Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

COSAS DE DIOS

La misa con dos sermones

Si usted llega a las 6:31 de la mañana, ya la misa tiene un minuto de iniciada. El padre Francisco Javier Colino, un español octogenario, es puntual. Ni se adelanta ni se atrasa. Abrevia el acto penitencial, ventaja que luego aprovecha, pienso yo, para hacer su sermón un poco más extenso o, tal vez, solo lo percibo así, más completo, más profundo, como si dispusiera de un tiempo extra aunque nunca toma ni un minuto prestado para extender la Eucaristía que concluye a las siete en punto. Basta media hora para que el padre Colino nos dé una cátedra de fe, de cristianismo.

Me encantan sus sermones, son los de un maestro. Lo es. Enseña en el Seminario Santo Tomás de Aquino y sus alumnos, en ocasiones, se convierten en blanco de sus críticas. “Un seminarista no puede quejarse por falta de jugo en el desayuno- dice- esto es un camino de sacrificios”.

En otros momentos, corrige los coros litúrgicos, interpretándolos él mismo con fuerza y entusiasmo. Cuando así ocurre, disfruto empezar el día escuchando cantar a este sacerdote que, más de cincuenta años después de su ordenación, sigue dejando su cama con alegría para hablar ante un puñado de fieles madrugadores que, cuando a él le corresponde dar la misa, crece de manera ostensible. Muchos acudimos a oír sus sermones, los cuales continúan tras la consagración de la hostia, pues tienen una particularidad: Colino los divide en dos partes.

La primera es la homilía de rigor, después de la lectura del Evangelio. La segunda, discurre, como una conversación, cuando terminamos de recibir el Cuerpo de Cristo. El padre Colino, entonces, sigue hablando como si la primera prédica solo se hubiese interrumpido para tomar un sorbo de agua.

Por ejemplo, ayer se refirió a todas las fiestas en honor a la Virgen que se celebran en diciembre, como la de Loreto, un pueblito en Italia hasta donde, según un dogma de la Iglesia Católica, los Ángeles trasladaron la casita de la familia de Nazaret.

Para quienes cuestionan este dogma, por incredulidad, Colino dijo que mucho más increíble es el cielo. “A ellos les preguntaría cómo funciona, cómo se explica que permanezca ahí y cuál es su profundidad. Porque a mí me basta mirar hacia el cielo para creer en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, dijo. Terminada su segunda reflexión, se puso de pie, con la sonrisa de siempre, y nos bendijo antes de partir. Ojalá que, a su vez, Dios bendiga al padre Colino y nos permita disfrutar de sus misas, con dos sermones, por mucho tiempo.

Tags relacionados