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Russia y España

Borrell, del "encontronazo" con Rusia a jefe de la diplomacia europea

El ministro español de Asuntos Exteriores en funciones, Josep Borrell, tuvo recientemente un "encontronazo" con Moscú por unas palabras suyas que sentaron mal en el Kremlin, pero ahora Rusia curiosamente tendrá que sentarse frente a él si quiere mejorar las tensas relaciones con la Unión Europea (UE).

Borrell calificó a Rusia de "viejo enemigo" y de "amenaza" el pasado 23 de mayo en una entrevista con "El Periódico", unas declaraciones que provocaron que el embajador español en Rusia, Fernando Valderrama, fuera citado al Ministerio de Asuntos Exteriores en Moscú en protesta por la "inamistosa" afirmación.

"Tenemos un nuevo mundo que no habríamos podido imaginar hace cinco años. Trump no era presidente, no había brexit (...) Han cambiado muchas cosas. Nuestro viejo enemigo, Rusia, vuelve a decir aquí estoy yo, y vuelve a ser una amenaza, y China aparece como un rival", dijo Borrell.

El departamento que dirige Serguéi Lavrov expresó su "sorpresa y decepción" por las declaraciones, algo que sorprendió negativamente en el Ministerio de Asuntos Exteriores español, que sostuvo que la Cancillería rusa había "sobrereaccionado".

Hasta el presidente de Rusia, Vladímir Putin, se manifestó al respecto en una entrevista reciente a los máximos responsables de las agencias de noticias mundiales, entre ellos el presidente de la Agencia Efe, Fernando Garea.

Lo hizo en un tono poco cordial hacia Borrell.

Putin dijo que éste "ya no es ministro de Asuntos Exteriores, sino un destacado político de nuestro tiempo. En cualquier caso, por lo visto, quiere parecerlo".

Además, para el mandatario ruso, "hablar de amenaza por parte de Rusia a España, que se encuentra en el otro extremo del continente europeo" es el "desvarío de turno".

Asimismo, le recordó "el período cuando la Unión Soviética ayudó a los republicanos durante la Guerra Civil".

Ahora, de ser aceptado por la candidata a presidenta de la Comisión Europea (CE), la alemana Ursula von der Leyen, y de ser avalado por el Parlamento Europeo (PE), Borrell pasará a ser alto representante para la Política Exterior de la UE y Rusia tendrá que sentarse a hablar con él, quiera o no y aunque sea indirectamente.

Y es que Rusia tiene muchos frentes abiertos en Europa, desde las acusaciones por su supuesta injerencia en asuntos internos y elecciones, a escándalos de supuestos espionajes, al escándalo del exespía Sergéi Skripal y, sobre todo, las sanciones comunitarias por sus actividades en el este de Ucrania.

En más de una ocasión Moscú ha manifestado su deseo de mejorar las relaciones con Europa, y ha recibido en los últimos tiempos cierto apoyo de Austria y de Italia.

Pero en Bruselas, que reaccionó con firmeza a la anexión por parte de Rusia de la península Ucraniana de Crimea en 2014 y la guerra en el Donbás entre el Ejército ucraniano y los rebeldes prorrusos, apoyados por Rusia, está claro que no se levantarán las sanciones hasta que no se implemente plenamente el Acuerdo de paz de Minsk de 2015.

Pero Putin no está dispuesto a devolver Crimea ni a dejarse torcer el brazo.

En la cumbre del G20 en Osaka la semana pasada lo dejó claro al resumir su reunión con la primera ministra británica, Theresa May.

Aseguró que Moscú "no ha tenido ni tiene intención alguna de llevar a cabo acciones agresivas contra nadie", pero "siempre tratará a sus socios de manera proporcional al trato que recibe de ellos".