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Siniestro en Cuba: "No sabíamos si la candela nos iba a alcanzar. Se podía sentir el calor"

Eran las 5.00 de la madrugada (9.00 GMT) en este humilde barrio con calles serpenteadas cuando sus habitantes escucharon la explosión del segundo de los ocho tanques con combustible

Incendio en dos tanques de combustible de la zona industrial de Matanzas, Cuba. Foto AFP.

Incendio en dos tanques de combustible de la zona industrial de Matanzas, Cuba. Foto AFP.

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Juan Carlos Espinosa / EFEMatanzas, Cuba

Cuando Amed Yoel, de 36 años, salió a la calle en la madrugada del sábado y miró al cielo pensó que era de día por la luz que irradiaba el gran incendio en dos tanques de combustible de la zona industrial de Matanzas (occidente de Cuba), a tan solo 2,5 kilómetros.

Fue en ese momento cuando un segundo estallido cimbró al barrio de José Luis Dubrocq, el más cercano de los tanques afectados. “Fue como un temblor, la gente gritaba después de correr hacia la carretera”, cuenta a Efe Lázara González, de 56 años.

Eran las 5.00 de la madrugada (9.00 GMT) en este humilde barrio con calles serpenteadas cuando sus habitantes escucharon la explosión del segundo de los ocho tanques con combustible –con capacidad de hasta 50.000 metros cúbicos, unas 15 piscinas olímpicas– después de que un primero ardiera por el impacto de un rayo la tarde anterior.

“Esto nos cogió sorprendidos, ¡nos asustamos tanto! Apagamos todo, cerramos y bajamos al parquecito. Mi nieto nos recogió y nos llevó para Cumbre (un barrio alejado de Matanzas)”, relata Prima Felicia Alfonso, una mujer mayor con problemas con los nervios que no le han permitido comer en dos días.

Hasta la medianoche anterior ya habían sufrido de dos estallidos –en el primer tanque– y para la madrugada muchos ya se habían ido en autos privados y motocicletas a casa de algún familiar fuera del barrio.

Pero incluso después del susto y la confusión de la víspera, todos los vecinos del barrio consultados con Efe coinciden en que la tensión llegó a su momento más alto en ese instante.

El segundo tanque explotó justo cuando los últimos habitantes que quedaban en el reparto estaban abordando las guaguas (autobuses) que envió el Gobierno para enviarlos a Matanzas, la cabecera municipal.

“SE PODÍA SENTIR EL CALOR”

Fue entonces cuando Amed Yoel notó que la madrugada se había convertido de día y se desató el pánico.

“No sabíamos si la candela nos iba a alcanzar. Se podía sentir el calor y no fue hasta más tarde que vimos en redes lo que había pasado”, relata Christian, un joven de 16 años que trabaja como ayudante de cocina.

En total, más de 4.000 personas de las regiones aledañas al incendio –como González y Yoel– han sido evacuadas hasta el momento.

Casi dos días después, la columna de espeso humo negro se puede ver perfectamente y ocupa buena parte del cielo desde esta zona. La nube puede verse en La Habana, a más de 100 kilómetros.

El olor a azufre seguía calando con fuerza el domingo a mediodía, pero eso no impidió que muchos regresaran aunque sea un instante para “echarle un ojo” a sus pertenencias.

“Vine a coger ropa, que me fui corriendo con lo puesto”, dice a Efe Raúl Ramírez, de 70 años, mostrando una bolsa de plástico con apenas unas prendas.

“Nunca había pasado algo así en los 40 años que llevo viviendo aquí”, agrega el vecino, que en las últimas horas se ha quedado a dormir en un albergue del reparto de Versalles habilitado por el Gobierno local.

Un caso similar al de González, quien espera a que se seque la ropa en el tendedero de su casa de una planta que da a la calle que comunica con la carretera a Varadero, uno de los principales destinos turísticos de Cuba.

Hasta la mañana del domingo, el saldo del incendio ha sido de un bombero fallecido, otros 16 desaparecidos y 122 heridos, entre ellos cinco graves y tres críticos.

Equipos de rescate de México y Venezuela arribaron a la isla en la noche del sábado para auxiliar al Gobierno insular en las labores de sofocación de las llamas.

Mientras los equipos de emergencia siguen en la zona, los habitantes del barrio viven momentos de relativa calma después de un susto que no ha terminado del todo.

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