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La historia de los niños que han forjado el mundo

El historiador José Luis Betrán Moya explica que la infancia es uno de los grupos sociales que ha tenido menor protagonismo y voz en la historia, pero en la sociedad actual, sin embargo, ha adquirido una mirada propia y una mayor presencia de la que ha tenido en siglos anteriores

Los padres tenemos un deber fundamental y es entender que los niños tienen su propia vida.Foto: Isabel Álvarez Maqueda

Los padres tenemos un deber fundamental y es entender que los niños tienen su propia vida.Foto: Isabel Álvarez Maqueda

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Por Isabel Martínez Pita/EFE/REPORTAJESSanto Domingo

Los niños, esos pequeños habitantes del planeta, portadores de sonrisas, maestros en abrazos gratuitos, a veces huraños y otras dulces, han sido protagonistas de todas las historias que los mayores hemos construido en el mundo de adultos, por ser el germen del futuro y el caudal de sorpresas que, en el transcurso del tiempo, han llenado los libros del conocimiento del ser humano..

El historiador José Luis Betrán Moya explica que la infancia es uno de los grupos sociales que ha tenido menor protagonismo y voz en la historia, pero en la sociedad actual, sin embargo, ha adquirido una mirada propia y una mayor presencia de la que ha tenido en siglos anteriores.

Según el historiador, “no podemos establecer un modelo de patrón universal porque existen tantas formas de educar como padres y niños hay, pero quizás uno de los elementos que más resaltan es la soledad y ese grado de insatisfacción en la cual se crían muchos niños a pesar de la abundancia de cosas que tienen a su alrededor”.

“A veces, en la sociedad occidental actual, la soledad delante de un ordenador o cualquier tipo de medio electrónico les genera la construcción de unos mundos mucho más imaginarios, mucho más virtuales que luego chocan cuando ese niño ha de enfrentarse a la realidad”, añade Betrán Moya.

La historia de los niños es uno de los temas más apasionantes “para estudiar e investigar cuáles han sido las claves que han ido evolucionando sobre su concepto”, asegura José Luis Betrán Moya, doctor en Historia y divulgador de temas socioculturales.

Betrán Moya explica a Efe que los niños han tenido un mínimo protagonismo y voz en la historia pero, “en la sociedad actual, sin embargo, ha adquirido una mirada propia y una mayor presencia de la que ha tenido en siglos anteriores”.

El interés por el estudio del mundo de la niñez tiene su punto de partida a partir de los años 60 del siglo XX, sobre todo a partir del estudio de la historia de la familia o de la cultura de las mentalidades que realizaron en la escuela de Cambridge, en el Reino Unido, y en la Escuela de los Annales, en Francia, donde comienzan a atraer la atención de este sujeto histórico que es el niño.

El investigador Philippe Ariès (Blois, 1914 –París, 1984) es uno de los más grandes historiadores europeos y conocido por su obra “El niño en la vida familiar del Antiguo Régimen”, con la que, en los años 60, puso el énfasis en el valor que se da al mundo de la infancia dentro del marco familiar desde el periodo medieval hasta nuestras sociedades contemporáneas.

“Ariès sostenía que, antiguamente, las familias medievales eran instituciones sociales preocupadas por subyugar al individuo a los intereses colectivos del mundo del linaje o del clan, por preservar los conceptos del patrimonio y de la autoridad paterna, pero carecían de lo que hoy en día llamaríamos espíritu familiar y, por tanto, de elementos como la afectividad”, señala Betrán.

FAMILIA CONTEMPORÁNEA CON ESPÍRITU INDIVIDUALISTA.

Fundamentalmente, Ariès considera que, a partir del Renacimiento, pero sobre todo con la llegada de la Ilustración y el paso al mundo contemporáneo aparecería “una nueva conceptualización de esa familia moderna contemporánea que tendría mucho que ver con el espíritu individualista que se desarrolla por parte de una clase social emergente, como es la burguesía, y que paulatinamente se difunde dentro del contexto social a todos los ámbitos”, dice el historiador.

De ahí procede el surgimiento de una familia mucho más reducida, con relaciones mucho más directas entre padres e hijos y con un interés fundamental por conseguir que la descendencia obtenga bienes materiales y espirituales superiores a los que hubieran obtenido sus progenitores.

“Ariès considera que ese es un elemento que caracterizaría el descubrimiento de ese niño y su entronización dentro del marco de esas sociedades que avanzan hacia el periodo contemporáneo, lo que no quiere decir que en las sociedades anteriores ese niño estuviera exento de esas relaciones afectivas”, subraya el historiador.

Según Betrán, “a partir del inicio del Renacimiento aparece un elemento que cada vez es más importante y traspasa el entorno familiar y que entra a formar parte de los procesos de socialización más extensivos: la escolarización”.

José Luis Betrán hace hincapié en la realidad demográfica de las sociedades del pasado especialmente terrible, porque de cada cuatro niños nacían solamente dos y, con mucha suerte, llegaban a la etapa adulta. “Por tanto, la crueldad de esa demografía durante muchos siglos conllevó también el miedo hacia la desaparición infantil y creó un cierto grado de insensibilidad, porque esas muertes se convirtieron en una realidad cotidiana”.

“A partir del siglo XIX, con los avances científicos y el descubrimiento de las vacunas que permiten superar muchas de las enfermedades que causaban las muertes de esos niños, sus vidas se hacen mucho más presentes y valiosas dentro de la existencia cotidiana de las sociedades”, añade el especialista.

“En una sociedad rural tradicional, un niño podía ayudar en las tareas rurales a partir de los 10 años y, durante la Revolución Industrial, tenemos muchas imágenes en cuadros o narraciones literarias donde se reflejan niños, con sus pequeñas manos especialmente habilidosas, en las tareas de las fábricas textiles, o niños que eran utilizados en la minería, en las galerías que eran de acceso más complicadas”, afirma Betrán.

EL NIÑO EN EL MUNDO LABORAL.

“Esa realidad contrasta con la actualidad, donde la incorporación del niño como un elemento productivo a la economía familiar es un elemento cada vez mucho más tardío, que demuestra una diferencia tajante de lo que es la realidad del pasado a lo que es la realidad del presente”, añade el experto.

En la actualidad, hay muchas sociedadesen las que todavía hay grados de realidad muy diferentes respecto a la infancia. Pero también es cierto que, “a medida que las sociedades se organizan políticamente, van incorporando una educación universal o preservación de la infancia”, añade el historiador.

Es en 1959 cuando se alcanza un hito sin precedentes, por parte de las Naciones Unidas, con la Declaración de Derechos del Niño y la creación de un organismo UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia). También se establece toda una serie de elementos para asegurar la protección a la educación con el objetivo de impedir la trata de niños y el trabajo de éstos a edades muy tempranas.

Para Betrán, “hoy en día muchas de estas realidades no son aplicables a todo el conjunto de las sociedades humanas y, en todo caso, en nuestro modelo más cercano que es el occidental las relaciones entre padres e hijos han variado en un 180% con respecto a las que habían sido situaciones pretéritas”.

“La tutela o la educación que ejercen los padres sobre los niños en el mundo occidental ahora está marcada por ese pensamiento pedagógico que procede del siglo XVIII, con una visión optimista desarrollada por los filósofos de la Ilustración como es el caso de Rousseau , es decir, de una perspectiva benevolente, en la cual los padres tratan en todo momento de enraizar la figura de ese niño e intentan dotarle de todo tipo de bienes intelectuales y materiales sin ningún tipo de limitación”, argumenta Betrán Moya.

Sin embargo, considera el historiador, que lo que quizás hoy se plantea en Occidente sea un exceso de sobreprotección sobre ese mundo infantil, incluso, hasta fases excesivamente agobiantes, aunque en contraposición también encontramos a veces mayores niveles de soledad. Según el historiador, “no podemos establecer un modelo de patrón universal porque existen tantas formas de educar como padres y niños hay, pero quizás uno de los elementos que más resaltan es la soledad y ese grado de insatisfacción en la cual se crían muchos niños a pesar de la abundancia de cosas que tienen a su alrededor”.

“A veces, - continúa Betrán Moya- la soledad delante de un ordenador o cualquier tipo de medio electrónico les genera la construcción de unos mundos mucho más imaginarios, mucho más virtuales que luego chocan cuando ese niño ha de enfrentarse a la realidad”.

MÁS ELEMENTOS DE EGOISMO QUE DE SOLIDARIDAD.

Aunque no se pueda tomar esto como una norma, incide el investigador, que “en el modelo que desarrollamos hoy existen más elementos de egoísmo que de solidaridad”.

En este aspecto, resalta Betrán la importancia de los estudios de humanidades que nos hacen “ser un poco más idealistas, un poco más imaginativos, tener un cierto nivel de sensibilidad mayor de lo que quizás nos proporcionan los estudios más relacionados con el ámbito de las ciencias que están más vinculados a la productividad y a lo material”.

“Soy un reivindicador de esa formación en humanidades en el más amplio sentido de la palabra, desde la literatura, la historia a la filosofía, elementos que deben estar muy presentes en la formación moral de los sujetos para hacerlos mejores, más justos de cara a una relación con los otros”, subraya el historiador.

“Y los padres tenemos un deber fundamental y es entender que los niños tienen su propia vida. Ellos tienen su existencia y nosotros, simplemente, más allá del hecho de haberlos engendrado, nuestra responsabilidad es caminar a su lado para ayudarles a que encuentren su propio camino y su propia felicidad”, concluye José Luis Betrán Moya.

Unos niños esperan para recibir su ración mensual de maíz en un centro de distribución del Programa de Alimentos de Naciones Unidas en una escuela de Namatapa, en la aldea de Jali, distrito de Zomba, Malawi. EFE/Jon Hrusa.

Unos alunmos, flanqueados por familiares, durante una clase en Beslán, Osetia del Norte (Rusia)EFE/Yuri Kochetkov

Un niño colombiano trabaja junto a su padre en una fábrica de adobe artesanal.. EFE/Kena Betancur

Alumnos de primaria de la escuela Sant Felip Neri en Barcelona (España)se divierten durante el recreo. EFE/Julián Martín

MOSCÚ (RUSIA) 03-09-05. Una niña sostiene una vela durante una concentración en memoria de los niños muertos en la masacre de la escuela de la ciudad noroseta de Beslán en Moscú, Rusia.. EFE/SERGEI ILNITSKY

El historiador José Luis Betrán Moya (Foto cedida)

Un grupo de niños de origen paquistaní. EFE/Jaipal Singh