Candela Giarda, la joven argentina en la que Juan Pablo I obró un milagro
“SON MILAGROS QUE PASAN”, EXPLICA LA MUJER. “DA MUCHAS RAZONES PARA SEGUIR”
La joven argentina Candela Giarda, de 21 años, sonríe diez años después de ver de cerca el final de su vida por una patología cerebral grave, de la que se salvó gracias a un milagro por intercesión del papa Juan Pablo I, según aprobó el Vaticano al anunciar que el pontífice será proclamado beato.
“¿Si me quedó alguna secuela? No me quedó nada. Estoy bien, más que bien”, dice a Efe Candela.
“Son milagros que pasan”, explica la mujer. “Da muchas razones para seguir”, agrega.
Por la noticia de la beatificación de Juan Pablo I —Albino Luciani, nacido en 1912 y cuyo pontificado duró solo 33 días, al morir en 1978— siguen “totalmente conmovidas” tanto Candela como su madre, Roxana Sosa (47), cuya fe hace parte de la curación de su hija.
Candela tenía 11 años cuando en marzo de 2011 contrajo una enfermedad de encefalopatía que, por su gravedad, debió ser trasladada desde la ciudad de Paraná natal, en la provincia de Entre Ríos (este), a Buenos Aires, para internarse en la clínica de la Fundación Favaloro.
Su estado se agravó y, el 22 de julio de 2011, los médicos que la atendían le explicaron a Roxana que la niña ya no tenía expectativas de vida y que no pasaría de esa noche.
Cuando Candela empeoró, Roxana fue a la parroquia a la que pertenecía el hospital, donde siempre asistía a rezar, a buscar al párroco José Dabusti para pedirle que fuera a darle una bendición a su hija.
A llegar a la clínica, el sacerdote encontró a la niña en un estado muy grave. “Estaba dura, fría”, cuenta Roxana.
Dabusti propuso pedirle a Dios por intermedio del papa Juan Pablo I —al que le había tomado un gran afecto— la curación de Candela, y rezaron todos juntos.
A la mañana siguiente, Candela mostró una ligera mejoría y fue progresando en los días siguientes. Los médicos y las enfermeras estaban sorprendidos de la mejora. En agosto salió de terapia intensiva y en septiembre dejó la clínica.
“Es algo fuerte lo que viví”, reconoce Candela, quien considera que su experiencia es un ejemplo para la gente: “Para mí sí le sirve, para que tengan fe y crean”.
Rehabilitación
Candela fue trasladada a Paraná, donde comenzó su rehabilitación. Estuvo casi un año en posición fetal. Debió aprender a comer, a caminar, a hablar. En 2013 cedieron las convulsiones y le sacaron la medicación. En 2014 recuperó el habla y la memoria.
“De cómo fue todo el proceso no me acuerdo nada. Me acuerdo de cuando era chiquita, antes de que me agarrara el virus. Y después no me acuerdo nada”, señala Candela.
Su madre le sacaba fotos mientras estaba enferma para contarle a ella el proceso o para ayudar a otra persona en la misma situación, y Candela cuenta ahora que le gusta hablar de esos momentos: “A veces por fotos me vienen como pantallazos, imágenes, pero no claras”.
Los recuerdos saltan a la fiesta de su 15 cumpleaños con sus familiares y amigos, en el salón de la parroquia, el 1 de abril de 2015. Recuerda “los preparativos, poco, pero de la noche sí. Fue muy lindo”.
Proyectos
Candela hoy es una joven de 21 años, soltera, que vive en Paraná con su madre y una de sus hermanas (tiene dos hermanas gemelas y un medio hermano), lleva una vida normal, ya no requiere tomar medicación alguna; solo usa gafas.
Estudia Seguridad e Higiene Animal en la universidad, más corta que Veterinaria: “Me encantan los animales”. Tiene dos perros y le gustaría tener su granja.
Ir al gimnasio es su prioridad y asiste de lunes a viernes —”me encanta ir al gimnasio, no falto casi nunca”—, también juega al voley en verano con sus amigos y planea volver a nadar.
Vaticano
Cuando Dabusti vio a Candela caminando y hablando en 2014 se sorprendió mucho y propuso a Roxana enviar una nota sobre el caso al papa Francisco. Luego de un estudio minucioso, el Vaticano aprobó el milagro.
Tras la noticia de la beatificación, el 13 de octubre pasado, conocidos con personas enfermas les piden estampitas del pontífice.
Los vecinos de Paraná también están conmovidos porque estuvieron pendientes de la enfermedad de Candela y rezaban por ella. “Siempre vieron mi proceso”, resalta, y la abrazan y la felicitan.
A Candela y su madre les espera participar el año que viene de la ceremonia de beatificación en el Vaticano, donde llevarán al altar las reliquias del beato.
Madre e hija le siguen rezando y prendiendo una velita al papa Juan Pablo I en un pequeño altar armado con una estampita en el comedor de su casa. “Lo tenemos muy cerca ahora. Es parte de nosotros. Le agradecemos mucho”, dice Candela.