LUCHADORAS Y ESPOSAS
La activista LGTBI Pamela Troya se casa con Gabriela Correa en Ecuador
La activista LGTBI Pamela Troya y su pareja Gabriela Correa, impulsoras de la lucha por el matrimonio igualitario en Ecuador, contrajeron nupcias este lunes tras la decisión histórica de junio pasado de la Corte Constitucional de aprobar las uniones entre personas del mismo sexo.
"Las declaro legalmente casadas", fue la frase que desató los aplausos y una nube de flashes en una dependencia del Registro Civil (agencia de identificación) de Quito, la misma donde hace seis años se les negaba a las dos ecuatorianas la posibilidad de casarse, al considerarse entonces que las parejas debían estar conformadas por hombre y mujer.
En medio de la desazón, ese 5 de agosto de 2013, Troya lanzó públicamente un reto que marcó el inicio de una batalla legal: "¡Apostemos que me caso!".
"Le han ganado al desconcierto, (...) a un sistema de creencias que sustenta un andamiaje más que jurídico, jurásico", aseguró el legislador Fabricio Villamar, quien solemnizó la ceremonia junto a una jueza y declaró legalmente casadas a las dos mujeres que llegaron al Registro Civil en un automóvil rojo con un lazo rosado y con cintas moradas que cubrían el capó.
Troya, de pantalón y camiseta blanca; y Correa, con el mismo atuendo pero negro, lucían la bandera multicolor cruzada en su pecho, símbolo que también se repetía en sus zapatos casuales.
Sobre su vestimenta, Troya explicó a Efe que fue "un poco para satirizar también que siempre (las parejas) se casan de blanco y negro, pero es una forma de reivindicar también esos colores y darles otro significado".
"Por otro lado, también hay un significado de que somos yin-yang, las dos juntas hacemos un todo que siempre va a estar en continuo movimiento y relación", explicó al hablar también de que entre el blanco y el negro hay "muchos colores", una diversidad.
Para Villamar, la ceremonia de hoy fue un "un acto histórico" pues la "distinción odiosa de la estructura jurídica que había arrastrado un atavismo previo a la existencia del estado laico, ha sido superado" por la constancia de Troya y de su ahora esposa.
También es -dijo- una victoria para los que "no han decido cantarle a los cuatro vientos sus preferencias", así como para los que observan en silencio y para quienes desde el anonimato también festejan el matrimonio igualitario.
Un enjambre de cámaras de la prensa y amigos captaban cada minuto de la celebración, que comenzó con retraso, no solo por la llegada tardía de las novias sino porque olvidaron su documento de identidad.
Unos cinco minutos tuvieron que esperar invitados, curiosos y prensa para el inicio de la celebración en la pequeña sala, con poca ventilación, con aforo para veinte personas, pero donde se agolparon medio centenar.
Ahí se escucharon los votos de Troya que aseguró que el suyo fue un "amor a primera vista" que avanzó a una relación y que se transformó en una "lucha" por derechos, mientras que Correa, a su turno, aseguró que "al final todo es perfecto si estamos juntas".
"Que vivan las novias", "Que vivan las cónyuges", "Que vivan las esposas" o "Que viva el amor" eran las frases que se escuchaban en la sala y que contrastaban con el desconcierto que mostraban algunos transeúntes en las afueras del Registro Civil que se preguntaban "¿Cómo las van a declarar si no pueden decir marido y mujer?".
Al terminar la ceremonia, Troya aseguró: "Ahora somos señora y señora" e hizo un repaso a la larga lucha judicial "por la dignidad, los derechos, la justicia, por el reconocimiento de nuestras familias, por la igualdad".
Después de seis años de lucha, "por fin somos esposa y esposa", dijo antes de fundirse en un besó con Correa frente a al menos un centenar de espectadores, entre activistas, defensores de derechos humanos y abogados, entre otros, que esperaron la salida de las dos mujeres que portaban cada una un ramo multicolor.
Troya habló de las nuevas generaciones "que ahora le apuestan a la igualdad" y que opinó que deben estar tan felices como ellas pues "la lucha fue para tener un país un poquito más justo e igualitario y para que las presentes y, sobre todo las futuras generaciones, no se avergüencen de lo que son y puedan escoger libremente a la pareja con la que quieren casarse".
Tomadas de la mano, cada una con el anillo con el símbolo del yin y el yang que se intercambiaron en la ceremonia, las esposas visiblemente nerviosas se preparaban para festejar en una ceremonia espiritual holística, según explicó Troya a Efe al recalcar que, aunque el paso de hoy es "histórico", aún falta por recorrer pues la "sociedad ecuatoriana todavía es homofóbica y machista".