Restauración

El amor y el odio al menú de código QR en Río de Janeiro y más allá

Este estado adoptó una ley que obliga a bares y restaurantes a ofrecer menús impresos para clientes que no tienen celulares o no son adeptos a la tecnología. Otros estados están evaluando medidas similares.

Cliente consulta el menú de un restaurante con un código QR.

Cliente consulta el menú de un restaurante con un código QR.Leonardo Patrizi / iStock

Hojeando el menú forrado en cuero en un restaurante clásico de Río de Janeiro, el Armazém Sao Thiago, con pisos de azulejos y muebles de madera, Paula Cardoso se atreve a decir algo que es pecado en este local: “Yo prefiero los menús de código QR”.

Los códigos QR (Código de Respuesta Rápida, por sus siglas en inglés) se popularizaron durante la pandemia de covid-19 para que los comensales temerosos al contacto pudieran leer el menú en sus celulares.

Pero en Armazém Sao Thiago, fundado en 1919 y controlado por la misma familia hace tres generaciones, estos jeroglíficos modernos no son bien vistos.

El bar y restaurante -popularmente apodado “Bar do Gomes” y ubicado en el pintoresco barrio de colinas de Santa Teresa- se enorgullece de su menú impreso, entregado amablemente a los clientes por meseros de camisa blanca impecablemente planchada.

“Es la presentación de la casa”, dice el gerente Carlos Fionda, de 59 años,

“Así empieza la experiencia de los clientes, hablas con ellos, les muestras las mejores opciones del menú... No es algo tan frío”, agrega.

Fionda no está solo en la defensa del tradicional menú físico.

El estado de Río de Janeiro adoptó la semana pasada una ley que obliga a bares y restaurantes a ofrecer menús impresos para clientes que no tienen celulares, no son adeptos a la tecnología o simplemente quieren concentrarse en sus compañeros de mesa -y no en una pantalla- durante la comida.

Otros estados están evaluando medidas similares.

Pero la disputa por el código QR va más allá de Brasil.

Colombia adoptó una medida similar el año pasado, y Miami, EEUU, trabaja en una ley al respecto. Legisladores de la provincia de Mendoza, la tierra del vino en Argentina, van en la otra dirección, impulsando un proyecto de ley que obligaría a ofrecer un menú digital.

La predominancia de los dispositivos digitales, incluso a la hora de salir a comer, se ha vuelto un tema sensible.

Tras dejar atrás el temor al contagio por superficies adquirido durante la pandemia, a muchos comensales les frustra que los menús digitales continúen omnipresentes, con todos sus inconvenientes: dificultad de navegar en una pantalla pequeña, problemas de conexión o de batería, y la falta de contacto humano.

“Los menús de código QR son la muerte de la civilización”, declaró un columnista del Washington Post el año pasado.

En mayo, el influenciador brasileño Felipe Neto se volvió viral con una pregunta en Twitter: “¿Será que ya podemos decir que el menú digital es una gigantesca mierda?”.

Llegaron “para quedarse”

Paren la hostilidad, piden los defensores del menú digital.

“Es mucho más práctico”, dice Cardoso, la joven gerente de marketing mientras disfrutaba de una tarde “vintage” en Armazém Sao Thiago.

“Puedes acceder desde tu celular, tiene más fotos de la comida. Puedes explorar mejor la carta. El menú tradicional queda desactualizado”, dice a la AFP.

Muchos dueños de restaurantes aman la tecnología y tímidamente esperan que los clientes aprendan a quererla también. Facilita la innovación y la adaptación a las temporadas, dicen.

“Ahora agregué al menú comida japonesa. Si tuviera 50 menús físicos, tendría que adaptar 50 copias. Con el digital, en minutos haces los cambios, sin ningún impacto medioambiental”, dice André Delfino, de 50 años, gerente del elegante restaurante Casa Nossa.

La tecnología “está aquí para quedarse”, predice.

Francisco Dantas, copropietario del Café do Alto, ubicado en un edificio histórico cerca de la línea del tranvía de Santa Teresa, se considera un tradicionalista que prefiere salir a comer sin tecnología.

Pero adora el menú digital cuando se trata de su siempre cambiante selección de cervezas artesanales.

“Es superfluido. Lo puedo cambiar en mi celular en cualquier segundo. Control C, control V, y pones la nueva”, dice Dantas, de 43 años.

La asociación brasileña de bares y restaurantes quiere que el gobierno deje la decisión a los dueños.

“Es un asunto del mercado”, dice su portavoz, José Eduardo Camargo.

“Las dos formas tienen ventajas y sus públicos”, añade.

Según una encuesta reciente de la asociación, 38% de los restaurantes brasileños han adoptado los menús digitales, y otro 25% está planificando hacerlo.

Esa presencia cada vez más generalizada preocupa al diputado estatal Rodrigo Amorim, quien presentó la ley.

“Probablemente un día ya no habrá menús impresos. Pero el cambio debe ser respetuoso e inclusivo”, dice.

Mientras tanto, “no hay nada más romántico que llegar a un restaurante, agarrar un menú en tus manos y decidir qué comer”, dijo a la AFP.