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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Un amor eterno

Daniel y Rossy Bisonó vivieron un amor que pocas veces se da en la realidad que vivimos. Ellos disfrutaron de una relación digna de las que se dan en una ciudad fabulosa. En sus años mozos en San José de las Matas, donde nacieron ambos, comenzaron a sentir esas mariposas en el estómago que revolotean al más fuerte de los mortales. El compromiso de hacer una carrera en la universidad, hizo que Daniel se trasladara a la Capital, pero lejos de disminuir, su enamoramiento era mayor en cualquier momento esperaba la escapada para ir a su amado Sajoma a ver a su princesa.

Comieron perdices y fueron felices

El tiempo transcurría y esa sensación, que solo el amor puede provocar, aumentaba hasta que llegaron al matrimonio. La vida le sonreía y cada etapa en su vida superaba la otra. Ya establecidos en Estados Unidos, llegaron los hijos: Rosniela, Gabriela y los gemelos Dani y Enrique. La felicidad aumentaba, y su cuento de hadas tomaba fuerza hasta que sus familiares y amigos no concebían ver al uno sin el otro. Daniel con su forma alegre de ver la vida y Rossy con su sencillez completaban una relación que solo la partida de él pudo romper.

Una batalla corta, pero dolorosa

Aunque como si se tratara de una vida fabulosa, juntos también pudieron disfrutar de la etapa de abuelos. Sin embargo, una mala jugada los separó físicamente para siempre, porque eternamente siempre se amarán. A él le descubrieron una situación de salud que, en pocos meses desvaneció su alegría y ganas de vivir. ‘La Yegua’ como de manera jocosa su mejor amigo, le decía, ya no tenía fuerzas para luchar. Como era de esperarse, ella se entregó a su cuidado en cuerpo y alma, y hoy llora su partida, aunque satisfecha del deber cumplido.

Más allá de la sepultura

Curiosamente, esa unión eterna de Daniel al parecer no era solo con Rossy. Ese amigo a quien también él llamaba ‘Yegua’ partió unos meses antes que él. La noticia lo estremeció y, al parecer su enfermedad lo agarró desprevenido y con pocos deseos de luchar por su bienestar. Él y su amigo J.A, se fueron casi jutos a los brazos del Señor. Desde allá deben estar cuidando de ese gran amor que tenían hacia su Rossy y Yaqui, pero sobre todo, deben estar riendo y disfrutando de una amistad que, a juzgar por las coincidencias ocurridas en la vida de ambos, va más allá de la sepultura. ¡Que sigan gozando en la paz del Señor de ese afecto que ni la muerte pudo disminuir!

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