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RELACIÓN FAMILIAR

“No sé qué pasa con mi hija”

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Mónica Báez SosaSanto Domingo

La relación de madre-hija, entre Carmela y Ana era a los ojos de los demás la relación “perfecta”.

Ana era una hija educada (frente a otros), iba bien en sus estudios, pero en la casa, la vida de esta madre soltera era un verdadero infierno. En pocas palabras, existía una mala relación a puertas cerradas.

Carmela justamente quería controlar tanto a su hija hasta que la anuló, la cercenó, al punto que no sabía valerse por sí misma, era muy buena en los estudios, pero en la cotidianidad no sabía manejarse.

Ana comenzó a salir a fiestas y hacer vida social con sus compañeras de colegio y luego universidad, pero era tanto lo que Carmela, su madre le resolvía a Ana, que la joven adulta se sentía inútil, incapaz e inepta. Se sentía distinta al resto del grupo, en sus propias palabras ella pensaba “no encajaba” en los grupos.

Comenzaron las señales: Salidas constantes, bajo rendimiento académico, Ana o salía demasiado o se aislaba en su habitación sin hablar con nadie y sin “razón aparente”.

En una conversación entre sus amigos, Ana ya con 27 años, notó que algunos del grupo trabajaban, ya no dependían tanto de sus padres y eran profesionales independientes. La madre de Ana ejercía un control tal, que le manejaba hasta el dinero para salir y comprar sus necesidades.

Hay varias maneras de decirle inútil a un hijo (a), una de ellas es decirla sin piedad: “¡tú no sirves para nada!”, otra es resolviéndole y haciéndole todo como si ellos no fuesen capaces de hacerlo por sí mismos. Es más, Carmela quería controlar tanto a Ana que perdió el control, pues había construido un apego inseguro ante su hija.

Dependencia

La teoría del apego inseguro de Bowlby, se describe como el vínculo con una fuerte contaminación al miedo, emociones confusas de dependencia y rechazo”. La madre de Ana creía que controlar y ser fuerte en exceso era la educación correcta, y lamentablemente Ana comenzó a alejarse y a demostrar una rebeldía ante su propia madre que para compensar sus frustración e impotencia, inició un “coqueteo” con el alcohol y otras sustancias que la hacían sentirse de manera falsa libre, y lejos de ese control patológico.

El exceso de control o el exceso de permisividad son comportamientos que hacen mucho daño a nuestros hijos, lo alejan del hogar y los invitan a buscar alivios insanos en sustancias y entornos inadecuados.

¿En qué grupo estás tú como padre o madre? ¿El controlador o el permisivo? Es momento de buscar el equilibrio, no hay una familia perfecta, pero si aquellas que poseen las herramientas para manejar un entorno sano.

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La autora es psicóloga, especialista en Psicología Financiera. Grupo profesional Psicológicamente

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