María Magdalena, tan cerca de Cristo, olvidada después

Al lado de la vida de Jesucristo estuvo, además de su Madre, la Virgen María, otra mujer en la sombra, María Magdalena, o Miriam de Magdala como aparece en los cuatro evangelios, representada en la tradición católica como símbolo del arrepentimiento y cuya iconografía, la Magdalena Penitente, se desarrollará en el arte a partir de siglo XVI y XVII.

María Magdalena fue la mujer que estuvo siempre al lado de Jesucristo antes, durante, y después de la Crucifixión. Fue además la primera persona en tener el privilegio de 'verle' tras la Resurrección y quién dio la buena nueva al resto de los apóstoles. En realidad se llamaba María (Miriam), pero se la conocía en su época por su procedencia, `la de Magdala´, una aldea junto al lago de Galilea y de ahí el gentilicio de María Magdalena.

Lo más aceptado es que se trate -apuntan los expertos- de María de Betania (la hermana de Marta y Lázaro) que se trasladó a vivir a un lugar de Galilea, sin mencionar dónde, por lo que pudiera tratarse de la pequeña aldea de Magdala, y de ahí María, “la de Magdala” o "Magdalena", quién pasó toda su vida al lado de Jesús de Nazaret, incluso en el largo proceso que llevó a su muerte y crucifixión, cuando otros huyeron por miedo, incluso le negaron reiteradamente, como Pedro, sobre el que fundó su Iglesia. María Magdalena permaneció a su lado, siendo la primera persona a la que se le aparece el Resucitado y por tanto la portadora del mensaje más importante de la cristiandad, la Resurrección de Jesucristo a los apóstoles: ¿Cabe mayor reconocimiento?

Este milagroso encuentro inspiró también innumerables interpretaciones artísticas, conocidas como ‘Noli me tangere’ No me toques, un tema recurrente en la historia del arte desde Giotto hasta Picasso.

También se sabe que fue María Magdalena quién sostuvo, junto a otras mujeres, los años de campaña por Palestina. “Ayudó con sus bienes al Maestro", dice el evangelio de Lucas. Pero resulta probable que no prosperaría en ningún intento de alzar su autoridad como discípula predilecta de Jesús, además de mejor amiga de su madre María, donde encontraría la oposición de los varones, sobretodo de Pedro quién nunca disimuló su malestar por ese privilegio, incluso en presencia de Jesús.

MARÍA DE MAGDALA, LA MUJER MÁS CITADA EN LOS EVANGELIOS

Y una de las figuras femeninas más relevantes es también poco conocida, o poco estudiada, debido en parte a su identificación errónea con otras mujeres de los evangelios canónicos como son las referencias a “la pecadora” del Evangelio de Lucas, de quien se dice únicamente que “era pecadora y que amó mucho”, y otra referencia ya claramente a María Magdalena a la que «habían salido siete demonios».

Tampoco se sabe con exactitud cuándo comenzó a identificarse a María Magdalena con la pecadora que entró en casa de Simón el fariseo, pero en una homilía del papa Gregorio Magno (+ 591) relacionó la identidad de estas mujeres, mostrando a María Magdalena como prostituta arrepentida: “Aquélla a quien Lucas llama la mujer pecadora es la María de la cual son expulsados los siete demonios, y qué significan esos siete demonios, si no todos los vicios”.

Para colmo de complicaciones, la imagen de la Magdalena penitente se puede confundir con otra santa, María Egipcíaca (del siglo V), quien, según La vida de los Santos de Jacobo de la Vorágine, se había dedicado a la prostitución y acabó retirándose al desierto a expiar sus culpas.

Ella sería la mujer de largos cabellos rojizos con los que cubre su cuerpo o la que aparece envuelta en sayal de yute, símbolos de su penitencia en el desierto, y atributos que acompañan la representación de muchas Magdalenas prolongando la confusión durante los siglos. Difundida por los teólogos, esta magdalena gozó de mucha popularidad y fue fuente de inspiración para portar su imagen en la iconografía cristiana occidental.

Fue tras el Concilio de Trento a mediados del XVI, en su respuesta a la Reforma protestante de Lutero, cuando dotó en lo relativo al arte sacro más protagonismo a la imagen de La Magdalena -negada por los protestantes- situándola al lado de la Virgen María, a su lado, e incluso permitir su representación sola como una santa más.

Hay que recordar que uno de los temas más populares de la iconografía de la Contrarreforma era el de los santos retirados en actitud de penitencia, "en su humanidad caída", y precisamente como ejemplo del arrepentimiento del pecado, es como la Magdalena alcanzó gran éxito a lo largo de los siglos XVI y XVII además del mejor pretexto ofrecido a los artistas para mostrar la belleza del cuerpo femenino.

Convertida en la santa Penitente, su imagen portará para su identificación el pomo de cristal con el que ungió los pies de Jesucristo, símbolo que alude al pecado, a la debilidad humana ante las tentaciones, mientras que la calavera que suele sujetar representa la humildad ante la vanidad de los bienes perecederos.

La vida de Magdalena después de la Resurrección guarda muchas similitudes con los cristianos perseguidos en esas mismas tierras. De acuerdo con la tradición, partió en un bote junto a otros discípulos, rumbo al Mediterráneo, llegando al sur de la Galia, donde María y sus acompañantes evangelizaron aquella tierra, donde sembraron fructíferas raíces que son visibles en los numerosos monumentos erigidos en su honor.

No fue hasta el siglo XX cuando asistimos al reconocimiento de su figura. Fue el papa Pablo VI quién en 1969 retiró a María Magdalena el apelativo de «penitente» borrando toda referencia de prostituta arrepentida, mientras Juan Pablo II se refirió a ella -en su carta Mulieris Dignitatem de 1988- como la "apóstol de los apóstoles", destacando -dijo- que en "la prueba más difícil de fe y fidelidad" de los cristianos, la Crucifixión, "las mujeres demostraron ser más fuertes que los apóstoles".

MARÍA MAGDALENA EN EL ARTE.

Reconocida en esa imagen de pecadora arrepentida, esta representación inexacta pero validada de la Magdalena alcanzó gran éxito a lo largo del Renacimiento y el Barroco, por las posibilidades que ofrecía a los artistas este tema para plasmar el cuerpo femenino en todo su esplendor.

Si Tiziano ofreció una serena belleza femenina de cabello rojizo, pero cuya hermosura parece pertenecer ahora únicamente a Dios, Caravaggio aportó una perspectiva divina en el momento de su contrición, tirando a un lado las perlas y las joyas mundanas, llorando avergonzada.

Del maestro del barroco español, José de Ribera, El Españoleto, destacamos la Magdalena Penitente (1641), ejemplo de su etapa más colorista influenciada por los maestros venecianos y posterior a la otra más tenebrista, influenciado por Caravaggio, representa a una Magdalena bella, de sensualidad velada, todavía ajena al dolor, antes de la muerte de Cristo.

La Magdalena de Veronese también refleja las transformaciones de la pintura religiosa veneciana hacia 1580, bajo el nuevo orden de prioridades impuesto por el Concilio de Trento (1545-1563), con su énfasis en temas como la penitencia o el martirio de los santos.

No guardó ese decoro exigido el arrebatador pincel de Rubens que capturó la impetuosa entrega del amor de María Magadalena hacia Cristo en su obra de 1615, consiguiendo reacciones negativas, dada la adulación “indecorosa” manifiesta.

Representada en la madurez de la vida, destaca la talla de madera policromada de la Magdalena Penitente (1664) de Pedro de Mena, una de las creaciones más originales y soberbias de la escultura barroca española. La santa es presentada con simplicidad, de frente, pero desgarrada por el dolor que la inclina hacia el crucifijo que sostiene en una mano, concentrando toda la emoción que no puede contener en el rostro, creando una especie de "silencioso diálogo místico".

Sin llegar a la turbadora Magdalena de Donatello, una sobrecogedora imagen que el florentino esculpió en 1453, al final de su vida, donde una santa demacrada por la edad, impresiona no solo por su desbordante dramatismo sino por su sorprendente modernidad.