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COSAS DE DIOS

Un oficio con sorpresas

Tras casi 30 años, con alguna pausa, de jornadas diarias en salas de redacción, olvidas que escogiste un oficio muy particular y te parece que trabajas en una oficina común donde los empleados hacen llamadas, responden correos y pasan las horas antes de marchar a sus casas. Por fortuna, llegan días que justifican el que escogieras este y no otro oficio. Uno de esos días fue el pasado miércoles.

Cambio de planes Había decidido mostrar mi pesimismo sobre los dominicanos niños de hoy y adultos de mañana, señalando que además de analfabetos en matemáticas, como indican las últimas mediciones en la región, no sabrán ni quiénes son gracias a la llamada educación de género. Era mi tema para hoy hasta que una niña, vestida de blanco, cruzó frente a mi escritorio, se colocó a un lado y empezó a cantar.

Cristina Se llama Cristina Rodríguez, tiene doce años, una larga melena negra y carita de ángel. No había reparado en ella hasta que la joven periodista Gabriela Hungría intentó presentarla al personal de la redacción que, por curiosidad y cortesía, dejamos de trabajar para prestarle atención. Desenvuelta y segura de sí, aunque con voz infantil, Cristina anunció que cantaría “Marinero de luces”, esa hermosa canción popularizada nada menos que por la voz de Isabel Pantoja.

Una niña con voz de mujer Esta niña logró lo imposible, que todos levantáramos la vista de los teclados para escucharla. Su voz potente, melodiosa, plagada de matices, como si saliera de un cuerpo mucho más adulto, llenó la redacción.

Lo imposible A mi lado, Fabio Cabral se sujetó la cabeza con las dos manos y dejó escapar una exclamación: ¡increíble! Un silencio respetuoso despejó el espacio para que Cristina luciera su talento. Y, al finalizar, escuché el aplauso más potente del que me ha tocado ser testigo en una redacción, a donde he visto acudir artistas y políticos de todos los niveles.

La ovación Al interpretar una segunda canción, Cristina recibió una larga y merecida ovación. Su padre Eli Rodríguez, licenciado en educación y cantante, la acompañaba. Nos contó que la familia llegó desde Venezuela empujada por la crisis económica que azota a ese país. La madre de Cristina, Julimar, también es educadora y el hermano mayor canta junto a su padre, con quien hace un dueto de mariachis.

Otra cara del futuro Cuando Cristina y su papá se marcharon, mientras escribía este artículo, me dije que lo bueno de trabajar en un periódico es que cualquier día miras el futuro con temor, piensas en cosas terribles, que aún no suceden, y entonces Dios manda un ángel prodigioso que te cambia la perspectiva. Esa niña, talentosa y bella también va a ser una adulta de ese mañana sobre el que se abaten tantas dudas.

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