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COSAS DE DIOS

Un viaje por dentro

¿Por qué estoy aquí?, le preguntaba a Dios. Aquel viaje a Tierra Santa, del que me enteré con dos años de antelación sin considerar la mínima posibilidad de embarcarme en él, se convirtió en una realidad tras una decisión rápida impulsada por una amiga, que sí había planeado, por años, pisar Israel.

Un plan ajeno Ella fue la que me dio la noticia, tras varias evasivas mías: reservó para nosotras los dos últimos cupos disponibles en la peregrinación. A partir de ese momento, resultó tan fácil, lo que me parecía complicado, que experimenté una certeza: el plan de que me subiera en ese avión era de Dios, no mío.

Talita kumi Una mañana recorríamos Belén, camino hacia Jerusalén. Curiosa, observaba el entorno por la ventanilla del autobús, sin entender los rótulos de las vías. Hasta que me sacudió uno cuyo significado conozco. La calle se llama “Talita kumi”, aquella frase que figura en el Evangelio de Marcos, cuando Jesús resucita a una niña ordenándole “A ti te digo, levántate”.

Bienvenida Esta cita bíblica ha sido una palanca en mi vida. No falla. Si caigo, o tropiezo, aparece, por azar, al abrir la Biblia, porque alguien me la envía o porque escucho el Evangelio. La sentí como una bienvenida, no obstante, algo escocía en mi interior.

¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué estoy aquí yo y no mi mamá que estaría mucho más emocionada?, me había preguntado frente a la estrella que marca el lugar donde, históricamente, se afirma que nació Jesús. Ni pisar el Monte de los Olivos, contemplar el Gólgota, donde fue crucificado Cristo, o entrar al Santo Sepulcro respondieron mi inquietud.

Disfrutaba un viaje increíble, único, de eso no tenía dudas, pero ese sentido crítico que los periodistas arrastramos a cuesta me recordaba que no había certeza de dónde ocurrieron los acontecimientos más relevantes de la vida de Jesús. “La tradición dice...”, repetía Rebeca, nuestra guía judía, y yo pensaba “¿Lo ves?, no es seguro”.

El otro viaje ¿A qué vine? Pensaba de cara al cielo bajo el cual Jesús, mi amado Jesús, caminó hace miles de año. Creía que recibiría allí la respuesta. Pero nadie le mete prisa a los tiempos de Dios. Aunque navegar en las aguas sobre las que caminó Cristo no me dejó dudas de que ese ha sido el viaje más increíble de mi vida, fue al llegar aquí cuando comprendí la razón de que recorriera todos esos miles de kilómetros. El gran descubrimiento no es lo que ves, sino lo que ocurre dentro de tu corazón. Tierra Santa te transforma para siempre. Cuando regresas de allá, una luz nueva ilumina el camino de tu alma hacia el otro viaje maravilloso, el que iniciamos al nacer y debe terminar a los pies del Señor.

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