SALUD

“El estrés es parte de la vida”

Experta considera que afrontando los retos que conlleva estar vivos, con recursos y de forma íntegra, una persona puede llevar una vida saludable y con sentido.

No le teme a mostrarse desafiante al momento de defender sus postulados en el campo de la salud y sobre la manera de asumir los desafíos en cualquier etapa de la experiencia humana. “El estrés es parte de la vida”, expresa la psicóloga clínica y escritora chilena Marcela Lechuga, para desmitificar sobre el gran mal del presente siglo, al que frecuentemente responsabilizan de todas las enfermedades y situaciones difíciles de la cotidianeidad.

Ella, por el contrario, invita a asumir el dolor, la vejez, las enfermedades y la muerte de un familiar, entre otras situaciones inciertas y traumáticas de la vida, como desafíos y no como amenazas para la sobrevivencia, y considerar al estrés como un aliado para vencerlas.

La experta considera que afrontando los retos que conlleva estar vivos, con recursos y de forma íntegra, una persona puede llevar una vida saludable y con sentido.

Para la especialista en Psicología de la Salud y con un postgrado en Hipnosis Ericksoniana, Marcela Lechuga, si el estrés se valora siempre de manera negativa, los seres humanos no tendrían la experiencia suficiente para afrontar los retos que la vida nos pone en nuestros múltiples roles como hijos, padres, profesionales y amigos, además de que limitarían la capacidad de adaptación a los cambios y las posibilidades de ser plenos e íntegros.

La experta explicó que la vida no es un relajo, tiene retos difíciles de enfrentar, inciertos, adversos y frustrantes, combinados con momentos gratos, maravillosos y trascendentes. “Tenemos retos desde que nacemos hasta que morimos y esos retos son los que nos ayudan a madurar y crecer”, indicó la escritora chilena.

En entrevista para LISTÍN DIARIO, precisa que si una persona no cuenta con los recursos psicológicos, espirituales y sociales para afrontar esos retos, ni hace un esfuerzo para desarrollarlos, se va generando un desgaste y según los factores de riesgo personales puede predisponer a alguna enfermedad.

“Esa persona se va victimizando en lugar de ser protagonista de su vida”, explica, tras precisar que el estrés no es positivo ni negativo, sino el motor de la vida, un recurso natural que permite afrontar los desafíos que se pudieran presentar.

La psicóloga clínica destaca que el “burnout” o desgaste se produce por hacer lo mismo y no cambiar cuando la vida “nos invita a desarrollar nuevos recursos personales para nuestro bien y el de los demás”.

El desgaste se caracteriza por agotamiento emocional ante las demandas cotidianas, despersonalización o frialdad en las relaciones interpersonales, falta de gozo y de realización personal, así como por la frustración en el trabajo y pérdida del sentido de la vida en sentido general.

“Se asocia a desesperanza, desconexión, desmotivación, deshumanización”, afirmó la autora del libro “Así es la vida”, en el que plasma su visión sobre las diversas formas de vencer el desgaste y honrar la vida.

Confusión

Plantea que profesionales de la conducta confunden el síndrome de desgaste o “burnout” con la depresión, y por tanto piensan que la salida está supeditada a un tratamiento farmacológico.

“La salida va porque las personas desarrollen habilidades y competencias para afrontar la vida”, añadió.

“En la vejez es natural que se olviden cosas, que exista un deterioro cognitivo, hay muchas cosas naturales en el proceso de envejecer que las vamos viviendo como antinaturales por puro miedo a ser frágiles y vulnerables”, refirió la especialista en prevención del desgaste laboral y personal.

Lechuga estima que contrario a quienes afirman que la peor enfermedad es la vejez, el mayor milagro para una persona es llegar a esa etapa de la vida.

Consideró que un adulto mayor jamás puede comportarse como joven, sino aprender nuevas habilidades para poder desarrollar una vida plena y evitar sentirse inútil por el simple hecho de pedir o recibir ayuda.

“Para que la vida sea un desafío y no una amenaza, necesito aprender nuevas habilidades y competencias para enfrentar los retos que ella me pone, por ejemplo, en la vejez, aprender a ser viejo”, declaró.

Se mostró opuesta al exceso de “psiquiatrización” de la vida, pues argumenta que es natural que las personas tengan tristeza, miedo, dolor por un proceso de duelo o una enfermedad, especialmente cuando no poseen las herramientas para afrontar una situación nueva.

“La muerte no depende de la enfermedad. Puedes tener incluso un cáncer con metástasis y morir en un accidente de tránsito.

La muerte solo depende del momento que nos toca morir.

El cáncer es una enfermedad crónica que hay que aprender a vivir con ella y manejarla, como una diabetes”, indicó.

Desconectados

Lamentó que tantas personas estén perdiendo el contacto con lo humano y lo natural porque viven desconectadas de su verdadera esencia, especialmente jóvenes que poseen menos herramientas que los adultos para enfrentar los desafíos de la vida.

Sin temor a derrumbar mitos y remover creencias, basada en su propia experiencia y las que ha tenido en el trato con los demás, Lechuga advierte sobre lo contranatural de plantear el dolor como totalmente negativo, pues en un momento puede servir para detectar un ataque al corazón o una apendicitis en forma oportuna para ser tratados.

Precisamente en su libro “Así es la vida”, argumenta que tanto el estrés como el dolor poseen la característica de ser adaptativos cuando cumplen su función de movilizar hacia la acción o informar qué nos ocurre. “Sin embargo, cuando cualquiera de los dos se cronifica, es decir, se mantiene en el tiempo sin posibilidades de respuesta, el organismo comienza a desgastarse”, agregó la psicóloga.

En el caso de los jóvenes, afirmó que necesitan más ejemplos de adultos íntegros y sin temores.

Recordó que con 18 años decidió estudiar ingeniería civil bioquímica porque soñaba con llevar alimentos a niños hambrientos de Etiopía, lo que le duró hasta que vio en un reportaje que tiraban las frutas al mar para regular los precios en el mercado.

“Esa experiencia a mí me llevó a la desesperanza y a querer morirme. Por eso es que el suicidio juvenil ha aumentado en prevalencia, porque la frustración es inmensa ante un mundo absurdo”, dijo sobre la situación de desesperanza con la que resulta necesario desarrollar como adultos un mayor grado de empatía, para entender a esos jóvenes soñadores.

Confesó que decidió estudiar psicología para entender al ser humano. “No hay salud mental y salud física, la salud es una, están interconectados cuerpo, mente y alma. Esta dicotomía solo contribuye a separarnos de lo natural y lo esencial”.

“Hay veces que la psiquiatría es necesaria en determinados procesos de salud y enfermedad, pero no podemos perder la conexión con lo natural, por un exceso de definiciones que no son esenciales al ser humano.

Ahora todo es psiquiátrico”, argumentó.

La especialista llamó a no temerle al proceso normal de envejecer, y recordó a una paciente de 18 años muy querida que antes de morir le dijo que a ella le encantaría llegar a ser vieja, porque llegar a esa etapa de la vida es un milagro.

El ser humano -plantea- se resiste a recibir el mensaje de los años, esas señales que envía el cuerpo en forma de arrugas, canas y disminución de la potencia física, por temor a ser dependiente de nuevo o mostrarse vulnerable, lo que puede despertar los miedos más profundos a ser desechados o ser un estorbo.

“El estrés es el motor que le permite al ser humano nacer, vivir y morir, que también es parte de la vida”, apostilló.

Competencias

La especialista, quien estuvo recientemente en el país invitada por el Despacho de la Primera Dama, Cándida Montilla de Medina, para dictar una conferencia con ocasión del mes dedicado a concienciar sobre el cáncer de mama, indicó que las competencias emocionales son necesarias para poder regularse a sí mismo, las sociales para aprender a relacionarse con los demás y las cognitivas para saber que hay nuevos paradigmas esperando para crear un mundo más humano, solidario y sano.

Consideró que las redes de apoyo, a su juicio el recurso más significativo para prevenir el desgaste o burnout, son necesarias porque el ser humano es interdependiente y no puede vivir aislado. “Las redes sociales están tapando el vacío que hay de redes de apoyo auténticas”, reflexionó, tras advertir que actualmente las amenazas están más asociadas al éxito social sin conciencia de la necesidad del otro, a la generación de niveles de vida cada vez más altos, a la satisfacción de las expectativas de los demás, a las propias aspiraciones y a esas nuevas formas de relacionarse en el mundo virtual.

EL OCULTAMIENTO DE UN DIAGNÓTICO

Marcela Lechuga, quien ha trabajado en la prevención de factores de riesgo a través de investigaciones transculturales dirigidas a prevenir la cronificación del dolor, estima que cuando la familia le oculta a un paciente el diagnóstico de un cáncer para evitarle el sufrimiento, lo que hace es limitar su respuesta natural y necesaria para la adaptación.

Plantea que la pérdida de un ser querido es una experiencia que implica un sufrimiento inevitable, pero hacer el duelo permite que emerjan nuevas competencias para enfrentar el desgaste.

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