La notoriedad de Angela Merkel, empañada por la invasión rusa de Ucrania

Hasta hace poco, era alabada por muchos como una de las mayores dirigentes europeas de después de la guerra. Pero, en los últimos días, la política de la excanciller alemana Angela Merkel está siendo escrutada y criticada por su proximidad con Rusia.

Erigida por algunos medios como "dirigente del mundo libre" tras la elección del controvertido Donald Trump en Estados Unidos en 2016, la exjefa de gobierno de centroderecha está siendo acusada estos días de haber aumentado la dependencia de Europa respecto a la energía rusa y de no haber invertido lo suficiente en Defensa.

La política seguida durante casi dos décadas de mandato, que apostaba por los contratos comerciales para democratizar y ganarse a regímenes autoritarios como los de Rusia y China, fue "un error", señala el diario Die Welt.

"Lo que Alemania y Europa han vivido estos últimos días no es ni más ni menos que un derrocamiento de la política de la señora Merkel, que consistía en garantizar la paz y la libertad a través de tratados con déspotas", añade el rotativo, de talante conservador.

En la última década, la dependencia energética de Alemania respecto a Rusia pasó del 36% de las importaciones totales de gas en 2014, al 55% de hoy en día.

Por ello, la primera economía europea se ha manifestado en contra de los reclamos planteados por otros países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, de imponer un embargo al petróleo y el gas rusos, cruciales para satisfacer sus necesidades energéticas.

- "Fracaso histórico" - Desde un punto de vista militar, el ejército alemán adolece desde hace años de una infrafinanciación crónica. Sus aliados, sobre todo Estados Unidos, llevan tiempo pidiéndole que cumpla con los objetivos de gasto en defensa fijados por la OTAN (el 2% del PIB nacional).

La exministra de Defensa Annegret Kramp-Karrenbauer, del círculo de Merkel, ha reconocido el "fracaso histórico" de su país a la hora de reforzar su ejército.

"Después de Georgia, Crimea y el Donbás, no hemos preparado nada que hubiera podido disuadir verdaderamente a Putin", tuiteó no hace mucho.

El predecesor de Merkel, el socialdemócrata Gerhard Schröder, había abierto la vía a una mayor dependencia de la energía rusa al poner en marcha el gasoducto Nord Stream 1, pero fue la excanciller quien autorizó el Nord Stream 2.

Este controvertido segundo gasoducto, de un valor de 10.000 millones de euros, debía duplicar la capacidad de abastecimiento de gas ruso en Alemania. Causó polémica porque elude pasar por Ucrania, lo que priva a ese país de los derechos de tránsito.

A raíz de la invasión rusa de Ucrania, fue suspendido sine die.

Merkel "debe asumir su parte de responsabilidad en su afán por buscar vínculos económicos estrechos con Rusia", pues eso hizo a Alemania más dependiente de Rusia en materia de energía, apunta el periódico Süddeutsche Zeitung.

"Ahora estamos viendo las consecuencias de ese terrible error", agrega.

- ¿Son los socialdemócratas culpables? -

En el plano geopolítico, la reticencia de Alemania a querer integrar a Ucrania y Georgia en la OTAN en 2008, pese a las presiones de Estados Unidos, también se han sacado a relucir últimamente.

Jörg Forbrig, director para Europa central y oriental del German Marshall Fund, rechaza no obstante la idea de que Angela Merkel haya podido ser demasiado ingenua respecto a Vladimir Putin.

"Ella tenía una percepción bastante buena de quien es Vladimir Putin y de lo que es Rusia hoy en día", analiza.

En cambio, el investigador culpa sobre todo a su socio de coalición durante 12 de los 16 años de su mandato, el Partido Socialdemócrata (SPD), una formación todavía más favorable (desde los años 1970) a un acercamiento con Moscú.

Una opinión compartida por Marina Henke, profesora de Relaciones Internacionales de la Hertie School: "si uno no conoce Alemania y cree que la canciller es omnipotente, entonces se puede pensar que" la culpable es Merkel, pero en realidad, apunta la académica, "esto fue, sobre todo, un error importante del SPD".

Merkel también tuvo que lidiar con el cabildeo intensivo ejercido por las empresas deseosas de firmar contratos en Rusia, y con la necesidad de Alemania de encontrar fuentes alternativas tras su decisión de abandonar la energía nuclear, en 2011.

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