FOLCLOREANDO

¿Por qué me gusta el transporte público?

Xiomarita Pérez

Xiomarita Pérez

Dentro del país y en Estados Unidos, principalmente en Nueva York, he utilizado los autobuses. En la Capital abordo el Metro de Santo Domingo y otros transportes, como minibuses, voladoras que van al interior, microbuses y los carritos públicos, que en los 60 y 70 tenían la capota blanca o azul y a cada color le tocaba trabajar “interdiario” o días alternos.

De usar taxi a tomar el autobús

Hace unos años, cuando “la cosa” se puso agria económicamente mi familia bajó de nivel, de taxis a OMSA. Sin mentirles, tomábamos cinco o seis taxis al día y fue muy difícil el cambio para mis hijas, acostumbradas a la comodidad. Yo tuve que concientizarlas (ellas dicen que siempre estoy justificando) expresándoles que en un taxi no socializan con nadie y que en autobuses o guagüitas hasta tienen el privilegio de cederle su asiento a una persona envejeciente, una embarazada, etc.

Cambio de actitud

Solo duré un par de días observando el malestar de ellas. Una de ellas me dijo: “Usted con su cultura nos va a volver loca”, al desmontarnos de una guagüita oxidada de la ruta del 12 de Haina, que nos dejó en la Correa y Cidrón con Winston Churchill.

Como a los diez días, la del medio llegó a la casa emocionada porque una gallina que tenía un señor puso un huevo en el asiento de la OMSA. Esas dos experiencias fueron grandiosas para mí, con lo que les justifiqué de lo que se estaban perdiendo por solo transportarse en taxis.

Interactuando con la gente

Estas historias se las narro porque caminando a pie y en guagua por Harlem y Washington Heights me he reencontrado con colegas periodistas, conocido seguidores, admiradores entre niños, jóvenes, adultos mayores que les encanta mi actitud, mis colores, etc.

El lunes, en la parada, antes de abordar la Ruta 101, escucho una señora decirle a otra que ella solo quiere durar seis años más, que sus hijos saben que quiere que la cremen, doy un giro a la izquierda asombrada y afirma lo dicho y le dije que quiero durar cuarenta más y la gente se estrelló de la risa.

El placer de la vida sencilla

Doña Marina Reyes es dominicana, tiene 83 años y solo sufre de colesterol alto. Cuando me pregunta mi nombre le digo Xiomarita y sorprendida me dice: “Usted es Xiomarita la que baila”, y cuando le dije que sí me dio hasta la dirección. Pronto voy a hacerle un videito para que me diga por qué se mantiene tan activa. Esos son parte de los placeres de mi vida, lo simple.

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