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El puerto imperial de Roma vuelve a mostrar arqueología
Los restos arqueológicos del puerto imperial de Claudio y Trajano, que fue el mayor del Mediterráneo y consolidó el poder de Roma en la Antigüedad, acaban de reabrirse al público y estarán accesibles este año durante seis meses.
Fue el centro de operaciones más importante del mundo antiguo durante casi medio milenio pero hoy solo quedan restos de sus almacenes y dársenas que apenas permiten imaginar el bullicio de antaño, cuando se intercambiaban millones de ánforas de aceite de Andalucía o barricas de cereal egipcio.
Hace casi dos mil años era el lugar por el que transitaban personas y mercancías, procedentes de los confines del mundo conocido, para abastecer a todo el Imperio de vino, tejidos, metales para la construcción o también animales salvajes para los espectáculos de circo.
Además, servía como base defensiva para los navíos del ejército romano y como punto de partida de las campañas militares.
Estaba conectado al Tíber a través de un complejo sistema de canales que conseguían salvar el inconveniente de que el Mediterráneo es un mar que fundamentalmente se navegaba en verano y el río merma considerablemente su caudal en esa época.
Las mercancías llegaban al puerto y se reservaban en los almacenes, la parte que mejor se conserva, hasta que pasaban a embarcaciones menores que las distribuían al interior del imperio a través del río.
Estos locales han ayudado a dar testimonio de un sistema de medición y reparto de la mercancía.
A través de patios y pasillos, de los que aún se mantienen los cimientos, los productos se repartían en función de su destino y se computaban utilizando antiguos sistemas de medición: por ejemplo las ánforas para los líquidos, lo que permitía llevar un cálculo de las transacciones.
El puerto imperial es hoy “una de las piezas fundamentales para reconstruir la historia económica del imperio romano”, relata a Efe el arqueólogo responsable del proyecto de conservación del puerto, Renato Sebastiani.
El experto explica a Efe que uno de los objetivos es darlo a conocer tanto a visitantes italianos como a turistas extranjeros y para ello el aeropuerto de Fiumicino, cercano al lugar, ha habilitado un sistema de autobuses gratuitos hasta el parque arqueológico.
Comprender hoy el funcionamiento y las estructuras de este gran fondeadero requiere un ejercicio de imaginación, como en tantas obras de la Roma antigua.
Donde antes estaba el mar, ahora hay un inmenso parque colmado de eucaliptos, pinos y encinas ya que, a causa de la sedimentación, la línea de costa ha ganado unos cuatro kilómetros al agua; la zona fue recalificada y finalmente convertida en parque natural en las primeras décadas del siglo XX.
Aún se pueden percibir las marcas del salitre en los restos de los muros y el agua todavía emerge en algunas zonas cercanas a las antiguas dársenas.
También se adivinan los muelles de embarque, de los que se mantienen varios tramos de escaleras o las bitas para amarrar los barcos.
La historia del complejo portuario comienza en torno al 100 d.C., cuando la elevada población de Roma, cercana al millón y medio de habitantes, el equivalente a una concentración de 50 millones de personas en la época actual, exigía una infraestructura que pudiera garantizar el abastecimiento.
Inversión pública y del sector privado Sin el puerto imperial, “Roma no habría podido existir”, asegura a Efe el arqueólogo responsable del puerto de Claudio y Trajano.
Mientras que en el anterior puerto de Ostia solo podían atracar dos naves, en el nuevo complejo de Trajano podían hacerlo 200 embarcaciones.
Su cuenca hexagonal de 32 hectáreas lo convirtió en el centro de intercambios “más grande del mundo antiguo”, según el arqueólogo.
Ahora ese espacio es un enorme lago artificial pero que mantiene su forma regular de seis lados, sin precedentes en la antigüedad, más perceptible desde el aire o sobre los mapas que se pueden encontrar fácilmente en internet.
El acondicionamiento y la reapertura del sitio se está llevando a cabo gracias a la financiación de entes públicos y mecenas privados, como por otro lado ocurre en muchos bienes del patrimonio cultural romano como la reciente restauración de la Fontana di Trevi o el Coliseo romano.
La fundación Benetton y el consorcio Aeropuertos de Roma participan en el proyecto de reacondicionamiento del puerto imperial de Claudio y Trajano.