Una mirada entre lluvia y lágrimas

Llovió, llovió mucho sobre la tierra reseca, sobre las montañas y los llanos, pero también llovió sobre las playas y los sitios turísticos, obligando a los vacacionistas a buscar refugio.

Fue una semana santa muy especial, talvez porque Dios se apiadó de este pueblo sediento, no solo del vital líquido, sino de justicia. La Iglesia católica se hizo eco de las carencias nacionales y todos los que escuchamos el sermón de las siete palabras, nos sentimos sacudidos.

En este paraíso donde habitamos, definitivamente se debe mejorar la calidad de vida de la población en general y acabar con el flagelo de la violencia contra la mujer. No se comprende cómo los simples ciudadanos andan armados, como si fuera lo más normal y corriente. Así los días santos se llenaron de sangre con el asesinato de una bella presentadora y el suicidio de su matador, en plena calle de un barrio residencial. Llovió anoche, pero tengo la certeza de que fue el cielo lamentando el horror presenciado.

Tembló también, pero soy de las que creen que esos temblores alivian la presión interna de nuestro planeta, evitando así un terremoto.

Así entramos en la Pascua de Resurrección, con el ruego y la esperanza de que las cosas mejoren.