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COSAS DE DIOS

Te toca

Quiero contarles sobre una persona cuya vida ha ido en picada durante décadas a un ritmo lento pero indetenible. Un proceso que se inició por fuera, destruyendo su apariencia, y luego invadió todo lo demás. No ha sido de golpe, repito. De modo que ha podido ver cómo se aproximan la mayoría de las desgracias que le han acontecido. Ha recibido señales y síntomas, a través de mensajeros usados por Dios para llamar su atención. También, el Señor le ha enviado ángeles que acuden en su auxilio. A punto de hundirse, alguien le arroja una soga o le da la mano para rescatarla. Pero en una prueba tras otra, ocurre siempre lo mismo: todo empieza a solucionarse hasta que a esta persona le toca el turno de actuar.

Eres tú Porque no importa cuánto te ayuden otros con tus necesidades y problemas, llega un instante en que eres tú quien tienes que sacar el día para ir a la médico, bañarte, cambiarte, ponerte la ropa y poner un pie delante y el otro detrás hasta llegar al lugar señalado, aunque te hayan hecho la cita. Por igual, si el trabajo anda de cabeza, otros te pueden dar consejos y hacer sugerencias pero, al final, eres tú la que atraviesa cada día la puerta de la oficina y decides qué hacer con tu día. Ocurre con los hijos, con ellos, más que nada, las opiniones ajenas, intervenciones y apoyo, son siempre secundarias. A menos que alguien te quite por completo la carga de la mano, te toca a ti educar, guiar, castigar, premiar y amar a tus hijos.

Por magia Pero como decía en principio, cuando a la persona a quien hago referencia, que puede ser muy parecida a alguna que usted conoce, le llega el turno de actuar, los procesos se paralizan, las citas se vencen y las oportunidades se pierden porque ella ha escogido quedarse sentada en una esquina de la vida observando su tragedia, lamentándose por ella, esperando a que se solucione todo por arte de magia, pero sin tener ni siquiera que decir “abracadabra”.

Ni los milagros ¿Y qué cree que sucede con alguien así? Pues, el dinero no llega, la salud no se recupera, los hijos no cambian y el trabajo empeora. Porque hasta cuando la mano de Dios interviene y nos hace un milagro, primero debemos nosotros pedirlo, y pedirlo con fe. Jesús lo señala,muchas veces, en La Biblia. Se lo dijo a la hemorroisa que logró arrebatarle una bendición, de la que ni siquiera Él estuvo consciente, con solo tocarle el manto. El Señor le dijo: “Tu fe te ha salvado”. Y pienso que ni siquiera ese mecanismo a la mano de todos, el de la oración, y esa tabla de salvación que es la fe, esta persona, y muchas otras, las quieren utilizar. Porque ello conlleva tomar una acción, y no están dispuestas a mover un dedo que las saque de su zona de confort, de su tragedia conocida. Ese rincón donde se han colocado para mirar cómo sus vidas se hacen pedazos mientras ellas se lamentan por su mala suerte y porque, se repiten una y otra vez, no pueden hacer nada. Y así será, digo yo, mientras no asuman lo que les toca.

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