realidad y fantasía

Curandera

María Cristina de Carías

María Cristina de CaríasArchivo LD

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maría cristina de caríasEspecial para Listín Diario 
​Santo Domingo

Gracias a los amorosos cuidados de mi fiel Emma he podido sobrepasar un virus que anda circulando, haciéndonos la vida imposible e infectando a todo el que se atreve a acercarse por los alrededores. Primero cayó mi hijo, quien vive en casa desde hace un tiempo. 

Naturalmente, su malestar tuvo la propiedad de elevarse a la quinta potencia, como sucede cada vez que un miembro del sexo masculino contrae algo, aunque sea una picada de mosquito.

Además, se niegan a permanecer en la cama y si lo hacen hay que acudir cada cinco minutos, dados los ¡ay ay ay! y las quejas.

Emma y yo nos turnamos para atender al doliente y quejoso hijo, olvidándonos de que podíamos caer enfermas de tanto lidiar con el paciente.

Efectivamente, no tardé en contraer el dichoso virus. Emma, solícita, me preparó una serie de mezclas misteriosas, las que me tomé sin chistar. Muy satisfecha de mi docilidad, mi curandera me diagnosticó una pronta recuperación.

Entretanto, mi hijo decidió que ya estaba curado y se marchó a cumplir con sus obligaciones. Ni qué decir que, a media tarde, regresó y entre lamentos y lamentos se tomó la mezcla misteriosa y se arrebujó en su cama.

Lo curioso del caso es que, a mi factótum, convertida en curandera, el dichoso virus ¡ni la rozó! Con sus alegres carcajadas y su rostro radiante me advirtió que con ella no pueden los bichos invisibles que le hacen la vida miserable al resto de la población.

Hoy me aconsejó que no saliera al patio, porque ese cielo gris no era de lluvia sino polvo del Sahara, según había oído en la radio, y solo un buen aguacero lo podía alejar.

Así que aquí estamos, mirando las Olimpiadas y alentando a Marileidy, desde la distancia. 

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