Pájaros y café, una apuesta por la paz en Colombia
Un ave se posa en una cuerda eléctrica. "¿Tyrannus melancholicus" o "Pyrocephalus rubinus?" Dos niños de cabellos largos y ojos risueños alzan la mirada y se interrogan por un instante. Es "rubinus", un pájaro pechirrojo.
En las montañas de Planadas, en el departamento colombiano del Tolima, dos niños indígenas sostienen este debate ornitológico salpicado de latín. Con la mirada puesta en el monte, una treintena de personas, de todas las comunidades y diferentes edades, participan en una jornada de avistamiento de aves.
Se trata de una iniciativa que se abrió paso con la firma del acuerdo de paz en 2016 entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Asolado durante mucho tiempo por la guerra, Tolima encontró tranquilidad cinco años después.
Aunque las heridas del conflicto siguen abiertas, los enemigos de antaño hoy están "conectados con el ambiente, con el cuidar, con el proteger, con el conocer" la biodiversidad de la región, dice a la AFP Aceneth Bedoya, una caficultora de 45 años armada de unos binoculares anaranjados.
En la excursión participan hijos de excombatientes de las FARC, cuyos padres viven en una zona especial de "reincorporación" e indígenas de la comunidad Nasa, blanco de distintos bandos en el conflicto. También familias de campesinos, a menudo víctimas de la guerra que ha afectado a más de nueve millones personas entre muertos, desaparecidos y desplazados.
"Las aves son una excusa para reunirnos (...) para sacar a nuestros niños de la guerra", explica a la AFP Camilo Enciso, fundador de la Asociación de Productores Ecológicos de Planadas (Asopep), a la cabeza del proyecto.
Conviven, pero no necesariamente se mezclan. Entonces comienza el paseo, con la vista en alto y binoculares en mano. Cuando los pájaros variopintos se posan en las ramas propician una suerte de diálogo y hermandad.
Reconciliación
Una familia de indígenas fabricó una choza de guadua y bejuco para camuflarse y no espantar a los pájaros mientras los analizan.
"Antes mataba los colibríes con mi cerbatana para comerlos. Hoy los observo en compañía de mis hijos, que aprenden sobre la riqueza de nuestros jardines y bosques", afirma sonriente Justiniano Paya, líder nasa.
En casi un año de capacitaciones los pobladores han ido consolidando un inventario de aves de la región.
"Lo que pasa aquí es único", dice el ornitólogo Diego Calderón. "Estar en paz con la naturaleza nos ayuda a estar en paz con nosotros mismos y con los demás", añade el biólogo secuestrado por las FARC en 2004.
Neira Rodríguez es una exguerrillera y madre de dos hijos a quien, confiesa, le costó reintegrarse a la vida civil. Para esta mujer de 32 años el avistamiento de pájaros es una "experiencia muy gratificante": "Las aves nos conectan, nos enseñan a proteger lo que tenemos aquí".
Con la misma idea de "valorizar" la región, por décadas inaccesible en medio de la guerra, la asociación apuesta por otra riqueza local: el café.
Las plantaciones se aferran a las laderas de las montañas. El clima es ideal en esta parte de los Andes y cuando el precio internacional del grano está en su punto más alto, el café contribuye a una nueva prosperidad.
Catadores de café
En Planadas más de 6.000 familias viven del café, con su sabor afrutado y acidez característica. Asopep compra el grano a sus 380 socios y lo revende a unos cincuenta clientes de Estados Unidos, Europa y Asia.
"La idea es proporcionar tanto conocimientos como asistencia técnica al productor, para que conozca el valor real de su café, en qué país se vende y a qué precio", subraya Enciso.
En sus instalaciones, la asociación lleva a cabo los procesos de secado, torrefacción y la delicadísima cata del café que permite clasificar los granos y, por tanto, fijar el precio justo para el cliente adecuado.
La asociación ya ha formado a 25 catadores que pueden distinguir las fragancias, los sabores y el grado de acidez con apenas oler la bebida.
"Hemos entendido la importancia de procesar y añadir valor a nuestro café", dice Camilo Enciso. "Hay un futuro aquí. La guerra ha desaparecido, hay trabajo, recursos, naturaleza (...) Hemos vuelto a vivir y producir juntos", concluye.