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VIAJE

Arte del Vaticano con poca gente se ve mejor

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo, RD

Si hay algo que impide regodearse con una obra de arte es tener en el entorno tanta gente que impida su visibilidad completa.

Un problema que, hasta antes de la pandemia, presentaba la visita a algunas salas de los Museos Vaticanos. A tal punto que, en mi última experiencia, hubo espacios en los cuales mi hija Carmen, mi nieta Pamela y yo caminábamos casi codo con codo con otros visitantes. Hoy, a causa de la pandemia que ha llevado a un estado de emergencia a nivel mundial, sería muy diferente. El distanciamiento social en la visita a los Museos obliga a estar separados 1.5 metros entre personas.

Beneficiará no solo en asuntos de salud, sino a quien, estando en Roma aproveche la circunstancia para visitar estos museos que se fueron formando a partir de tres esculturas adquiridas a mediados del siglo XVI por el Papa Julio II: Apolo, Lacoonte y Ariadna. Estos y otros cientos de tesoros artísticos, de los miles y miles que aquí se exhiben o se guardan, están a la vista del público. Hoy haré únicamente referencia a varias esculturas.

El llamado Apolo del Belvedere fue, en el siglo XVIII, considerado como un modelo de la Belleza. La escultura en mármol expuesta en el Vaticano es una copia romana de una obra griega datada en el siglo IV a.C.

El imponente grupo del Lacoonte representa a este troyano y a sus hijos, aprisionados por dos serpientes, como venganza de Apolo por haber Lacoonte profanado su santuario. Si bien no ha podido trazarse la fecha en que fue esculpido este grupo que muestra una tradición helenística, se le ubica en la época de Tiberio (entre el 42 a.C al 37 d.C. ), bien sea una copia o un original de los escultores Atenodoros, Agesandro y Poliduoro, escultores de Rodas.

En cuanto a la escultura de Ariadna dormida sobre la roca de Naxos, al haber sido abandonada por Teseo, es una copia romana de una obra helenística. Resalta el detallado drapeado de la ropa, que parece de tela.

Entre tantas y tantas esculturas, el Torso del Belvedere, sólo el torso como su nombre indica, es otra de las magníficas obras que sobrecogen al espectador. Está fechado en el siglo 1 a.C. Así también la escultura romana de Augusto de Prima Porta, rey de los Partos. Representa una escena en la cual devuelve las insignias romanas capturadas a Craso. A su alrededor, aunque pasan un tanto desapercibidas, hay pequeñas figuras.

Entre las esculturas que más llamaron mi atención, cuando en el 2018 visité los Museos, destaca la del atleta Apoxyomenos, representado mientras se limpia el aceite del cuerpo.