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La cosecha de arroz languidece en Haití

Los campos de arroz languidecen en Haití, por la sequía, la competencia de las importaciones, la falta de apoyo de las autoridades y la acción de las bandas armadas, mientras cuatro de cada diez haitianos viven en situación de inseguridad alimentaria.

En el valle del Artibonite, una vasta llanura de 28.000 hectáreas en el norte del país, la zona arrocera más importante de Haití, este año la cosecha ha sido escasa y de mala calidad.

"No hay agua, la región está sumida en la sequía. No tenemos abono, ni mucho menos casas para vivir. Sufro de hambre. La vida no es amable con nosotros", dice a Efe la campesina Salira Lézius, tocada con un sombrero de paja de ala ancha, para hacer frente al sol abrasador, mientras trilla el arroz a mano.

UN AÑO "CATASTRÓFICO"

"El año 2022 será un año catastrófico para la producción de arroz en Artibonite", resume tajante el agrónomo Chavannes Jean Baptiste, fundador del Movimiento de Campesinos Papaye, la mayor asociación de agricultores de Haití.

El experto explica que los campos se han vuelto muy vulnerables a las sequías, porque en los últimos diez años los sistemas de riego se han ido dañando y no se les ha dado mantenimiento, por el peligro que suponen las bandas armadas que operan en la zona.

"Estas bandas no sólo impidieron que los agricultores produjeran, sino que también interrumpieron el sistema de riego, que es un sistema que se ha roto, en el que no se realizó ningún tipo de mantenimiento. Y el Estado no hace nada", comenta Jean Baptiste.

Las bandas también han causado problemas en el suministro de combustible en los últimos meses y han creado dificultades para toda la cadena de distribución de alimentos, cometiendo frecuentes asaltos a los camioneros.

LA INVASIÓN DEL ARROZ IMPORTADO

Haití era autosuficiente en arroz hasta los años setenta, pero la producción fue disminuyendo paulatinamente, sobre todo desde que se permitió la importación de arroz en 1986, tras el final de la dictadura de Jean-Claude Duvalier.

El otro momento destructivo para el arroz local fue la disminución de los aranceles decretada en 1995, tras el regreso al país de Jean Bertrand Aristide con el apoyo de Estados Unidos, "lo que se produjo como parte de un acuerdo para reforzar las políticas neoliberales en Haití", afirma Jean Baptiste.

"Haití se ha convertido en el país con los aranceles más bajos del Caribe", en concreto, del 3 %, critica el representante campesino.

El arroz barato de Estados Unidos incluso contribuyó a cambiar los patrones de consumo en Haití, puesto que desplazó a otros alimentos que eran más consumidos en el pasado, como maíz, plátano, patata o yuca.

Ahora, los haitianos dicen que no han comido si no hay arroz en el plato.

Los números apoyan esta percepción, puesto que el consumo de arroz se ha quintuplicado desde 1985, pasando de 100.000 a 500.000 toneladas anuales, mientras que la producción nunca pasó de las 100.000 toneladas y ahora tiende a la baja, según un estudio del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).

Al mismo tiempo, el crecimiento de las importaciones supuso un golpe fatal para los arroceros locales, que se quejan de que no pueden competir en condición de igualdad porque no reciben subvenciones estatales y porque la producción no está mecanizada.

"No podemos competir con el arroz estadounidense porque no lo producimos de forma barata: no tenemos los medios para hacerlo y se hace de forma artesanal", afirma un campesino en Gonaives.

Cerca del 90 % de las importaciones de arroz llegan desde Estados Unidos y para el país norteamericano, Haití supone su segundo mercado de arroz.

Mientras, en Haití los costes de la producción se han incrementado en especial por el aumento de los precios de los fertilizantes, sin que el Estado acuda a ayudar a los campesinos, se queja Jean Baptiste.