en el contexto de los bloqueos. La última víctima reportada el miércoles fue un bebé de casi dos años que no recibió atención médica al estar cerrada una vía en la región Madre de Dios, según la Defensoría del Pueblo. Además un policía fue hallado muerto en un patrullero incendiado.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos exhortó la semana pasada a las autoridades peruanas a realizar una investigación imparcial y oportuna del uso de armas por la fuerza pública en el contexto de las protestas, dados los resultados de autopsias practicadas a manifestantes fallecidos con heridas de bala en cuerpo y tórax.
La víspera, Alberto Otárola, el primer ministro de Boluarte y antes su ministro de Defensa, anunció que planeaban otorgar una cantidad de dinero adicional al sueldo de los policías por “el inmenso sacrificio y profesionalismo” que han mostrado en el breve gobierno.
En contraste, el informe cuestiona que el gobierno, lejos de tomar medidas para poner fin a la violencia y separar a los autores materiales de las muertes de manifestantes, los altos funcionarios avalan y promueven la actuación de las fuerzas del orden. Eso, recoge el documento, “evidencia que nos encontramos ante lineamientos de una política de Estado”.
Un reportero de The Associated Press preguntó el martes a la presidenta Dina Boluarte en una conferencia de prensa con corresponsales internacionales en el palacio presidencial si ella ordenó “de forma expresa no usar armas letales”. La mandataria no respondió a la pregunta.
Boluarte ratificó en esa conferencia el actuar apegado a la ley de las fuerzas del orden durante las protestas y pidió a los manifestantes “una tregua” para hablar de las necesidades sociales. Horas después, las protestas masivas continuaron y la policía las reprimió usando gases lacrimógenos.
El informe de la ong afirma también que los uniformados usaron munición prohibida para el control de multitudes incluyendo “perdigones de metal, canicas de vidrio y balas”. Se añade que los policías usaron fusiles AKM, mientras que los soldados dispararon fusiles marca Galil, a partir de videos difundidos de los hechos registrados en varias ciudades de los Andes, donde han ocurrido casi la totalidad de las muertes.
Otro aspecto que se destaca sobre el comportamiento de los uniformados es el lanzamiento de gases lacrimógenos de forma directa al cuerpo de manifestantes, “vulnerando el procedimiento reglamentario que consiste en disparar parabólicamente, nunca al cuerpo”. También arrojarlos a cortejos fúnebres de fallecidos en protestas como en la ciudad de Andahuaylas o desde helicópteros en las ciudades de Ayacucho o Juliaca.
Las protestas, que empezaron en los Andes del sur peruano hace casi dos meses, se trasladaron la semana pasada a la capital y la tarde del jueves un grupo de más de mil manifestantes marchó por primera vez por la principal avenida que conecta la zona norte de Lima con el centro histórico para unirse a las manifestaciones.
Según el reporte de la Defensoría del Pueblo, manifestantes chocaron también con la policía en la amazónica región Madre de Dios donde apedrearon el edificio del gobierno regional, así como un local de la policía municipal. También hubo bloqueos en 89 puntos así como movilizaciones en 17 zonas del país sudamericano, casi todas en el sur, pero una de ellas fue en la norteña región Piura.