REALIDAD Y FANTASÍA
El jardín es una deliciosa herencia del pasado
Desde mediados del siglo XIX, se comenzaron a construir parques públicos y propiedades de las monarquías pasaron a ser patrimonio común. De esa forma, el paisaje comenzó a adquirir importancia vital en el conglomerado urbano.
Los jardines son, en nuestro mundo, parte integral tanto de las viviendas como del paisaje urbano.
Desde mediados del siglo XIX, se comenzaron a construir parques públicos y propiedades de las monarquías pasaron a ser patrimonio común, de esa forma, el paisaje comenzó a adquirir importancia vital en el conglomerado urbano.
Durante el período de Napoleón III, mil quinientos arquitectos y sesenta mil obreros recrearon París, dotándola de espacios verdes para convertirla en la joya de Europa.
A partir de entonces, todas las capitales y las ciudades de provincia quisieron crear espacios para el solaz y esparcimiento de los ciudadanos, además de embellecer el ambiente urbano.
En nuestro país se construyeron encantadores parquecitos dotados de glorietas, que hicieron las delicias de muchas generaciones, pues estaban ubicados en sitios de reunión predilectos, a la vez que se podía escuchar una banda interpretar deliciosas melodías. El paseo dominical era casi una obligación, dando vueltas por el parque, luciendo las mejores galas. Lugar ideal para los primeros amores y las citas veladas, de los enamorados.
Debido a nuestra herencia hispánica, en las casas particulares existían patios, dotados de huertos y también de variadas especies de flores, que refrescaban el caluroso ambiente, dotando a la vivienda de alegría y vivacidad, con la variedad de plantas tropicales de lujurioso aspecto.
En la Casa de Tostado se recreó el patio decimonónico, como complemento al Museo de la familia del siglo XIX, que se instaló allí.
Durante muchos años, gracias a la contribución de doña Flérida de Nolasco y de don Emilio Rodríguez Demorizi, quienes investigaron a fondo el área de la flora del siglo XIX en nuestras viviendas, el paisajista Jochi Russo logró una acertadísima ambientación al estilo de aquel siglo, que hizo de este patio el más hermoso y atractivo de la Ciudad Colonial por muchos años.
Lamentablemente, el descuido y abandono se adueñaron de aquel maravilloso espacio.
Este patio con su rumorosa fuente, forrada de azulejos andaluces y dotada de un surtidor, a lo que se agrega el pozo, con su romántica leyenda que cuenta como pereció el nieto del general Leclerc, enamorado de Mariana, la hija de los dueños de la casa, a manos de la turba de guardias haitianos, debe de ser preservado como ejemplo de los románticos jardines de antaño, con las plantas que se sembraban en ese entonces.
Así los serenos que cuidan del monumento volverán a sentir el espíritu del infortunado Jean Claude, buscando por el patio y la mansión a su amada Mariana.