SENDEROS
“Más vale un buen silencio que un mal ruido”
Estas palabras esconden una gran verdad, muchas personas viven sus vidas haciendo ruido, o confundidas por el ruido ajeno, o perdidas por el infinito ruido que tenemos en el diario vivir; en suma todo aparenta ser un cúmulo de ruidos y nada nos devuelve la tranquilidad.
Siempre deseamos o queremos algo porque pensamos que nos dará la alegría que aparentemente no tenemos y esa idea se convierte en tempestad mental porque cuando finalmente hemos logrado aquello que queríamos volvemos al círculo vicioso del desear, y seguimos sin detenernos, siempre en el ruido de una mente sin tranquilidad, inconclusa, indiferente y sin rumbo.
La vida es una escuela en el cual los más callados logran ser más productivos, ya que no gastan su energía comunicándose con los de más, ni tratando de imponer sus criterios, viven de una forma más empática y entienden que el odiar o el sentirse infelices no les lleva a lugar alguno, y que de igual modo estamos en este mundo para aprender, crecer y admitir los errores. El silencio es un lugar más que idóneo para entendernos, para desnudar el alma ante nuestra limitaciones, para aprender el diálogo interior.
El silencio es un don que Dios nos ha dado para meditar, y entrenar a una mente ruidosa, inquieta y rebelde.