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COSAS DE DIOS

Las reglas del cielo

Hay momentos en que atravesamos por una crisis personal y, como cuando queremos entender la razón de una tragedia, le preguntamos a Dios el por qué poseemos tales o cuales bienes, privilegios o talentos. En ese instante, podemos pensar que Dios reparte bondades por capricho.

Pero una amiga dedujo que en el cielo deben existir muchas reglas porque cuando la monja polaca Faustina Kowalska experimentó las revelaciones registradas en sus famosos diarios, Jesús le dijo que, para cuando le llegara la muerte, ella debía escoger entre siete días en el purgatorio y siete días purificándose en la tierra. Empeñada en santificarse, la religiosa pidió las dos cosas. Él le respondió que no, que eligiera una sola.

Todo tiene un orden De modo tal que allá, y por lo tanto aquí, todo tiene un orden. Así como las pruebas se presentan justo en el momento en que podemos enfrentarlas, también los dones y regalos florecen y llegan en el tiempo apropiado y, creo yo, algunos, son premios del Señor a nuestros actos, así como sufrimos las consecuencias de nuestras faltas.

Por ejemplo, una mujer se reprochaba el tiempo dedicado en decorar todos los lugares donde ha vivido, y el dinero y la energía invertidos. Entonces, recordó su primer apartamento, una cocina con área de servicio que el dueño había habilitado a modo de estudio, y cómo lo embelleció y lo cuidó, igual que ha hecho con el resto de los espacios donde le ha tocado habitar. Así dedujo, solo Dios lo sabe, es probable que en ese celo suyo por embellecer sus moradas, resida la razón por la que se ha mudado, siempre, a una casa mejor. Porque Jesús prometió, al contar la Parábola de los Denarios, donde el criado que multiplica los bienes es premiado y el que no lo hace es castigado, que si eres fiel en lo pequeño, recibirás más. Parece que, de ese modo, funciona en todo. También, con los dones.

A lo suyo De modo que, si cuestiona su buena suerte, como lo hacen otros cuando les ocurre una desgracia, al igual que deben reflexionar ellos, es hora de hacer a un lado sus por qué y preguntarse para qué le entregó Dios ese tesoro. Llegada la respuesta, haga lo que le corresponda, que, como dice mi amiga, puede que en el cielo haya muchas reglas y es mejor ponerse cada uno a lo suyo, no vayan a despedirlo como al personaje bíblico que, en lugar de multiplicarlos, enterró los denarios que le entregó su amo.

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