PSICOLOGÍA
Un duelo no resuelto

Vivir un duelo no resuelto no es solo de un género.
“Debes dejarla ir. Ya han pasado dos años desde que tu madre murió y sigues tan triste como si hubiese sido hoy”, le decía María a mi amiga Lucía. La sensación de vacío que deja alguien que muere parece que nada lo puede llenar. Pensar que mamá no esté aquí en mis momentos difíciles, que no aparezca en las fotos de la boda o esté presente en el nacimiento de sus nietos es algo que martilla la cabeza de un doliente, congelando su sufrimiento.
Atravesar el camino del dolor que provoca un duelo agudo, prolongado, patológico o no resuelto como suele llamársele, en ocasiones, nos deja atrapados en un circuito emocional donde la tristeza crónica, la amargura y la rabia habitan cada espacio de nuestro cuerpo mental, emocional y físico, en un recorrido que parece interminable.
“El duelo es, por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etcétera”, dijo Sigmund Freud.
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