La pandemia deja asfixiantes deudas médicas en India
Cuando los casos de coronavirus se dispararon en India esta primavera, Anil Sharma visitó a su hijo de 24 años, Saurav, en un hospital privado de Nueva Delhi cada día durante más de dos meses. En mayo, cuando los casos nuevos de COVID-19 en India batieron récords globales para alcanzar los 400.000 diarios, conectaron a Saurav a un respirador.
La imagen del tubo metido por la garganta de Saurav está grabada en la mente de Sharma. “Tenía que mantenerme fuerte cuando estaba con él, pero inmediatamente después me venía abajo en cuanto salía del cuerpo”, recordó su padre.
Saurav ya está en casa, aún débil y en recuperación. Pero la alegría de la familia se ve contenida por la enorme deuda que se acumuló mientras el joven estuvo enfermo.
India intenta volver a la normalidad ante la caída de los nuevos contagios. Pero millones de personas viven inmersas en una pesadilla de facturas médicas. La mayoría de la gente en India no tiene seguro médico y los costes del tratamiento contra el COVID-19 ha endeudado a muchas familias.
Sharma agotó sus ahorros para pagar la ambulancia, pruebas diagnósticas, medicamentos y una cama en la UCI. Después pidió préstamos bancarios.
Conforme se acumulaban los costes, pidió prestado a amigos y familiares. Después acudió a desconocidos y pidió ayuda en internet a través de Ketto, un sitio web indio de micromecenazgo. En total, Sharma estima que ha pagado unos 50.000 dólares en facturas médicas.
La campaña de recaudación reunió 28.000 dólares, pero otros 26.000 dólares fueron dinero prestado que tiene que devolver, un nivel de endeudamiento que no había afrontado nunca.
“Él luchaba por su vida y nosotros luchábamos por conseguirle la oportunidad de sobrevivir”, dijo con la voz cargada de emoción. “Yo era un padre orgulloso, y ahora me he convertido en un mendigo”.
La pandemia ha arrasado la economía india y llevado penurias financieras a millones de personas que se vieron a merced de un sistema de salud fragmentado y con un déficit presupuestario crónico. Los expertos señalan que esos gastos lastrarán la recuperación económica.
“Lo que tenemos es un mosaico de cobertura pública incompleta y un pobre sistema de salud pública. La pandemia ha mostrado lo destartaladas e insostenibles que son estas dos cosas”, dijo Vivek Dehejia, economista y que ha estudiado la política pública en India.
El acceso a atención médica ya era un problema en India antes de la pandemia.
Los indios pagan de su bolsillo en torno al 63% de sus gastos médicos. Eso es habitual en muchos países pobres con servicios públicos insuficientes. Es difícil encontrar datos de gastos médicos personales de la pandemia, pero en India y otros países, el tratamiento contra el COVID-19 es una enorme carga añadida en un momento en el que han desaparecido cientos de millones de empleos.
En India, muchos empleos reaparecieron cuando las ciudades abrieron tras una dura cuarentena en marzo de 2020, pero a los economistas les preocupa la pérdida de unos 12 millones de puestos asalariados. El empleo de Sharma en marketing fue uno de ellos.
Cuando pidió a los amigos de su hijo que abrieran la campaña en Ketto para reunir dinero, Sharma llevaba 18 meses sin recibir un salario. Entre abril y junio de este año, el 40% de las 4.500 campañas asociadas al COVID-19 en la plataforma eran para pagar costes de hospitalización, según la empresa.
La pandemia ha sacado a 32 millones de indios de la clase media, definida por unos ingresos entre los 10 y los 20 dólares diarios, según un estudio del Pew Research Center publicado en marzo. El estudio estimaba que la crisis ha aumentado en 75 millones de personas el número de pobres en India, aquellos con ingresos de dos dólares o menos al día.
“Si miras lo que hunde a la gente en la deuda o la pobreza, las dos principales fuentes son gastos médicos directos y costes catastróficos de tratamientos”, indicó K. Srinath Reddy, presidente de la Fundación de Salud Pública de India.
En la ciudad nororiental de Imphal, a 2.400 kilómetros (1.490 millas) de distancia, Diana Khumanthem perdió a su madre y a su hermana por el virus en mayo.
Los costes del tratamiento agotaron los ahorros de la familia, y cuando el hospital privado donde murió su hermana se negó a entregar su cuerpo para los ritos funerarios hasta que pagara una cuenta pendiente de unos 5.000 dólares, ella empeñó en prestamistas las joyas de oro de la familia.
Como eso no bastó, pidió ayuda a sus amigos, parientes y colegas de su hermana. Aún debe unos 1.000 dólares.
El primer ministro, Narendra Modi, lanzó un plan de seguro médico en 2018 que pretendía cubrir a unos 500 millones de 1.300 millones de personas del país y era un gran paso para reducir los gastos médicos. Pero el plan no cubre la atención primaria ni los gastos extrahospitalarios que suponen la mayoría de los pagos inmediatos. De modo que no ha “mejorado en la práctica el acceso a cuidados y la protección ante riesgo financiero”, según un reporte en curso de investigadores de la Universidad de Duke.
Además, el programa se ha aplicado de forma dispar en los distintos estados, señaló Shawin Vitsupakorn, uno de los autores del reporte.
Otro informe del Instituto de Salud Global de Duke y la Fundación de Salud Pública de India determinó que los costes de hospitalización en UCI para pacientes de COVID-19 equivalen a casi 16 meses de trabajo de un jornalero indio típico o entre siete y 10 meses de ingresos de empleados asalariados o autónomos.
El escaso financiamiento de la sanidad, que supone apenas el 1,6% del Producto Interno Bruto de India, es menos de lo que gastan proporcionalmente Laos o Etiopía. En el pico del brote en mayo, los hospitales estaban sobrepasados en todas partes, pero los centros públicos carecían de recursos para gestionar el aluvión de pacientes que llegaba.
“El resultado es un sistema de salud pública que sufre, donde la prestación de cuidados es a menudo mala, lo que hace que muchos acudan a hospitales privados”, señaló Dehejia.
Un hospital público atendió a la madre de Khumanthem, pero su hermana, Ranjita, fue ingresada en uno privado que costaba 1.300 dólares al día.
Ranjita era el único miembro de la familia con ingresos después de que Khumanthem dejara su trabajo de enfermera el año pasado para regresar a casa durante la primera ola de la pandemia. Ahora busca empleo al tiempo que cuida de su padre y del hijo de tres años de su hermana.
En su casa de Imphal, Kumanthem lloraba a su madre recordando su comida favorita, chagem pomba, una especie de gachas con verduras, arroz y semillas de soja. Cada pocos minutos miraba a la puerta.
“Esta es la hora a la que Ranjita solía regresar a casa de trabajar”, dijo. “Sigo pensando que podría entrar por la puerta en cualquier momento”.
En Nueva Delhi, Sharma respiró con alivio cuando una ambulancia llevó a su hijo de vuelta a casa del hospital la semana pasada. Saurav necesita fisioterapia para recuperar sus músculos debilitados, una enfermera de día y una larga lista de medicamentos. Podrían pasar semanas hasta que pueda ponerse de pie por sus propios medios, y meses antes de que el ambicioso abogado que se graduó entre los primeros de su clase pueda volver a la corte.
Los gastos seguirán creciendo.
“Nuestra prioridad era salvarlo”, dijo Sharma. “Ahora tendremos que resolver lo demás”.