LEGADO DE LA HUMANIDAD
El hogar de Diego Colón
Los procesos de construcción del Palacio Virreinal de Don Diego Colón o Alcázar de Colón como comúnmente se le conoce, se iniciaron en 1510, techo bajo el cual vivió con su esposa María de Toledo y Alba.
Debajo del cielo de la Hispaniola se inicia en 1510 la edificación del Palacio Virreinal Don Diego Colón. Las piedras sacadas de Santa Bárbara fueron y son el principal material de construcción de este hogar en el que ocurrieron hechos de una de las tantas etapas de la historia del Nuevo Mundo.
El alcázar es un lugar digno de visitar. Aquí el Río Ozama y el mar Caribe dejan entrar una agradable brisa hacia el interior; la vista capta una panorámica exótica al asomarse por la ventana; mientras que en la mente se pueden recrear, con sonidos, imágenes y olores, experiencias de más de cinco siglos atrásÖ es como vivir en nuevos cuerpos la época de la colonia.
Desde el ventanal derecho, si el visitante traza una línea visual en forma de L, observará los puntos claves que defendieron por agua nuestro territorio: Fortaleza Ozama, Iglesia de los Remedios, Santa Bárbara y San Francisco, hoy convertido en ruinas. Tal contexto es el escenario en el que María Teresa de Catrain comparte su narrativa sobre el significativo lugar y sus habitantes.
El hogar A la muerte de Cristóbal Colón, su primogénito legítimo Diego Colón, huérfano de madre desde niño, hereda las propiedades de su padre, pero el terreno en el que se edificó el alcázar no estaba dentro de tales bienes, pues era propiedad de Nicolás de Ovando, un opositor de los ideales de los Colón, aclara la catedrática.
“Diego arregla matrimonio con una mujer extraordinaria, María De Toledo y Alba, propietaria del palacio; nieta del Duque de Alba, sobrina del segundo duque de Alba e hija del halconero mayor de Fernando el Católico. Fue virreina y luego duquesa, dueña del palacio, gobernadora de la isla y de la ciudad, en la ausencia de su esposo”, explica.
Como mujer noble, De Toledo llega acompañada de una corte, con cuyas damas se paseaba por los caminos de la Ciudad Colonial, en honor a ellas lleva el nombre la calle Las Damas. Les promete casarlas con hombres importantes de aquí, promesa que más tarde las convierte en las señoras de muchas de las casas importantes que hay en la urbe Primada de América, resalta Ruiz de Catrain.
Destaca: “Esta mujer de virtud primero vivió en el segundo piso de la Fortaleza Ozama, luego en lo que hoy es la Casa del Cordón, ubicada en la calle Isabel La Católica y finalmente en esta casa que es la del virreinato”.
La virreina dio a luz a todos sus hijos aquí, Luis fue su primogénito quien, igual que su padre, se caracterizó por ser un hombre de conducta reprochable, al punto de ser condenado por polígamo, lo que provocó su destierro hacia Orán, África. La corona española llama a Don Diego a rendir cuentas de sus actos. Su esposa se queda frente del mando.
María de Toledo se caracterizó por su prudencia y serenidad; dulce, sutil y muy femenina, pero firme como una mujer de “estado”, -según Padre Las Casas y Fernández González de Oviedo, cronistas del nuevo mundo- dice la también escritora.
“A la muerte de Diego Colón, ella continúa los pleitos colombinos y asegura para sus hijos el ducado de Veragua y rentas anuales para cada uno de ellos. Una madre extraordinaria que veló por el futuro de sus hijos”, resalta.
Pese a que España prohibió el lujo en el Nuevo Mundo, los salones del Palacio Virreinal Don Diego Colón fueron escenario para grandes fiestas, celebraciones llevadas a cabo para agasajar a destacadas figuras de la época, tales como Francisco Pizarro, Diego Velázquez, Juan Ponce de León, entre otros. Para ellas se valió de un manejo de corte, mediante el manejo de realeza que ella tenía.
A esta duquesa le cabe el mérito de traer, durante un viaje de retorno desde España, en su camarote, los restos de Cristóbal Colón y Diego Colón para enterrarlos en la Catedral de Santo Domingo. Asimismo, de su humildad habla su testamento, en que pide que a su muerte sea enterrada debajo de ambos, pues entendía que carecía de méritos para yacer de igual manera que ellos, enfatiza.
“El terreno en el que hoy está el Vertedero de Duquesa, fue propiedad de ella”.
En 1783, a la ausencia de María de Toledo el palacio experimenta una decadencia, que lo convierte en ruinas reconstruidas casi dos siglos más tarde apor el arquitecto español Javier Barroso.
Diego Colón La llegada de esta pareja a La Hispaniola coincide con la de los dominicos.
La imprudencia que caracterizaba a Diego Colón hace que el anuncio de su venida sea una mala noticia a la isla, esa fama la fortaleció cuando al repartir los indios rompió los núcleos familiares, alejando a madres, padres e hijos sin consideración alguna. “Lo de don Diego fue un desgobierno”, enuncia.
“A MI HIJO DIEGO”, UN APORTE A LA EDUCACIÓN En unos cuantos días se pondrá en circulación la novela “A mi hijo Diego”, autoría de María Teresa Ruiz de Catrain. El día exacto aún lo desconoce, mientras da unas breves pinceladas de este aporte para la lectura y aprendizaje de la juventud, que es su punto de enfoque.
Ella define esta obra como una catarsis en la que, por medio a una carta, Cristóbal Colón cuenta su historia a su hijo Diego. Los fracasos, triunfos y decepciones toman parte de esa redacción en la que no se escapan las exhortaciones a que no incurra en los mismos errores que él cometió a lo largo de su vida y que protegiera el mundo nuevo que él había descubierto.
En cada línea de esta epístola se revela la trayectoria de Colón desde su infancia hasta el día antes de su muerte, en ellas narra, vacía sentimientos, reflexiona, se autocondena, se justifica y demás emociones normales en los humanos cuando cerca ven la muerte, explica la escritora.
Ruiz de Catrain adelanta que se vale de la voz en primera persona para recrear el momento en el que Colón dicta al escribano las palabras de conocimiento. “Intento desnudar su alma para así descubrir lo que pudo haber sentido, lo que buscó es darle una herramienta a los estudiantes para que viendo la parte humana se adentren en la epopeya de lo sucedido”.
En otras palabras, la autora desmenuza de una manera ficticia la persona del almirante en busca de que se puedan entender y comprender los hechos acontecidos bajo su nombre.
No obstante, resalta que los hechos históricos se cuentan exactos y sin violación alguna, lo único que ha agregado es la interpretación de lo que Cristóbal Colón pudo haber sentido frente a cada evento. -¿Por qué enfocarse en esta parte de la historia? Porque al igual que otras figuras que han marcado sus huellas en la historia, Ruiz de Catrain es admiradora del descubridor de América, pues lo considera el hombre más estudiado y menos comprendido.
“Cristóbal Colón no es neutro. Su solo nombre evoca pasiones de afectos y desafectos, por lo que como dominicana me sentí en la obligación de hacer un acto de justicia y estoy consciente de que levantará miles de comentarios, pero que por el simple hecho de que nos amara por encima de las demás islas descubiertas, a mí me basta”. Puerto Rico, Cuba y otras tantas son islas preciosas y atractivas pero por amor a esta quiso vivir aquí y descansar aquí.