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Fundación Progressio: 40 años apostando a la conservación
La institución privada sin fines de lucro ha aportado a la conservación y restauración de áreas importantes para la biodiversidad en República Dominicana. Su proyecto insignia, la Reserva Científica Ébano Verde, es un referente regional de buena gestión ambiental.
Ébano Verde, banco de agua, manejo forestal, El arroyazo, cultivos tropicales, reproducción de plantas en bandeja, certificado de plantación…
Muchas palabras arraigadas en el glosario ambiental dominicano le deben mucho a la Fundación Progressio.
Su creador, el fenecido empresario Enrique Armenteros Rius, quería llevar a la práctica su interés por la naturaleza y la conservación de los recursos naturales.
A cuatro años de su partida, su legado sigue inspirando a científicos, biólogos, agrónomos, técnicos forestales, guardaparques y voluntarios de la institución privada sin fines de lucro incorporada el 18 de mayo de 1983.
Así lo sienten José Ángeles, gerente de operaciones de la fundación Progessio; y Ramón Elías Castillo, administrador de la Reserva Científica Ébano Verde, el proyecto insignia de la entidad.
Al cumplirse este año el 40 aniversario de la fundación, los dasónomos rememoran en el Encuentro Verde de LISTÍN DIARIO los logros de una gestión ambiental ejemplar y cómo marchan los proyectos en las distintas regiones del país.
Ángeles y Elías Castillo tienen 36 y 33 años, respectivamente, vinculados a la fundación Progressio.
CULTIVOS TROPICALES. Todo comenzó en 1984 en la provincia Sánchez Ramírez con el cultivo de especies exóticas tropicales (muy consumidas aquí pero que debían ser importadas) como la canela, la nuez moscada, la malagueta, el clavo dulce, la vainilla, la cúrcuma y el berrón.
Mucho del palmito que se consume en el país se extrae de las palmas de pejibaye (Bactris gasipaes), plantadas por la fundación para contrarrestar el consumo de palmito de la palma real (Roystonea regia).
RESERVA CIENTÍFICA ÉBANO VERDE
En octubre de 1989, el Gobierno dominicano creaba esta área protegida de 23.1 kilómetros cuadrados (hoy cuenta con 30 kilómetros cuadrados) compartida por las provincias La Vega y Monseñor Nouel, en la zona oriental de la cordillera Central, y cedía su administración a la fundación Progressio, firmándose en 1990 el primer acuerdo de fideicomiso entre una entidad privada y la Dirección Nacional de Parques, luego Secretaría de Medio Ambiente.
Ángeles y Elías Castillo recuerdan que los despliegues negativos en la prensa no se hicieron esperar. Se decía que el sector privado se quedaría con las tierras, que se robarían la madera de ébano verde y el agua, que engañarían a los agricultores.
Explican que el 80 % de las personas encuestadas para el primer plan de manejo de la reserva se quejaba de que la fundación haría lo mismo que hacen todas las organizaciones: nada.
Veinte años después, cuando se hizo el plan de manejo vigente hoy día, los datos se invirtieron: el 80 % aprobaba el trabajo de la fundación y el lugar es considerado uno de los mejores ejemplos de conservación de la región.
UN GRAN VISIONARIO. Para evitar que el corte de árboles, los cultivos y el veraneo amenazaran el área protegida, don Enrique Armenteros compró y donó a la fundación terrenos adyacentes para asegurar un colchón vegetal que protegiera el núcleo y la zona de amortiguamiento de la reserva.
Como parte de ese legado, ahora se trabaja para unir bajo un mismo manto verde esta reserva, el Monumento Natural Salto de Jimenoa y la Reserva Científica Las Neblinas, informan Ángeles y Elías.
Las tres unidades de conservación formarían una especie de corredor biológico que garantizaría la riqueza hídrica de la zona y mayor protección para la montaña dentro de la reserva donde nacen los ríos Camú, Masipedro, La palma, El arroyazo, La sal, Jayaco y Jatubey.
Este banco de agua, dice Ángeles, produce 3.2 metros cúbicos por segundo.
A las actividades de senderismo, observación de aves y estudios científicos que han hecho famoso el lugar se suma la reproducción de ébano verde (Magnolia pallescens), el árbol endémico en peligro de extinción cuya protección motivó la creación de la reserva.
La Vega y el Camú. Un dato interesante sobre la producción de agua en la reserva y el río Camú es que cuando se creó el área protegida se midió el caudal del río en su cabecera.
Un estudio reciente determinó que pese a que la tendencia es que disminuyan los caudales de los ríos, el Camú ha mantenido el mismo volumen de hace 30 años gracias a la cobertura boscosa en la cuenca alta.
“Poca gente sabe lo que significa la reserva para La Vega. Lo único que le garantiza el agua a La Vega es la reserva porque la cuenca alta de río Camú está totalmente protegida”, indica Elías Castillo.
“ALIANZA DEL CAMPESINO CON EL ÁRBOL”
Aprovechando el boom de los proyectos de reforestación a inicios de los años 80, la fundación se dedicó a la producción de árboles a favor de los pequeños agricultores ubicados en toda la cuenca alta del río Nizao.
Para ello utilizó la plataforma social de la Asociación para el Desarrollo de San José de Ocoa que dirigía el padre Luis Quinn.
Llegaron a distribuir alrededor de 5 millones de árboles a través de esta plataforma, relatan Ángeles y Elías Castillo.
“Producíamos entre medio millón y 700 mil plantas por año; los distribuíamos y se llevaba un registro sobre qué se plantaba, quién lo plantaba y dónde se plantaba”.
De este proyecto nació el famoso certificado de plantación y derecho al corte, comenta Ángeles, “de la necesidad de darle el acta de nacimiento a esa plantación y al que lo plantó”.
Los árboles eran donados, los agricultores los plantaban. Técnicos de la fundación y de la plataforma comunitaria les daban seguimiento.
También se introduce con este proyecto el uso de bandejas para la germinación de plántulas en los viveros.
“Fuimos los pioneros y eso revolucionó el sistema de reproducción de plantas masivas en vivero, al punto de que el 70 por ciento de las plantas forestales se producía con ese sistema”, sostienen.
CONSERVACIÓN DE MAGNOLIAS
Ramón Elías, que ha dedicado su vida a la reserva de Ébano Verde, ha puesto un gran empeño en promover la reproducción y conservación de la Magnolia pallescens.
En 1991 comenzaron algunos ensayos para germinarla y para 1995 ya lo habían logrado.
“Había una teoría de que el ébano verde no se podía reproducir por semilla porque no germinaba. Cuando Ramón Elías comienza a hacer los estudios esas teorías se fueron quedando atrás, al punto de que ha llegado a tener 70 % de éxito en la germinación”, explica Ángeles.
Esta experiencia la transfirieron a las otras magnolias endémicas amenazadas de República Dominicana, la Magnolia domingensis en la provincia Peravia y la Magnolia hamorii en Barahona. También implementaron estos conocimientos en Haití con la Magnolia ekmanii.
Con el apoyo de Botanic Gardens Conservation International (BGCI), Fundación Progressio y el Jardín Botánico Nacional publicaron en 2018 el diagnóstico “Plan de acción de conservación integrada de las Magnolias (Magnoliaceae) amenazadas de República Dominicana: Magnolia domingensis – M. hamorii – M. pallescens”.
El año pasado se creó la beca “Don Enrique Armenteros Rius”, financiada por el Grupo SID, para estudiantes del doctorado en Ciencias Ambientales del Intec. La profesora Georgina Espinal se dedicará al estudio de las magnolias endémicas del país en los próximos cuatro años.
AUTOGESTIÓN Y COMPROMISO
La fundación Progressio no recibe fondos del Estado. Para mantener los proyectos realizan rifas y un bingo verde. También ofrecen asesorías en la gestión de fincas forestales y se benefician de las excursiones a Ébano Verde.
Esa era la visión de don Enrique, explica Ángeles.
“Yo quiero que el día que no esté, la fundación pueda seguir”, decía Armenteros.
“Su empeño era decirles a sus hijas, que eran las que iban a tomar el mando, que sí se podía, y cómo generar los recursos para que siguiéramos existiendo. Cuatro años después de su muerte, esa generación que lo ha sustituido, ese cambio de antorcha, tiene el mismo entusiasmo y ahora con un compromiso doble. Él les inyectó lo de la conservación, les dio a entender que su vida era eso y no hay un compromiso más grande que te dejen un encargo de esa naturaleza. Es un compromiso moral que tenemos todos porque él nos inculcó eso”.
Gestión y administración de fincas.
“Don Enrique decía que los mejores guardianes para proteger una propiedad son los árboles”. Con este mensaje, la fundación invita a propietarios de fincas que no están produciendo ni piensan producir en lo inmediato (y que corren el peligro de ser invadidas) que las dediquen al cultivo de plantas.
La entidad les ofrece asesoría, manejo, supervisión y seguimiento técnico para sacarle el mejor provecho al terreno siguiendo buenas prácticas ambientales.
Actualmente brindan estos servicios en seis proyectos ubicados en Restauración (Dajabón), Manabao (Jarabacoa), La Luisa (Monte Plata), Cevicos (Sánchez Ramírez), Hato Mayor y Santiago.