Especial de Halloween: ¿Cómo reciclar una fiesta milenaria?
La tradición celta se extendió por gran parte de Centroeuropa, y en la península ibérica llegó a zonas como Galicia y Asturias
Los orígenes de Halloween se remontan a hace más de 3 mil años cuando los pueblos celtas celebraban el llamado Samhain (“Fin del verano” en gaélico antiguo). Era a finales de octubre y marcaba el final de la temporada de cosechas y el comienzo del Año nuevo celta.
Los celtas creían que esa noche los espíritus de los muertos podían caminar entre los vivos. Por eso dejaban comida fuera de sus casas y encendían velas para ayudar a las almas a encontrar el camino. También se reunían alrededor de hogueras y llevaban disfraces o máscaras para confundir a los espíritus. Los druidas —sacerdotes celtas— preparaban pócimas, hacían vaticinios y realizaban ritos y ofrendas a sus dioses para tener buenas cosechas.
Luego, con los romanos, la celebración se mezcló con otras como la Fiesta de la Cosecha; y en el siglo VIII el papa Gregorio III, probablemente con la intención de eliminarla, cambió el Día de Todos los Santos de mayo al 1 de noviembre. No lo consiguió, o, al menos, no del todo, ya que la noche anterior continuó celebrándose y comenzó a llamarse la Víspera de Todos los Santos, en inglés All Hallow´s Eve, que terminó derivando en Halloween.
De Irlanda a América y al mundo
La tradición celta se extendió por gran parte de Centroeuropa, y en la península ibérica llegó a zonas como Galicia y Asturias; pero además a mediados del siglo XIX se produjeron grandes migraciones de irlandeses y escoceses que la llevaron a la costa este de los Estados Unidos, donde se fue asentando y extendiendo.
Y también donde se introdujeron algunas variaciones como el cambio de los nabos, que en la celebración celta se utilizaban para preparar faroles con los que iluminar a los muertos, por las calabazas, mucho más abundantes en las nuevas tierras.
En 1921 tuvo lugar el primer desfile de Halloween en Minnesota. Le siguieron otros estados y a partir de entonces la fiesta arraigó en Estados Unidos y Canadá.
La internacionalización se produjo a finales de la década de 1970 gracias al cine y las series de televisión norteamericanas. En España, al igual que en otros países, comenzó a hacerse hueco en fiestas infantiles, y luego fue ganando terreno entre los adultos.
Hoy, Halloween es una celebración asentada en buena parte del mundo y un gran negocio en el que no faltan disfraces, elementos decorativos (telas de araña, esqueletos, ataúdes, calabazas…), dulces y fiestas. Todo, con una escenografía relacionada con la muerte, pero al servicio de la diversión y el consumo.
Disfraces y calabazas
La gran tradición en Halloween es disfrazarse, y hacerlo de algo que dé miedo. Por ello, esa noche las calles se llenan de esqueletos, zombis, fantasmas, brujas, momias y monstruos varios; además de otros personajes menos “clásicos” que van apareciendo cada año a rebufo de juegos, series o películas.
Las otras protagonistas imprescindibles de la fiesta son las calabazas, con las que se decoran viviendas y todo tipo de edificios; y especialmente las calabazas iluminadas (jack-o'-lantern), que se vacían, se tallan simulando una cara siniestra y a las que se les introduce una vela.
El origen de esta tradición es una antigua leyenda irlandesa, la de Jack, un irlandés tacaño y estafador, que consigue engañar al diablo, pero que al morir no puede entrar en el cielo ni en el infierno, por lo que se ve condenado a vagar eternamente. Lo hace alumbrándose con un candil fabricado con un nabo hueco con una vela en su interior.
Truco o trato
En la noche de Halloween es habitual organizar fiestas de disfraces y reuniones para contar historias de miedo o ver películas de terror, pero lo que nunca falta son niños que van puerta por puerta diciendo trick or treat, una costumbre que también proviene de Irlanda, aunque hay distintas explicaciones.
Una de ellas nos remite a la antigua tradición de los celtas, que creían que los muertos podían volver al mundo esa noche y hacer maldades si no se les daba lo que querían. Otra, en cambio, sitúa su origen en la Edad Media, cuando los niños pobres iban por las casas pidiendo limosna y comida a cambio de rezar por las almas de los muertos.
Aunque la traducción truco en castellano por el inglés trick se ha generalizado, no se refiere a un truco sino más bien a un susto o una broma. Los niños piden caramelos o dulces, con la frase Trick or treat, de forma que, si no consiguen el premio, podrían hacer alguna travesura.