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Posiciones antagónicas se disputan poder en Brasil

Neymar Jr con Bolsorano.

Neymar Jr con Bolsorano.

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Guarionex RosaSanto Domingo, RD

Las elecciones de mañana en Brasil para renovar el gobierno completo desde la Presidencia a las asambleas de los estados, apuntan a una victoria en primera vuelta del ex presidente y líder progresista Luiz Ignácio Lula da Silva, una aspiración de trabajadores y minorías del gigante sudamericano.

Con las últimas encuestas que dan a Lula da Silva entre un 48 y un 50% de las intenciones de los 156 millones de electores, de un total de población de 210 millones, la segunda democracia del hemisferio occidental, le aseguraría cuatro años de elección al polémico gobernante resurgido como el Ave Fénix.

Lula, líder del Partido de los Trabajadores que gobernó Brasil entre 2003 y 2010, enfrenta al presidente en ejercicio, Jair Bolsonaro, derechista apegado al pensamiento más conservador del país y quien presumía de ser trumpista, una especie de seguidor latino del ex presidente Donald Trump.

Logros de Lula

Durante su mandato Lula rescató a millones de pobres de la miseria, levantó los programas sociales y de educación y le dio impulso a que los negros e indígenas, sobre todo los primeros, tuvieran sus derechos y permitió entrar a jóvenes diplomáticos de color a la cerrada cancillería Itamaratí, de Brasilia.

Lula reta al presidente Jair Bolsonaro con el apoyo inmenso de las mujeres, que siempre lo han respaldado por su postura a favor de la no discriminación, el apoyo a la igualdad de los sexos y el matrimonio igualitario y una visión diferente de la tradicional de cómo enfrentar el bandidaje callejero.

Bolsonaro, contrario a la Lula, perdió su prestigio desde antes de su elección en el 2018. El gobernante asumió las posturas más conservadoras y extrañas frente a la pandemia del COVID-19, más o menos las mismas del presidente Trump. Ambos son sobrevivientes de la epidemia que no atacaron.

La elección de Lula podría significar un nuevo amanecer en el manejo de las relaciones de Brasil con América Latina, con la revitalización de grupos multilaterales como el MERCOSUR. En Europa se le vería con agrado ya que Bolsonaro ha sido un gobernante de malos modales como lo demostró hace días.

El vigente gobernante asistió al funeral de la reina Isabel II en Londres y tras presentar sus saludos, fue al balcón de la embajada brasileña para pronunciar un discurso de campaña electoral ante una multitud de partidarios que se congregó en el recinto diplomático, en una capital conmovida por el dolor.

Pero el gobernante tiene sus amigos especialmente entre el sector más conservador de las sectas protestantes. También algunos religiosos católicos lo aprecian, pero al parecer la mayoría de los sacerdotes lo repudian. El miércoles, en víspera del último de dos debates presidenciales, obtuvo el apoyo del carismático ídolo deportivo, Neymar Jr., del Paris-Saint Germain.

Dos caras distintas

Bolsonaro y Lula son dos caras completamente distintas en la vida política de Brasil. El primero, de 67años, tiene en su curriculum el haber sido militar con rango de capitán y legislador. Lula, de 76, ha sido dos veces presidente, sindicalista metalúrgico y político de toda la vida. Fue llevado a juicio por supuestos acto de corrupción, pero el caso fue sobreseído.

Su ronquera en los mítines políticos no se debe a los afanes de la campaña en un país inmenso, sino a que fue operado en 2012 de cáncer de laringe, quebranto hasta ahora superado. Su incansable lucha política lo llevó a padecer deshidratación severa que tuvo que ser tratada en un hospital de Río de Janeiro.

Lula da Silva está empeñado en ganar las elecciones en primera vuelta por una reivindicación histórica ya que fue acusado de corrupción, pasó largas tandas en las cortes y 580 días de prisión. Posteriormente un juez de la Corte Suprema anuló todas las sentencias que pesaban en su contra. Originalmente un juez lo había condenado a nueve años y otro la aumentó a 17.

No es solamente un asunto personal. Es que la situación de las masas populares ha desmejorado desde la llegada al poder de Bolsonaro. Brasil enfrenta graves trastornos económicos, con una inflación galopante y una reducción del crecimiento de su Producto Interno Bruto, PIB, que llega a -4,1%.

Apelación

Bolsonaro apela al patriotismo y al mantenimiento de los valores tradicionales desde cuando gobernaban los militares tras el derrocamiento del presidente Goulart en 1964. La dictadura duró hasta 1985 cuando ganó en elecciones libres el presidente Sarney. Bajo la dictadura, Brasil envió un contingente para validar la invasión norteamericana a la República Dominicana en 1965.

Contrario a Bolsonaro, Lula cuenta con un amplio apoyo en la farándula, los músicos y artistas clásicos y populares, los compositores y los usuarios de las redes sociales, notablemente Felipe Neto, joven empresario, bloguero, actor y comediante de 34 años que ha mandado a sus millones de fieles a votar por él.

Bolsonaro es la tabla de salvación de la derecha más reaccionaria, de los supremacistas brasileños que defienden a capa y espada que los terratenientes de la Amazonia depreden los bosques para siembras, crianza de ganado y quema de carbón, en los menores casos. Mira de reojo a los que denuncian los problemas del cambio climático.

Una de las cosas que se teme de Bolsonaro es que pueda denunciar como hizo Trump, en los Estados Unidos, la veracidad del conteo electoral que en la mayoría de los estados le fue desfavorable, y que mire a sus antiguos camaradas de armas para dar un golpe. El Brasil de hoy no es el mismo de 1964.

Bolsonaro ha insultado a Lula y el opositor ha hecho lo propio. También ha llamado “sinvergüenza” al presidente de la Justicia Electoral por supuestamente tener en una encerrona el manejo de la organización comicial. Después del debate del jueves pasado, Lula creció dos puntos en la intención de votos, de 48% a 50%. Con una “uñita” ganaría en primera vuelta.

Al colocar en la boleta al empresario Geraldo Alckmin, el sabio político izquierdista buscó que lo vean con buenos ojos los jóvenes empresarios de un país que observa el giro hacia el lado progresista de países como México, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile y Colombia. En Estados Unidos, más llevadero, el presidente Biden le tendería la mano a Lula.

Felipe Neto con Lula.

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