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COSAS DE DIOS

Un puñado de valientes

Esta pandemia es lo más parecido a una guerra que ha vivido mi generación y la de nuestros hijos y nietos. Acostumbrados, por lo menos de este lado del mundo, a la paz relativa que permite el libre tránsito, los planes y los sueños, ahora nos encontramos con una situación inaudita para la que no estábamos preparados.

Enemigo invisible Nuestro enemigo resulta más peligroso que cañones, fusiles o bombas, a estas últimas, las más peligrosas, las vemos caer. Pero este virus invisible, ladino, se cuela por las rendijas más inesperadas en los espacios que consideramos seguros, como nuestro hogar, las clínicas, los supermercados o el banco. Hogares en guerra Los nietos se han convertido en una amenaza para los abuelos, todos lo somos, los uno para los otros. En muchos casos, se han desatado guerras internas, entre padres e hijos y entre las parejas. Una amiga terapeuta me hablaba de la cantidad de matrimonio que, apenas termine esta situación, también se acabarán. Así que entre las bajas de esta guerra se contarán el amor de algunos.

El frente Y, como en todo conflicto bélico, también hay un frente, el nuestro está compuesto por médicos, enfermeras, bioanalistas, camilleros, encargados de cocina y de limpieza, responsables administrativos, conductores de ambulancias y paramédicos de clínicas y hospitales, por ellos escribo esta columna.

Soldados El uniforme de soldado lleva bata, gorro, mascarilla y guantes. En todo el mundo, el mayor riesgo lo corren ese puñado de valientes, que como dice una canción española, que retrata de manera hermosa la situación terrible que vivimos, hoy tampoco dormirán. Y esa falta de sueño, la impotencia ante la muerte de miles de personas y la responsabilidad abrumadora que muchos han tenido que cargar sobre sus hombros, que incluye escoger entre quién vive y quién muere, también puede matar.

Los suicidios Lorna Breen, la directora médica de las Urgencias del Hospital New York-Presbyterian Allen, en Manhattan, de 49 años, y el joven paramédico John Mondello, de 23, se suicidaron, impactados por lo que se está viviendo en hospitales de Nueva York, en cuyos frentes han estacionado furgones llenos de hielo y cadáveres, en uno de esos, por cierto, está metido el cuerpo de mi prima Michelle González.

Oremos Estos profesionales de la salud, formados en la paz, se han visto lanzados de cabeza contra un enemigo que parece imbatible. Algunos se están quebrando, ¡Dios se apiade de ellos! Regalémosles nuestras oraciones, pensemos que la sobrevivencia del mundo, que quedó atrás con la llegada del coronavirus, está en las manos de ese puñado de valientes que, otra vez, no dormirán.

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